BARCELONEANDO
Carme García: la mirada tras el visillo
Un libro y una exposición rinden homenaje a la fotógrafa barcelonesa Carme García
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Barcelona es una ciudad de azoteas. Por lo menos, lo es en el paisaje nebuloso de la infancia, cuando el terrado se vivía como un dominio colectivo. Las vecinas colgaban la colada en los alambres -decían que el sol la dejaba más blanca-, pero, en cuanto desaparecían, los niños se la arreglábamos jugando a los barcos piratas entre las sábanas tendidas. O a las casitas. O con el fuerte Comansi y los indios de plástico. O a saltar de finca en finca entre la maraña de antenas. También se subía a la terraza por la verbena de Sant Joan, a comer coca de piñones y rascar mixtos Garibaldi.
La mirada de la fotógrafa Carme Garcia Padrosa (Barcelona, 1915–2015) retrotrae hacia ese tiempo y ese espacio. Una mirada fEmenina, tras el visillo, de puertas adentro por el imperativo de las circunstancias. La editorial El Cep i la Nansa acaba de editar un libro retrospectivo coincidiendo con la inauguración de la muestra 'Des del terrat', que, comisariada por la historiadora Isabel Segura, podrá verse hasta el 27 de octubre en la sede del Arxiu Fotogràfic de Barcelona (plaza de Pons y Clerch, 2). Una gavilla de imágenes tomadas de 1935 en adelante con la sobriedad de ese blanco y negro que tan bien le sienta a Barcelona.
‘Des del terrat’ muestra una ciudad íntima y cotidiana desde las alturas del espacio doméstico
El historial de Carme Garcia parece un calco del de otras mujeres artistas, rescatadas del olvido por el canto de un duro. Como Vivian Maier, la niñera cuyos negativos aparecieron de chiripa en la subasta de un trastero, o como Milagros Caturla, otro tanto en el mercadillo de Els Encants. Hace ahora ocho años, la compañera Gemma Tramullas dedicó a nuestra heroína una contra deliciosa, cuya lectura denota que la fotógrafa se encontraba tan a gusto con la entrevistadora, que, en confianza, le fue confesando sin darse cuenta cómo cultivó la vocación con una cámara de chichinabo comprada por 16 pesetas en la calle Ferran. Quiso estudiar en la Llotja pero, ay, su madre volvió a quedarse embarazada y ella tuvo que ponerse a trabajar a los 13 años para ayudar en casa. Luego llegó la maldita guerra que truncó tantos sueños.
Una habitación propia, como preconizó Virginia Woolf, o una cocina propia, tanto da. Después de las papillas o las lentejas del mediodía, Carme mezclaba los líquidos para el revelado en su cocina de la calle Avinyó, gracias a que la diosa fortuna quiso que se apuntara en 1956 a un curso para mujeres en la Agrupació Fotogràfica de Catalunya. Recluida en el espacio doméstico, la artista subía a la azotea con la cámara cuando podía. Tiempo arañado al tiempo. Arte sin salir de casa.
La artista mezclaba los líquidos para el revelado en la cocina de su piso en la calle Avinyó
Desde allí arriba retrató la vida que pasaba en el asfalto, el trabajo de los albañiles, el día en que colocaron la escultura de la Mercè sobre la cúpula de la basílica que lleva su nombre, la gran nevada del 62, y luego, con el transcurrir del tiempo, también a los yonquis que se pinchaban basura en los recovecos del chino durante los años duros. Cuando bajaba las escaleras, la fotógrafa llamaba a las puertas de las vecinas, y ellas, en un gesto de confianza, le abrían de par en par su cotidianidad para que la plasmara: la plancha, la costura, entretener a los niños, el rumor de una página pasada en el silencio. A Carme la llamaron de agencias de publicidad. Pudo volar más alto pero le pasó como al canario Antoni, al que retrató encerrado en la jaula.
A su marido no le hacía mucha gracia lo de la fotografía; como capricho, vale, pero nada más. Y, sin embargo, Carme Garcia continuó disparando y guardando los negativos en cajas de zapatos. En una ocasión, le contó a Gemma, el matrimonio iba en coche cuando una piedra rompió el parabrisas, y el marido, de tan cabreado, comenzó a soltar tacos, mientras ella fotografiaba fascinada el paisaje a través de la telaraña del cristal cuarteado. La mirada de artista es a la vez condena y bendición: o se tiene o no se tiene.
- Supervivientes All Stars': Bosco, cuarto expulsado y Sofía Suescun lidera una inesperada lista de nominados
- El codirector de la cátedra de Begoña Gómez descargó toda la 'responsabilidad' del máster en la mujer de Sánchez
- Retrasos de vuelos en los aeropuertos de España, en directo: última hora de la caída del sistema informático de Aena
- Vídeo | Estabilizado el incendio en una industria de Polinyà, que ha confinado este municipio y Santa Perpètua
- Vivir en Osona y que te adjudiquen plaza de maestra a 90 kilómetros: 'Me han dicho que la conciliación no es algo a alegar
- Carlos Alcaraz ha ganado cuatro Grand Slams a los 21 años. ¿Cuántos llevaban a su edad Djokovic, Nadal y Federer?
- Mossos cierra su primer macrocontrol de tráfico en toda Catalunya con más de 1.200 denuncias en una sola tarde
- Muere Fermí Puig, el cocinero que amaba el Barça