Desembarque en el litoral

Los Reyes Magos devuelven la ilusión desde la distancia en Barcelona

La pandemia impidió las cabalgatas de siempre, pero la televisión permitió vivir desde el sofá la llegada más esperada en Barcelona

Los Magos derrocharon creatividad, tecnología e imaginación en su gran noche de preparativos en el Fòrum

Los reyes en tres minutos

Los Reyes Magos en Barcelona, en tres minutos. /

Patricia Castán

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con mascarilla, como mandan los nuevos tiempos, los Reyes Magos han desembarcado esta noche en Barcelona en el pailebote Santa Eulàlia dispuestos a recuperar la ilusión de los que no daban mucho crédito a la ‘no cabalgata’ virtual que ha impuesto la pandemia. El tradicional recorrido por la ciudad no existió esta vez para evitar aglomeraciones y contagios, pero fue relevado por un meritorio espectáculo televisado que casi sacó más partido al Parc del Fòrum que aquel evento mundial de las Culturas 2004 para el que fue creado y que hoy ya pocos recuerdan. 

 Melchor, Gaspar y Baltasar llegaron puntuales a una cita anual marcada (para la historia) por las distancias. En lugar de las 900.000 personas que se llegan a congregar por las calles para contemplar el paso del séquito real, en esta ocasión les aguardaban unos ciemtps de asistentes -tan separados como en la terraza de un bar del 2020-, entre las que había 300 hijos de familias con miembros en servicios sanitarios y esenciales. Era el homenaje de la ciudad al esfuerzo de esos progenitores que se ganaron más que nadie un regalo este 6 de enero.

El rey Melchor recibe una carta de un niño poco después de desembarcar en el Parc del Fòrum, en Barcelona.

El rey Melchor recibe una carta de un niño poco después de desembarcar en el Parc del Fòrum, en Barcelona. / JORDI COTRINA

Completaban la recepción en tierra representantes de los ayuntamientos de Barcelona y Sant Adrià, con la alcaldesa Ada Colau a la cabeza. Sabedores del terreno que iban a pisar y de las prioridades municipales, sus Majestades trajeron como presentes una semilla llamada a ser árbol, un mineral que simbolizaba la ciencia y el talento, y una pluma del paraíso, que invitaba a cuidar el medioambiente y la sostenibilidad. A cambio, se llevaron el pan y la sal, de manos de una representación infantil convenientemente ataviada con gorros con el eslogan de Barcelona. Y, sobre todo, obtuvieron la imprescindible llave mágica para poderse colar sin problemas en todos los hogares.

Más merecido que nunca

Colau, «nerviosa y emocionada», acertó al contarles que los niños y niñas se merecen este año más regalos que nunca. «Han hecho un esfuerzo extraordinario», dijo. Han aprendido a convivir con un virus y un encierro. A lavarse las manos como si fueran cirujanos y a vivir con media cara tapada. Por fortuna, la alcaldesa otorgó a los Magos un permiso especial para saltarse literalmente el toque de queda. Había mucha faena por delante, así que los despidió reivindicando una ciudad «amable» en la que a nadie le falte casa, comida ni suministros, terció.

Para tranquilizar a la audiencia, Melchor aseguró que los juguetes habían llegado con antelación y que personalmente iban a supervisar el cargamento. No olvidó recetar «esfuerzo para la victoria», «suerte, bondad, alegría» y mucho coraje, porque «vendrán días alegres», prometió.

Tras esa media hora retransmitida en directo, se ofreció un montaje producido por el Instituto de Cultura de Barcelona (Icub), bajo la dirección de Marta Almirall, en el que los Reyes recorrían su campamento del Fòrum, instalado desde el 28 de diciembre. 

A falta de cabalgata y de la emoción que solo la proximidad en plena calle puede infundir a la tropa infantil, el Icub apostó por imaginación, «creatividad, sensibilidad y tecnología», que la pantalla del televisor logró exaltar. Sacaba partido, además, a esa instalación que (previa reserva) habían podido visitar en varias jornadas unas 40.000 personas (otras 5.000 entradas no utilizaron sus entradas). De modo que cientos de miles de espectadores pudieron adentrarse desde el sofá en ese parque de la Magia de Oriente .

Los Reyes fueron peinando los ocho ambientes de un recorrido de 700 metros que abarca desde la recepción de cartas a los dominios de cada uno de ellos. Les acompañaban 200 pajes y un despliegue de bailarines y actores de compañías de danza locales, del Institut del Teatre y del Centre de Dansa de Catalunya. En el espacio de almacén, desde una gran cinta transportadora que no cesaba de escupir regalos, pudieron convencer al más escéptico de que habría para todos. Y aunque nadie aspira al carbón, acaso la coreografía más estelar se vivió en el tramo de las minas, donde amenazaban con ese castigo al que no estudia, hace ruido o no da besos.

El resto de municipios catalanes tuvieron con recurrir, con más o menos inventiva y recursos, a fórmulas estáticas para que los tres reyes se dejasen ver . A distancia y con la mascarilla de rigor.