incivismo en Barcelona

Un necio pinta la fachada del centenario colmado Múrria

El ataque, ademas de las persianas, ha dañado la carpintería y el icónico cartel modernista diseñado por Ramon Casas

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A1-147777738.jpg / ZOWY VOETEN

Carles Cols

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Un necio (y que cada cual sustituya esta palabra por la que prefiera) atacó la madrugada del lunes con un esprai la fachada de uno de los comercios más emblemáticos de Barcelona, el Queviures Múrria, en la esquina de la calle de Roger de Llúria con València. El vándalo firmó con pintura azul las persianas del establecimiento, hasta aquí algo molesto pero relativamente fácil de subsanar, pero también dejó su estúpida huella en la carpintería de madera y en el precioso y centenario cartel publicitario de la esquina, diseñado por Ramon Casas y ejecutado por Turon Moya.

El dueño del establecimiento, Joan Múrria, está seriamente preocupado por los daños. No es la primera ocasión en que la tienda sufre este tipo de agresión. “Nos ocurrió hace seis años y también hace ocho, la diferencia es que en esta ocasión la pintada va de punta a punta, lo han ensuciado todo”, lamenta, por una parte porque es un tipo de daño que las compañías de seguros no cubren y, por otra, porque cree que este es un mal endémico que es culpa de la desidia de las autoridades municipales.

Nadie patrulla a pie por las calles, ya no para coger a los incívicos en el momento de la agresión, si no aunque sea solo por el efecto disuasorio que tendría”, sostiene Múrria. “Nosotros aún mantenemos la tradición de que cada día, tras levantar la persiana, barremos el trozo de trozo de acera que está delante de la tienda, y entonces, cuando ocurre algo como esto, sientes una gran indefensión”, añade.

Joan Múrria Boada en la fachada modernista de Queviures Múrria, vandalizada con grafitis.

Joan Múrria Boada, feente a la fachada modernista de Queviures Múrria, vandalizada con grafitis. / ZOWY VOETEN

Lo que un imbécil de momento sin identificar ha dañado es una tienda fundada en 1904 que fue comprada por la familia Múrria en 1943 por el padre de Joan, Josep, cofundador también de otro establecimiento icónico de la ciudad, el Colmado Quílez. El autor de la pintada, lo dicho, no se sabe quién es, pero en estos casos existe un protocolo que tal vez remotamente pueda permitir ponerle cara. El Ayuntamiento de Barcelona fotografía las pintadas que se realizan furtivamente en la ciudad y las clasifica, sobre todo si se trata de los llamados ‘tags’ (firmas rápidas del autor) por si uno de esos vándalos es atrapado en plena acción y así pasarle la multa conjunta de todos sus ataques.