Efectos de la pandemia

El inminente cierre del Mercadillo de Portaferrissa agudiza la crisis del Gòtic

La galería abierta en 1975 y conocida como 'El camello' por la figura que luce en su puerta bajará la persiana a finales de mes

Interior de El Mercadillo este viernes, dividido en diversos espacios comerciales.

Interior de El Mercadillo este viernes, dividido en diversos espacios comerciales. / Manu Mitru

Patricia Castán

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Los estragos de la pandemia en el comercio del Gòtic siguen siendo visibles incluso ahora que el turismo regresa a la zona. Decenas de establecimientos cerrados aguardan inquilinos dispuestos a pagar alquileres de vértigo en un momento de incertidumbre para los negocios. Y a ellos se sumará a partir de primeros de septiembre El Mercadillo de Portaferrissa, más conocido popularmente como 'El camello' por la figura del animal que preside su entrada, donde varias generaciones ávidas de modernidad se vistieron desde 1975. El adiós, previa vía judicial a instancias de la propiedad, responde a la deuda generada por el impago del alquiler durante la crisis sanitaria.

Las cuatro tiendas que aún siguen abiertas en los bajos y el bar El Jardí desaparecerán el 31 de agosto, tras un progresivo decaimiento comercial que ahora ha sentenciado la actual coyuntura. Se quedarán sin cumplir por poco el medio siglo de vida. El origen del negocio --inicialmente en la planta baja y desde 1982 también en el principal del número 17, en un edificio de finales del siglo XVII-- como establecimiento de moda fue una iniciativa de los hermanos Pilar y Artur Mijangos, que ya habían abierto otro Mercadillo en la zona alta siguiendo sobre todo las tendencias de Londres. Se dividía en distintos puntos de venta de acceso abierto, donde lo mismo había ropa de jóvenes creadores o importada para modernos, que 'looks' alternativos o de segunda mano, pero estilosos. A inicios de los años 90 muchos barceloneses jóvenes se dejaban allí el presupuesto para componer un estilismo que luego lucirían en los locales nocturnos de moda.

Unos turistas se fotografían con el camello que preside la entrada de las galerías El Mercadillo.

Unos turistas se fotografían con el camello que preside la entrada de las galerías El Mercadillo. / Manu Mitru

Bajo la batuta de Artur, con contrato indefinido prorrogable a una generación más, a lo largo de décadas ha ido alternando diferentes operadores, modos y modas. Antes que el camello salido de Vinçon también hubo una astronave en la entrada, o una pieza original de Miró. "Siempre respetando los elementos del edificio", recuerda el creativo empresario. Fue el súmum de la moda rompedora en la codiciada Portaferrissa que remataba la ruta del Portal de l'Àngel; vivió el 'boom' turístico y la pérdida de clientela autóctona, así como los vaivenes de las tendencias de consumo hacia la globalización y producción masiva, donde las galerías a pie de calle no salen bien paradas en los últimos años, con diversos cierres en toda la ciudad.

Oferta comercial cambiante

Aquí la oferta comercial original se había ido desdibujando tras una primera crisis en 2003, cuando Mijangos perdió finalmente el contrato de la planta principal (que lucía fantásticos artesonados en sus techos y sigue cerrada desde entonces). Allí además de tener varios negocios subarrendados (una peluquería, tientas...) gestionaba personalmente un restaurante. Al tener que cerrar este, optó por crear El Jardí aprovechando la terraza, con un acceso desde la planta baja que siguió regentando.

Esa última etapa no fue fácil, pero asegura que logró cubrir el alquiler sin falta, pese a la progresiva "decadencia" de las galerías, gracias al tirón del bar. Hasta que llegaron el coronavirus, el confinamiento y la extinción temporal del turismo, haciendo imposible la facturación suficiente para poder paga los 15.000 euros mensuales. Relata que no hubo manera de alcanzar un pacto con la propiedad y las deudas se acumularon. Ante la certeza de un desahucio previsto para finales de julio, Artur aceptó echar el cerrojo y devolver voluntariamente las llaves del espacio que ha gestionado todos estos años antes del 1 de septiembre. Se teme que acabará en manos de algún fondo inversor.

Desde la asociación de comerciantes de Barna Centre, muy preocupada por la situación que vive el epicentro comercial de Barcelona, reivindican una política de acuerdos que permitan acercar las posiciones de los propietarios de locales con emprendedores y empresarios que tengan propuestas comerciales "sostenibles y de calidad a medio y largo plazo". Acaso con mediación municipal, habida cuenta del difícil equilibrio que precisa la zona, donde cada vez hay más negocios pensados para explotar intensamente y a corto plazo. Portaferrissa se ha convertido, de hecho, en una calle de gran rotación comercial y con acelerada pérdida de identidad, a precios desorbitados. Nadie duda de que el relevo del Mercadillo cotizará ahora mucho más alto...

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