ÉRASE UNA VEZ EN EL BARRIO... (45)

El castillo de Torre Baró, el mirador de la cara B de la ciudad

El espacio, levantado a principios del siglo XX, acaba de reabrir tras un año cerrado por una polémica reforma

Desde el Arxiu Històric de Nou Barris critican que modificar la fachada ha supuesto "cargarse la esencia"

Castillo de Torre Baró

Castillo de Torre Baró / ÀNGEL GARCIA

Helena López

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Su característica silueta no suele aparecer en los dibujos del 'skyline' de la ciudad, esos que jamás se olvidan de la Torre Agbar, la Sagrada Família o el Hotel W. Su particular contorno, en cambio, es un icono en el distrito en el que se levanta. La singular fortaleza fue, por ejemplo, símbolo de la campaña Nou Barris Cabrejada diu prou!, en 2012, una de las movilizaciones más transversales, efectivas y cargadas de razón de la última década.

El castillo de Torre Baró, en Collserola, ofrece un mirador privilegiado de la Barcelona real. Todas las caras de la ciudad, la cosmopolita y la más popular, la opulenta y la pobre, observadas desde un mismo punto. Desde la balconada principal de la placita frente al recientemente reformado castillo, el rostro más conocido de la metrópoli, con el mar al fondo. Moviéndose solo unos metros, en el mirador opuesto, la cara B. Tras dos gigantescas torres eléctricas y bajo sus disruptivos hilos, las decenas de casas autoconstruidas sobre desniveles que se antojan imposibles que conforman el barrio de Torre Baró, que debe su nombre al prácticamente jamás habitado castillo (bien, en realidad no a este, sino al que le precedió, hoy desaparecido). Irregulares casitas de colores levantadas con el esfuerzo de sus primeros habitantes entre los árboles y las subidas, unas sobre las otras. A su izquierda, los humildes bloques de Ciutat Meridiana; el Turó de Montcada, y, tras incontables carriles por los que no paran de pasar coches que entran a la ciudad, y que desde esta altura parecen de juguete, el barrio de Vallbona.

A la luz de la luna

Son las nueve y media de una mañana fría de diciembre y, casi como un mensaje del cielo, mientras en el mirador al mar el sol despunta e ilumina la ciudad de los prodigios, en el mirador de la parte de atrás, bajo los hilos del tendido eléctrico, todavía se ve la luna, mostrando su cara más triste.

Subir al castillo desde la parada de metro de Roquetes, la más cercana, supone una excursión de 15 minutos cuyas vistas merecen la pena. Una vez arriba, la recompensa no es solo ese poliédrico mirador sobre la ciudad, sino también una visita a un espacio cargado de una historia todavía bastante desconocida.

La ciudad jardín que no fue

Daniela Romero Figueras es una de las educadoras ambientales que trabaja en la construcción, levantada a principios del siglo XX pese a su aire medieval, que funciona como punto de información y educación ambiental del parque de Collserola. La joven explica al visitante que el castillo lo levantó la familia Pinós -la familia del barón-, propietaria de la mayoría de los terrenos sobre los que se construyó Nou Barris. Este tenía que ser el edificio principal de un ambicioso proyecto de ciudad jardín en este enclave de Collserola, operación urbanística fallida. La construcción no llegó a terminarse jamás, y sirvió durante la guerra civil como punto de vigilancia y después pasó años abandonada, deshaciéndose literalmente.

"El espacio forma parte del imaginario colectivo de los vecinos de la zona, tanto de Torre Baró como de Roquetes, quienes de niños subían aquí a celebrar fiestas populares, como el día de la tortilla, cuando suben a verlo siempre lo explican", explica la educadora. En 1989 el esqueleto -no tiene tejados- fue restaurado y declarado patrimonio histórico por el Ayuntamiento de Barcelona.

Rebozado polémico

Este año el espacio ha experimentado una rehabilitación integral de su fachada, trabajos que lo han mantenido cerrado hasta hace un mes. Una reforma que ha disgustado y no poco al Arxiu Històric de Nou Barris, los grandes veladores del patrimonio (y la memoria) del combativo distrito. "Había estado un siglo con más agujeros que pared y no se había caído. No entendemos nada. El castillo son sus paredes, su fachada. Dentro no hay nada. Cambiando su fachada lo han alterado todo", resume dolido Arnaldo Gil Albacete, socio fundador del archivo, entidad que presentó al distrito una propuesta para techar el segundo piso y poder hacer así actividades en el interior. "Propuesta que nunca nos han respondido de forma oficial. Otra más", concluye el activista vecinal convencido de que el ayuntamiento ha optado por " la forma más barata de arreglar el problema". "Este concejal está más preocupado por atraer a los turistas al distrito que por cuidar del patrimonio", concluye el activista vecinal recordando el reciente episodio del espectáculo navideño privado que empezaron a montar en el parque del Turó de la Peira, finalmente paralizado tras la oposición vecinal.

El consistorio defiende que la reforma de urgencia de la fachada era imprescindible para impedir los desprendimientos y "consolidar la vida útil del edificio", y su polémico rebozado -la gran crítica desde el Arxiu- "inevitable para evitar su degradación".

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