Tendencia saludable

Los productos eco y de proximidad conquistan los mercados de Barcelona

Más de la mitad del total de puestos de fruta, hortalizas, carnes y pescados se suman al programa Comercio Verde, que pone en valor el alimento de temporada, local y con el mínimo de intermediarios. La medida atrae a las nuevas generaciones de compradores.

Imma Tugas, con su perro, muestra una lechuga recién cogida del huerto que nutre su puesto de venta en el mercado de Sant Andreu.

Imma Tugas, con su perro, muestra una lechuga recién cogida del huerto que nutre su puesto de venta en el mercado de Sant Andreu. / JORDI OTIX

Patricia Castán

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Una coliflor cogida hace apenas unas horas en el Baix Llobregat, unas sardinas casi coleteando procedentes de la costa barcelonesa, o un filete llegado de una granja y sin intermediarios son algunos de los ejemplos cada vez más frecuentes accesibles a la vuelta de la esquina, como quien dice. Lo que empezó tímidamente el pasado verano con una prueba piloto en seis mercados municipales de Barcelona ya ha seducido al 56% de operadores susceptibles de ejercer de Comercio verde o de al menos contar con un Rincón de comercio verde en los 38 equipamientos de la ciudad. Ese distintivo es motivo de orgullo para los 619 comercios adheridos hasta la fecha, entre puestos de frutas, hortalizas, carnes, pescados, legumbres, herboristerías y otros. No solo acercan más la producción de proximidad, ecológica o de payés a la ciudadanía, sino que son un buen reclamo para atraer a las nuevas generaciones de compradores, muy concienciadas sobre el valor añadido de una alcachofa o una manzana autóctonas.

El ayuntamiento y la Federació de Mercats Municipals de Barcelona (FEMM) impulsaron el programa con la doble misión de lograr un salto cualitativo tanto en el volumen de dichos alimentos consumidos en la capital catalana, como en favorecer el acceso de la ciudadanía, que cada vez más los busca en los supermercados o tiendas especializadas. Como comenta Álvaro Porro, comisionado municipal de Economía Social, Desarrollo Local y Política Alimentaria, el momento era idóneo porque "el consumo va en esa dirección". Por ello, era tan importante tentar al máximo de compradores, como subir al carro de las nuevas tendencias a los vendedores tradicionales. "El próximo reto es estabilizarlo, porque es un proceso largo", opina, que además puede atraer a la clientela joven a los mercados, como ya está sucediendo.

Requisitos y cifras

Para formar parte de alguna de las dos categorías, hay que ofrecer un cierto número o porcentaje de referencias que cumplan todas o algunas de las características exigidas. Como tratarse de un producto local de origen en Catalunya, minimizando las piezas llegadas de muy lejos para reducir la huella de carbono, además de garantizar más frescura y potenciar la temporalidad. O bien de un producto ecológico con certificado CCPAE, de agricultura o ganadería eco, más saludables para las personas y el planeta. O de uno directo de payés o lonja, bien de una finca propia o de un productor de plena confianza. En función de la proporción, los puestos participantes ejercen de Comercio verde, o bien cuentan con un Rincón de comercio verde, con los correspondientes carteles y etiquetas.

Molins, de Lluis Fisas, es uno de los Comercios verdes del mercado de la Concepció.

Molins, de Lluis Fisas, es uno de los Comercios verdes del mercado de la Concepció. / JOAN CORTADELLAS

Hasta ahora, se han sumado a la iniciativa 291 establecimientos cárnicos, 158 pescaderías, 120 fruterías, 29 de legumbres, 11 de herboristería y dietética, 6 de víveres y 4 de especialidades. En cualquier mercado crecen los ejemplos, aquí y allá, como la pescadería Montía en el Poblenou y su surtido de playa, o las carnes de Gallifa, especializado en ternera criada en libertad en el mercado de Felip II. Pero acaso el ejemplo paradigmático sea el agrícola, en tanto que unas decenas de operadores cultivan personalmente lo que luego venden, como ilustran en este artículo. Para la ciudad se trata de viaje de largo recorrido y con mucho futuro, iniciado con motivo de la capitalidad de Barcelona en alimentación sostenible, el año pasado, y que representa solo una de las piezas del puzle para acercar más la ciudad al campo o los alimentos del entorno al comercio barcelonés.

Generaciones puestas al día

Lo sabe muy bien Lluís Fisas, cuya familia hace más de 40 años que vende en el mercado de la Concepció, a la vez que mantienen firme su vocación de payeses de cuarta generación. Hace 15 dieron el salto a la agricultura ecológica, que combinan con la de proximidad. Haciendo hincapié en que el certificado eco implica "mucha más complicación, semillas más caras, más mano de obra al usar no usar fungicidas de síntesis, el crecimiento más lento y con menos agua...", aunque con la ventaja de que su venta directa les permite ser competitivos en precio.

En sus puestos sacan pecho especialmente por la cosecha propia llegada de sus 3,5 hectáreas en el Parc Agrari del Llobregat, que ahora suma 40 productos, desde seis tipos de lechuga a habas, y en unos meses alcanza las 20 variedades de tomate que también se sirven en restaurantes de alta gama. El resto de sus productos llegan desde su red de confianza del Baix Llobregat, tan frescos que resisten días en la nevera doméstica como si tal. Una estructura sincronizada que suma hasta nueve personas en tienda tripuladas por su madre, Àngels, hasta cinco en los campos. "Es un trabajo duro que hay que dignificar", defiende.

Cuestión de concienciación

También lo hacen Montserrat Tugas y familia, con producción en esa misma comarca, donde miman sus generosas cosechas. El clan comenzó en el mercado de Sant Andreu hace 56 años con paradas de payés, que luego no se pudieron transmitir y les llevaron a ubicarse en el perímetro del mercado, hasta que la reforma les permitió volver al interior. También hace 15 años que se pasaron por completo a la agricultura ecológica "con sello", que reivindican ante otros calificativos no equivalentes y ahora lucen el distintivo de Comercio verde casi con mayúsculas. "Cuando hicimos el cambio perdimos clientes porque la gente estaba acostumbrada a que todo fuese grande y brillante, y a tener de todo durante todo el año". El tiempo corrió a su favor y ahora van "ganando adeptos", especialmente cuando las parejas jóvenes forman familias y "se conciencian".

Esteban recoge alcachofas en su huerto de Sant Boi, que luego irán directas al negocio que tienen en el mercado de Galvany.

Esteban recoge alcachofas en su huerto de Sant Boi, que luego irán directas al negocio que tienen en el mercado de Galvany. / JORDI OTIX

Han de hacer mucha pedagogía, "hablar mucho": "Hasta ahora no hemos tenido alcachofas porque la autóctona comienza ahora", relata. Suman unas cinco hectáreas y una en montaña, en una vocación por la tierra que capitanea el patriarca, de 80 años, su hermana Imma, un hijo y un sobrino, aunque estos solo mientras acaban sus estudios.

En el mercado de Galvany, en la zona alta, la matriarca Serafina (89 años) abanderó esa venta de payés que ahora les ha valido la acreditación municipal, cuenta su hija, Montse Marcet. Asume que no pasarán de la cuarta generación porque su hijo, arquitecto, inicia su nueva etapa profesional. Pero el producto de proximidad es su especialidad, con invernadero incluido, y más allá del comercio lo despliegan en sus puestos de Mercabarna. "Cada día llenamos un camión", explica, con el género que Esteban y otros cultivan con primor en Sant Boi y que cada vez está más cerca del consumidor final.

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