BIODIVERSIDAD URBANA

Larga vida al plátano

El uso de la especie ha quedado restringido, pero se mantendrá en algunas grandes avenidas y lugares emblemáticos como la Rambla

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ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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De 57.000 a 20.000 ejemplares. El plátano de sombra, el plátano urbano de toda la vida, no desaparecerá de las calles de Barcelona, pero el plan municipal para los próximos 20 años prevé que deje de ser un árbol omnipresente y se restrinja esencialmente a grandes avenidas en las que son auténtico signo de identidad, como la Diagonal, el paseo de Gràcia, la Gran Via, el paseo de Sant Joan, la Meridiana y la Rambla, así como en calles de edificios bajos, muy soleadas y aireadas.

La sustitución de la emblemática especie por otros árboles menos alergénicos, menos delicados, menos sensibles a las plagas, con menos requisitos de podas y de menor tamaño, un proceso iniciado hace tres décadas, ya está dando sus frutos: los plátanos representan actualmente el 30% de los árboles de la ciudad, frente al 34% del 2007 y el 53% de 1992. Y el objetivo a medio plazo, como explica Xavier Hernández, responsable de Espacios Verdes y Biodiversidad del Ayuntamiento de Barcelona, es que el porcentaje se reduzca al 15%. De hecho, prosigue, lo ideal en aras de la diversidad es que ninguna especie superara el 10%.

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El porte majestuoso y sus grandes hojas se echarán de menos, pero dos detalles de historia ayudan a soportar el trance: los plátanos de sombra -científicamente 'Platanus x hispanica'- no son una especie autóctona, sino un híbrido de jardinería surgido posiblemente en el siglo XVII, y su presencia en la ciudad no está atestiguada hasta mediados del siglo XIX. Claro está que si Barcelona hubiera mantenido la cubierta vegetal anterior a los romanos estaría dominada por las encinas y los pinos carrascos. Y en las zonas fluviales del Besòs y el Llobregat abundarían los bosques de ribera con chopos, álamos, olmos y alisos. Ahora, en cambio, hay 170 especies bien adaptadas a la vida entre el asfalto y el ladrillo.

CRECIMIENTO MUY RÁPIDO

Uno de los problemas fundamentales del plátano es que crece con rapidez, alcanza unas dimensiones descomunales y puede llegar a dañar balcones y fachadas. Así pues, cuando un ejemplar muere en una calle estrecha, es sustituido por otro árbol de menor porte. Además, prácticamente han dejado de usarse para nuevos ajardinamientos y parques. En su lugar descuellan especialmente los almeces, pero también las sóforas, las tipuanas, las gleditsias y las jacarandas, árboles con poca tradición en Barcelona pero que se han adaptado a las mil maravillas. En algunos distritos, el problema ahora es que las especies alternativas ya han empezado a tocar el techo de abundancia, como sucede con los almeces del Eixample y Les Corts o la sóforas de Sants-Montjuïc Horta-Guinardó.

"El plátano ha sido y aún es el árbol de alineación por excelencia de las calles de Barcelona -insiste Hernández-. Pero su crecimiento rápido y su amplitud le impiden desarrollarse correctamente en la mayoría de calles, lo que ha obligado a realizar podas severas que han dado lugar a podredumbres y que han ocasionado daños, a veces, irreparables. Además, la sensibilidad de esta especie a las enfermedades producidas por hongos, junto con las condiciones estresantes del medio urbano, ocasiona la caída prematura de las hojas y su debilitamiento general".

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La Rambla fue el primer lugar público de Barcelona en ser arbolado con un propósito ornamental, a partir del siglo XVI, aunque el primer proyecto urbanístico es bastante posterior, de 1776. Las especies más empleadas desde entonces -ha habido numerosos ajardinamientos- fueron los olmos, los fresnos y las robinias. "La fuerte huella y la personalidad de los actuales plátanos llevan a pensar que han estado toda la vida, pero el uso de esta especie en Barcelona es muy reciente", comenta Hernández.

"En 1854, siguiendo la moda de la mayoría de las ciudades europea, se determinó que en las grandes avenidas de Barcelona se plantaran cada ocho metros árboles de gran porte que ofrecieran sombra", relata el director de Espacios Verdes. En la Rambla se plantaron por primera vez en 1859. Se trató de ejemplares procedentes de la Devesa de Girona, donde hoy en día es posible contemplar diversos ejemplares monumentales.