Fin de semana al aire libre
Los 'urbanitas' aprovechan la relajación de restricciones para salir en masa
El centro de la ciudad y las grandes superficies registran un importante trasiego pero no aglomeraciones, en una jornada en la que los barceloneses también podían escaparse fuera de la ciudad
Tras 10 semanas de confinamiento comarcal y de cierre comercial en fin de semana, la gente sale en busca de aire fresco para tratar de mitigar la fatiga pandémica
Gabriel Ubieto
Redactor
Periodista de economía, centrado en el mercado laboral. He crecido como redactor en El Periódico, pero antes hice prácticas en La Vanguardia y escribí durante seis meses desde Chile para Hemisfèria.cat. Ganador del premio Ramon Barnils (2015) por el reportaje "Els ultres prenen partit".
Se veía venir desde hacía días. Había ganas de salir de casa, de pasear por el monte, de ir un par de días en esa segunda residencia que llevaba meses cerrada, de subir a esquiar o de, simplemente, acercarse a la gran ciudad y aprovechar a ver qué tal están las rebajas. Tras 10 semanas de confinamiento comarcal y de cierre comercial en fin de semana, los 'urbanitas' se han lanzado este sábado en busca de aire fresco, a ver si así se hace más llevadera la fatiga pandémica. Y el tiempo, en contra de los pronósticos meteorológicos, les ha acompañado en casi toda Catalunya. La relajación de las medidas para contener el avance del coronavirus se ha hecho notar y ha llenado las calles (mucho) y los espacios abiertos (aunque sin ahogos).
Aún con muchos establecimientos con la persiana bajada -porque no han sobrevivido a los estragos de esta crisis-, los comerciantes han notado el aumento de clientes. "Hay bastante gente, las ventas son normales, pero como venimos de estar cerrados cualquier cosa mejora, se ha notado que la gente podía salir de Barcelona, sí, pero también que la gente podía venir aquí", explicaba el vicepresidente de Barcelona Comerç, Pròsper Puig. El día soleado en Barcelona, tras un viernes de lluvias y luces grises, ha acompañado y los ciudadanos han llenado el centro, los barrios y las grandes superficies, con colas. Ha habido trasiego, pero sin aglomeraciones.
Los accesos del mercado de Els Encants han estado rodeados desde primera hora de la mañana por una serpenteante cola de personas esperando para poder acceder al recinto. “No sé para qué hemos madrugado, para esto sigo durmiendo”, le decía un hijo a su padre mientras esperaban. Al otro lado de la verja, en el interior, la gente recorría las paradas, con el griterío de ofertas de banda sonora y la canción 'Yo soy aquel', de Raphael, sonando por los altavoces de un puesto de lencería femenina cercano.
A pocos metros de Els Encants, Josep y Eva salían del hipermercado del centro comercial Glòries con un juego de sartenes nuevo. Era su día de compras de la semana y “ya que está abierto", han aprovechado para darse "una vuelta”, contaba Josep. “A lo mejor me cae algo por mi santo”, añadía haciéndole un guiño a su acompañante. Varias tiendas han visto en esa efemérides -más bien por la vía del Día del Padre- como un enganche y ofrecían descuentos. Raro era el escaparate que no tentaba con algún tipo de rebaja.
“Me esperaba más gente a primera hora, la verdad”, reconocía una voluntaria que recogía alimentos para donar a la puerta del hipermercado. Movimiento, pero no aglomeraciones era la ecuación que se repetía tanto en Glòries como en Diagonal Mar. Entre una gran superficie y la otra discurre la avenida de la Diagonal, con una estampa más primaveral que de invierno. Ciclistas surcaban el asfalto a un lado y otro de la vía, con el carril central nutrido con manadas de patinadores, que compartían acera con los perros que han sacado a pasear a sus humanos.
"Ahora lo importante es no dar marcha atrás"
Mercedes, Maruja y Berta son tres jubiladas que han venido este sábado desde Martorell a pasar la mañana de compras. Han hecho el camino inverso al de muchos barceloneses y han aprovechado el primer fin de semana con el confinamiento comarcal levantado para ir de excursión a la capital. “Por hacer algo diferente”, contaba Berta, erigida como portavoz. “Todo es tan aburrido con esto del virus”, añadía.
Hoy hay comercios que no han abierto porque no han sobrevivido
Sin grandes aglomeraciones
En la puerta de una tienda de ropa de Diagonal Mar, un padre apoyado en una barandilla espera, con sus dos hijas sentadas en el suelo. Toda silla o banco en el que el descansar de la fatiga del comprador (o acompañante) está precintada en aras de la emergencia sanitaria. Pese a que no hay controles de acceso en el centro comercial, no cuesta respetar las indicaciones de “mantener una distancia de dos metros con el resto de personas”, tal como rezan varios carteles.
La excepción es la multitudinaria cola para entrar a una popular tienda de ropa, especializada en bajos precios. La misma estampa se reproduce en la tienda que esa firma tiene en la plaza de Catalunya, donde el servicio de seguridad ha tenido que partir la cola en dos para permitir el paso al transeúnte. ¿De cuánto es la espera? Encogimiento de hombros por parte del vigilante de seguridad como respuesta. No avanza muy rápido a simple vista. Con el buen día que hace, ¿vale la pena? Otro encogimiento de hombros por parte de un grupo de jóvenes que espera su turno, ante la pregunta.
Buscaba comprarme algo alegre, porque estoy un poco harta de todo
La situación "ha sido una carga más anímica, porque el sector está tocado, que de caja. Ahora lo importante es no dar marcha atrás", reflexionaba Pròsper Puig. "El comercio de proximidad resiste, aunque hoy hay comercios que no han abierto porque no han aguantado el año que llevamos", observaba el vicepresidente de Barcelona Comerç.
Meli y Sandra, madre e hija, han aprovechado la excusa de las compras para pasar el día juntas. “Buscaba algo alegre porque estoy un poco harta de todo”, cuenta Meli. “Al final nos hemos comprado el mismo vestido las dos”, añade. “No es la primera vez que pasa”, reconoce divertida Sandra. Estas dos barcelonesas han sido de las madrugadoras y al filo del mediodía, con un Portal de l'Àngel bastante concurrido, ya piensan en el ritual del vermut. “Ahora nos vamos a tomar una cervecita, que ya está mi marido en casa para hacer la comida. Así que a mesa puesta”, se despide Meli.
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