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Los Lourdes de Barcelona: dónde ir a pedir un milagro
Aquí se piden milagros con rutina doméstica. Hay santos oficiosos a los que solo les falta tener un libro de reclamaciones. Santuarios a los que peregrinar este Día de Todos los Santos en busca de lo imposible
Un paseo entre fantasmas por Barcelona
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Ana Sánchez
Periodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Por esta tumba han pasado los de 'Cuarto milenio'. Hasta han venido a grabar psicofonías y reportajes con banda sonora de peli de miedo. No, parece que ya no se estila eso de correr hacia la luz a lo Carol Anne en 'Poltergeist', según están los precios de la electricidad. Aquí se viene a pedir milagros ya con rutina doméstica. En Barcelona hay santos oficiosos a los que solo les falta tener un libro de reclamaciones. Santuarios a lo Lourdes a los que peregrinar en busca de lo imposible.
Lo llaman "el Santet". Ni siquiera es beato. Es el difunto más visitado del cementerio del Poblenou. El milagrero más popular de Barcelona. Se ha avistado a algún vecino con su cara tatuada. Tuvieron que despejar los 12 nichos que lo rodean para hacer hueco a las ofrendas. Se ha convertido en un santuario 'kitsch': junto a las flores y las velas, hay fotos enmarcadas más propias de un salón de casa, figuras de santos, ángeles, vírgenes, muchos niños Jesús, una inquietante holografía de Cristo ya añeja que abre y cierra los ojos según caminas por delante.
Una brecha al Más Allá
En la entrada te lo indican de carrerilla: “Está en medio de los dos cipreses”. Pilar ya ni pestañea cuando le preguntan dónde se piden los milagros. Señala con paciencia los dos árboles que se entreven tras un muro a la izquierda. Hay que entrar en la isla IV. Según llegas al panteón de Joaquim Bassegoda i Amigó, te cuelas en la hilera de nichos de la derecha. O hay alguien poniendo flores o un turista con la boca abierta.
Francesc Canals Ambrós, se lee en la tumba. “Ha concedido y sigue concediendo favores a quien se lo pida”, promete la minibiografía adosada a su lápida. Murió en 1899, tenía solo 22 años. Una grieta cruza el nombre de piedra en diagonal. Hasta la Wikipedia advierte de que si se mira fijamente la brecha se puede ver el Más Allá. Pero nada. Ni mirando con la intensidad de la niña de 'Stranger things' se llega a intuir un triste mundo paralelo.
Los milagros se despachan en cuestión de segundos. Hay que garabatear la petición en un papel, introducirlo en la lápida -parapetada con un cristal y una ranura a modo de urna- y salir de allí por el lado derecho. Así -garantizan- funcionan estos milagros. Frente a la tumba suelen colgar ofrendas que recuerdan recientes curaciones sobrenaturales: hoy hay una pierna de cera, seis chupetes y tres peluches.
El 'santet' de Sant Andreu
“El otro santet”, el que pasa desapercibido para los turistas, está en Sant Andreu. Centro de peregrinación de vecinos. “Siempre viene gente”, resopla un trabajador del cementerio. Es una de las tumbas que hay en la base de la capilla central. La que está llena de flores y plantas.
Francesc Pla Saña, indica la lápida. “El capellanet de Sant Andreu”, lo han rebautizado. Santo popular desde 1918. También murió siendo veinteañero. Era seminarista, pero antes de llegar a ser sacerdote, el entonces obispo de Barcelona lo vetó. Se había enterado de que su madre era espiritista. “El espiritismo –pone en antecedentes Adrià Terol- estaba muy de moda entre las clases medias y altas de finales del siglo XIX”. Así lo detalla durante las rutas por este cementerio. Es historiador, gestor cultural de Cementiris de Barcelona, la tercera generación de su familia que trabaja entre ataúdes.
El capellanet –continúa Terol el drama- entró en depresión. Murió en cuestión de meses. A los cuatro años del entierro, lo tuvieron que trasladar de tumba ante el aluvión de flores y exvotos de los vecinos.
¿Un milagro de última hora? Para eso está el patrón de las urgencias. Otro santo barcelonés con currículum milagroso: San Expédito. “Para casos desesperados y urgentes –garantizan-, sea de lo que sea”.
Han tenido que poner una caja a sus pies para recoger los papelitos con las peticiones de los devotos. Se vacía el día 1 de cada mes. “Siempre está llena”, aseguran en la iglesia. Cuentan que cada vez viene más gente. “Hay mucha devoción, porque se han concedido muchísimas cosas”. Diez minutos aquí y te detallarán por lo bajini al menos un par de milagros inexplicables.
Iglesia de Sant Jaume (Ferran, 28). No hay duda de que es el santo más solicitado: es el que acumula más velas humeantes. Apenas ha pasado medio día y ya hay encendidas 50 delante de la discreta figura de este mártir romano. Y eso que enfrente tiene a San Judas Tadeo, el patrón de las causas imposibles.
“San Judas me hace menos caso que este”, sonríe Dioni. Ella lleva viniendo a ver a San Expédito desde hace lo menos 16 años, calcula. ¿Que si es efectivo? “Yo lo único que le pido es salud –asiente- y de momento estamos bien”.
Agua milagrosa
Para curarse del todo en salud hay que dejarse caer por la plaza de Tetuán: hace un siglo que se cree que el agua de la fuente del monumento al Doctor Robert tiene propiedades milagrosas. Doctor Robert: médico, político, uno de los alcaldes más queridos de Barcelona. “Era tan popular -recuerda el historiador Gregor Siles-, que cuando se inauguró su monumento (en 1910, originalmente en la plaza Universitat), la gente empezó a ir a beber agua con la creencia de que era curativa”. El Ibuprofeno de la época.
Y aún hay otras coordenadas de ultratumba que reciben visitas continuas en el cementerio de Montjuïc, apunta la historiadora Alba Vendrell. Es un nicho sencillo, sin grandes aspavientos posmortem: una lápida acristalada con un florero y dos plantas y frase lapidaria a mano: “Aquí se guardan los restos de la insigne escritora espiritista Amalia Domingo”. Fue una de las espiritistas más reconocidas de su época. Murió en 1909. Su multitudinario entierro dejaría a la altura del betún al “si me queréis, irse” de Lola Flores.
Se recomienda pedir mapa. Aún así es fácil perderse. Desde el acceso del cementerio de Mare de Deu de Port, subes el caminito dirección al Fossar de la Pedrera y está encima de la primera plaza, la del Descans. Nicho número 35. Inevitable pararse poco antes en seco frente a otra lápida: “Aquí yace la envoltura corporal de un hombre honrado”. No, no es algo que se vea todos los días.
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