Barcelona sin turistas

La pandemia brinda a los barceloneses la reconciliación con Gaudí

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Natàlia Farré

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Tan popular en su día como antipático en la actualidad. En Barcelona, se entiende. En el resto del mundo se pirran por él. Es Antoni Gaudí, el genial arquitecto modernista que firma algunos de los edificios más icónicos de la ciudad y cuya persona, también sus obras, es la imagen misma de Barcelona. Pero lo dicho, tanto se esfuerzan los forasteros en admirarlo como los locales en ignorarlo. Ahí van algunas cifras de ejemplo: solo el 1,61% de visitantes del Palau Güell son barceloneses y el 1,5% de los que entran en la Casa Batlló proceden de Catalunya. En el Park Güell los números no son mucho más favorables a los residentes. Desde el equipamiento no dan datos por nacionalidades pero no cuesta adivinar que los locales son los menos: de los 3.1 millones de visitantes que el año pasado franquearon la puerta del recinto solo 124.000 lo hicieron con el preciado -por la titánica tarea que supone conseguirlo- pase que da acceso gratuito a los vecinos. Conclusión: los barceloneses llevan décadas dando la espalda a uno de sus más ilustres arquitectos. 

El porqué no es muy difícil de averiguar. “Gaudí se ha convertido en un producto comercial y en un gran negocio. Ha sido literalmente robado a los barceloneses”. Palabra de Juan José Lahuerta, director de la cátedra Gaudí de la UPC. “Los altos precios de entrada a sus edificios y la acumulación de gente a su alrededor convierten la obra de Gaudí en antipática porque es como el summum de lo que ha pasado en Barcelona. Es la imagen perfecta para darse cuenta de que la ciudad ya no es nuestra. Ha sido una expropiación. Y como todo esto ha pasado con un personaje que sentimentalmente había sido de los barceloneses, aún crea una sensación de rechazo más fuerte”. Ahí es nada. Pero hay esperanza. La pandemia ha alejado de Barcelona al turismo durante un tiempo indeterminado; e invita al viajero local a quedarse en casa. Así que la oportunidad está servida: es el momento de admirar la obra de Gaudí sin hordas de turistas pululando y así redescubrir su grandeza. Oportunidad para el residente y exigencia para los equipamientos gaudinianos que ven como sin visitas foráneas sus ingresos se desmoronan. Para volver a facturar  hay que mimar a los de casa, y en eso están. La necesidad obliga.

El Park Güell para los vecinos

“Ya que Gaudí es el símbolo primero de la explotación turística de Barcelona y de su alienación, también podría convertirse en el símbolo primero de su recuperación para los ciudadanos”, reclama Lahuerta. Quizá sea posible. De entrada, el Park Güell es ahora un poco más público que antes de la aparición del covid-19 y sus imperativos. El ayuntamiento, su propietario, ha eliminado, de momento, el acceso de pago para la zona monumental regulada. Y los vecinos (5.000 entradas registra los fines de semana) han empezado a recuperar, con agrado y sorpresa, lo que un día fue suyo. El jardín que Gaudí dibujó para el proyecto de urbanización fallido de Eusebi Güell  en Gràcia es el paradigma de lo vivido en esta ciudad. En poco tiempo pasó de ser lugar de paseo, recreo, meriendas y galanteo -también set de rodaje de ‘El castillo de Fu-Manchú’- de los barceloneses a lugar masificado por el turismo en el que estaba prohibido merendar y cuya entrada obligaba a pasar primero por caja (10 euros el acceso general). Los de casa se sintieron expulsados. Y todo eso en un parque de titularidad pública. Cosas de la turistificación.

Tan popular como el parque fue en su día la Sagrada Família para los barceloneses. pero de ella también han dimitido. Lo saben los responsables de la basílica: “Somos conscientes de que hay mucha gente que hace muchos años que no la visita. ¿Qué quiere decir esto? Que es la oportunidad ideal para redescubrirla y contemplar los avances que hemos hecho en los últimos años. Y aún más. Gozando de la visita a su ritmo, en un entorno más tranquilo y con un aforo más reducido”, a juicio de Xavier Martínez, director general de la Junta Constructora. De entrada, abrirán el templo gratuitamente a principios de julio a los profesionales que han estado a primera línea de la lucha contra el covid-19; de salida, nada concreto sobre rebajar el precio de la entrada para hacerla más asequible: “Se está diseñando un programa con muchas y diferentes propuestas que se ajusten al público de proximidad”. Habrá que esperar, pero de momento, y hasta próxima apertura de fronteras, los vecinos del barrio han recuperado sus calles, que no es poco, antaño saturadas de turistas y hoy un oasis para el paseo. 

Sagrada Família, el mito de la obra inacabada

Más costará volver a la construcción. “No empezarán hasta que tengamos un número de visitantes estable y sostenido en el tiempo”, apunta Martínez. Poner la maquinaria en marcha es caro y no es cuestión de ir arrancando y parando. Hay un detalle importante: las obras se financian con la venta de entradas. Sin visitas no hay dinero. Y sin dinero no hay construcción y se aleja el 2026 como fecha de finalización del templo. Si se retrasa su ejecución total tampoco pasa nada, la Sagrada Família siempre ha sido el mito de la obra inacabada, leyenda que le ha permitido sobrevivir mejor a los malos momentos de fortuna crítica gaudiniana que otros de los edificios del genial arquitecto. Así los noucentistas despreciaban la obra de Gaudí pero salvaban el templo por considerarlo un proyecto político. De manera que Eugeni D’Ors le dio un sentido trágico:  la Sagrada Família, para él, era algo con lo que Catalunya debía cargar a sus espaldas. 

Los racionalistas fueron más benevolentes con el trabajo del arquitecto, pero solo con una parte, la formal y la técnica. Y no fue hasta 1957, con la exposición que el Moma de Nueva York le dedicó, que llegó su reconocimiento internacional. A partir de ahí, lo ya sabido: su reafirmación como el único arquitecto capaz de arrastrar multitudes de turistas llegados en autocares ante las puertas de sus edificios. Pero los vaivenes del aprecio por la obra de Gaudí no han afectado tanto al personaje, que siempre -o hasta la eclosión de Barcelona como plaza turística de primer orden-  gozó de las simpatías de sus conciudadanos, incluso cuando las revistas satíricas a él contemporáneas se mofaban de sus obras. Quizá cueste creerlo pero el funeral de Gaudí incluyó un cortejo funerario, precedido por la guardia montada, que reunió multitudes y transitó bajo edificios decorados con crespones negros y acompañado del tañido de las campanas de las iglesias.

Casa Vicens y Palau Güell, las joyas más desconocidas

Lo dicho, la pandemia ha traído la oportunidad de recuperarlo y los equipamientos están en ello. La Casa Vicens (el edificio con más atracción local, 20% del público) y el Palau Güell reivindican su ADN de espacios que siempre han mantenido aforos reducidos para permitir visitas relajadas. Son los dos tesoros más desconocidos de Gaudí. En la torre de la calle de les Carolines seguirán con su eslogan de cabecera: ‘Un Gaudí sin prisas’. Y en el edificio de Nou de la Rambla continuarán interpelando al público local con propuestas a él dirigidas: “Una buena parte de barceloneses ignoran la existencia del Palau y hay mucha gente que, de entrada, lo confunde con el Park Güell. Nos gustaría que el público de casa se lo hiciera suyo”, sostiene su director Guillem Mundet. A favor tiene ser el edificio de Gaudí mejor conservado y una entrada de 5 euros si se muestra el carnet de bibliotecas. Los dos grandes, la Casa Batlló y La Pedrera también miran al turismo local. En la primera están “trabajando en propuestas que diluyan el posible freno económico que el peso de la entrada pueda suponer”, sostiene su director Gary Gautier. En la segunda, están en marcha visitas enfocadas a los barceloneses con acceso a espacios normalmente cerrados al público, y copa de cava entre los guerreros de la azotea. 

Es la oportunidad de congraciarse con Gaudí, no en vano “al final, realmente, la imagen de Barcelona, el perfil, se mire por donde se mire está dominado por las obras de Gaudí”, sentencia Lahuerta.

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