Llamamiento a la responsabilidad

Los jabalís necesitan que los humanos de Barcelona dejen de alimentarlos

El ayuntamiento presenta un plan para que la ciudad deje de ser atractiva para los animales, para que prefieran quedarse en Collserola

Se instará a no darles comida, se dificultará el acceso a pienso para gatos y se reforzará el anclaje de papeleras y contenedores

Un jabalí descansa cerca de Les Planes.

Un jabalí descansa cerca de Les Planes. / Ferran Nadeu

Toni Sust

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un grupo de jabalís se acerca a los límites de Barcelona. Está a punto de abandonar el parque de Collserola para adentrarse en la trama urbana de la capital catalana. Son las nueve o las diez de la noche. Los jabalís no lo saben, pero alguien les observa.

Van a buscar comida facilitada por los humanos. Una vez han aprendido que existe esa vía, ya no la abandonan: pierden sus instintos naturales. De repente, una red de caída les atrapa. A todos. Ninguno debe escapar. Uno por uno, los animales reciben una dosis anestésica, disparada con una cerbatana o un fusil. En diez minutos como máximo están completamente dormidos. Entonces, se les administra un producto eutanásico. Y mueren.

Los jabalís necesitan que los humanos de Barcelona dejen de alimentarlos

Los jabalís necesitan que los humanos de Barcelona dejen de alimentarlos. /

La consecuencia de un error

No debe escapar ninguno por dos motivos: evitar que el que sobreviva deba afrontar el estrés de ver que sus compañeros han perecido e impedir que un individuo que escape pueda extender a otros jabalís el conocimiento de cómo lograr comida en contenedores y papeleras, en puntos de alimentación para gatos o directamente de ciudadanos que, quizá con buena voluntad pero con efectos nefastos, les procuran sustento.

La escena descrita al principio, un proceso en el que se garantiza que ninguno de los animales sufre, es lo que se conoce como una captura programada (además de con una red puede hacerse con una jaula móvil), una de las medidas con las que el Ayuntamiento de Barcelona afronta una disfunción que genera no pocos incidentes y que altera completamente la vida de los jabalís: el hecho de que la ciudad se convierta en un lugar atractivo para ellos porque es donde obtienen comida, una comida que de un modo u otro reciben de los humanos, es decir, de origen antropogénico.

También se da la captura reactiva: cuando un jabalí se mete en la ciudad y se genera un incidente que requiere una solución inmediata, o cuando uno es atropellado y agoniza por el golpe. La Guardia Urbana interviene y si es necesario avisa a los veterinarios especializados. Pero la clave es la prevención.

La Generalitat permite la caza de los jabalís en Collserola, pero en Barcelona está vetada. En 2021, en la ciudad, se registraron 1.202 incidencias relacionadas con los jabalís así como 196 capturas; 107 reactivas y 89 programadas. Fue un año con un gran número de incidencias (en 2020 hubo 585) y se espera que este verano muchos jabalís se acerquen a la trama urbana.

“No queremos que los jabalís vivan en la ciudad. La mejor garantía de su bienestar es que sigan viviendo en Collserola”, afirma la directora de servicios de los derechos de los animales del consistorio, Carme Mate, que el pasado martes expuso las líneas principales del Plan de acción 2022-2023 para reducir la presencia de jabalís en el entorno urbano. Lo hizo junto a Carles Conejero, coordinador del programa del Servicio de Ecopatología de Fauna Salvaje de la UAB (SEFaS).

“Un jabalí pierde sus instintos cuando tiene acceso a recursos humanizados, por alimentación voluntaria o por basura o pienso para mascotas que encuentra. Cuando los animales pequeños se alimentan así, de mayores buscarán la comida de la misma manera. Es una alteración de su comportamiento natural. Entienden que las carreteras son un entorno seguro y se exponen a atropellos”, explica Conejero.

La presencia de los jabalís provoca incidentes cada año y genera consecuencias indeseables de tipo variado, en primer lugar para ellos mismos. Para frenar el fenómeno el plan propone varias líneas de actuación. Los objetivos principales son limitar los puntos de alimentación y dificultar el acceso de los animales al área urbana. Con ese fin, se encriptará los puntos de alimentación para colonias de gatos, de manera que el agujero por el que se logra la comida no resulte accesible para los jabalís. Se blindará el anclaje de los contenedores y las papeleras, y algunas se retirarán. Cuentan Mate y Conejero que los jabalís son animales muy inteligentes con una gran capacidad de aprendizaje que les ha permitido convertirse en expertos en volcar contenedores.

Su lugar de descanso

También se trabajará en el desbroce de zonas de vegetación en el entorno urbano y periurbano, porque son los lugares favoritos para descansar para los visitantes indeseables de la ciudad. Y ya pensando en los humanos, se hará una campaña de información ciudadana, especialmente centrada en los distritos de montaña, para que la gente entienda que si bien puede resultar simpático dar un trozo de bocadillo a una cría, en el fondo se les destroza la vida.

“Si alimentamos a los jabalís les estamos modificando el hábitat y les estamos condenando a malvivir. No les hacemos un favor. Posiblemente acaben capturados y eliminados”, advierte Conejero, que subraya que para un veterinario es no es el desenlace ideal.

Crecimiento prematuro, atropellos

Entre los efectos indeseados que los propios jabalís sufren por su interacción con el alimento vinculado con los humanos destaca el peligro al que se exponen al adentrarse en la ciudad, y a menudo sufren atropellos. Si no son muy grandes, suelen morir por el impacto, pero también se dan casos en los que sobreviven años con una cadera rota, porque son muy resistentes. No es raro que sufran mutilaciones.

También suelen ser mordidos por perros, a menudo cuando visitan jardines en busca de un césped fresco que especialmente en las épocas más secas, como agosto, no hallan en su hábitat. Cuando se les practican necropsias, algo habitual tras las capturas, se les encuentra en la barriga papel de plata, plásticos, envoltorios de alimentos.

Alteración del peso

Otra disfunción: los jabalís que se alimentan en la ciudad crecen mucho más rápido. Se considera que un animal es adulto con más de dos años, pero cuando llegan a pesar 30 kilos ya puede reproducirse. En su entorno natural, alcanzan ese peso en 12 meses. En el urbano, en solo seis. Sin embargo, cuenta Conejero que no es muy habitual que jabalís de seis a ocho meses procreen.

En cuanto a la relación de las personas con los jabalís, se dan a menudo casos de mordeduras que se deben al origen de todo: habituados a recibir alimentos, a la que se topan con una familia van a por las mochilas, y si no lo logran pueden registrarse dentelladas. Aunque no se lamentan tragedias humanas, los sustos son considerables.

Los expertos definen dos tipos de alimentadores de jabalís: el ocasional, ese excursionista que tira un pedazo de bocadillo a esa cría tan simpatía, y el rutinario, que les ofrece alimento en el patio de su casa. Ambos, dicen, deben rectificar esa actuación.

Suscríbete para seguir leyendo