Aprende a volar en una hora

Es la primera escuela de danza aérea de España. Alternativa circense al gimnasio: aro, telas y trapecio al alcance de 'amateurs'. En tres años, Onair ha multiplicado por 10 sus alumnos

BARCELONEANDO ONAIR

BARCELONEANDO ONAIR / periodico

ANA SÁNCHEZ / BARCELONA

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Lo prometen sin cruzar los dedos: aquí tocas techo. Cualquiera que no esconda una capa roja bajo la camisa reaccionará con la cara que ponía James Stewart en ‘Vértigo’. Solo de mirar hacia arriba te entran ganas de pedir una biodramina: hay telas colgando a lo lianas de Tarzán que llegan hasta los 10 metros. En dos clases –te garantizan- subes al menos hasta los tres.

Es Onair. “La primera escuela de danza aérea de España”, se proclama en su web. Una alternativa circense al gimnasio: hay trapecio, aro, telas, ‘pole dance’, el ahora ubicuo aero yoga, danza vertical con arnés. Todo al alcance de ‘amateurs’. Es decir, que aquí cualquiera que esté que se sube por las paredes lo hace de verdad. En tres años –los celebró el sábado- ha multiplicado por 10 el número de alumnos: empezó en el 2014 con 30. Ahora hay 300; 160 tienen de 4 a 15 años. También han pasado caras conocidas: aquí preparó Ruth Lorenzo un número aéreo de Pink para ‘Tu cara me suena’.

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"Los programas de televisión han hecho que el circo remonte”, asegura Jorge Alcover. Es el director de Onair. Bailarín y acróbata. Eso quiere decir que se ha tirado de un edificio de ocho plantas para bailar sobre las paredes. Empezó a subirse por las telas con 21 años. Tiene 35. Hace unos 6 años empezó a dar clases aéreas. “La danza vertical no existía en España”, recuerda. Y creó Onair. Abrió la escuela hace tres años en Poblenou (Pere IV, 99). 

ALGÚN ALUMNO TIENE QUE TOMAR BIODRAMINAS

Decir que las clases se te pasan volando aquí es reiterativo. Se habla de “volar” con la rutina con la que lo haría un superhéroe. “Sí, muchos dicen que vuelan. Sobre todo los niños”, cuenta Jorge. Algún alumno ha tenido que tirar de biodramina. “El aro gira que no veas”, se ríe el director.

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Hoy nadie pide biodraminas. Toca clase de telas. Es la disciplina que está más de moda, aseguran. “Todos pueden hacerlo”, te anima el profesor, Javier Melero, híper sonriente. No te fíes: la amplitud de su sonrisa es directamente proporcional a las agujetas que deja. “¿También te ha dicho que nos mata en el calentamiento?”, adelanta Claudia, una alumna, antes de empezar. Pues sí, 20 minutos y te sientes como si hubieras hecho el circuito de ‘Oficial y caballero’. Flexiones, abdominales, ahora nos quedamos en plancha siendo felices. ¡Smile! Los alumnos sonríen, pero al ir a por la botella de agua. “Es el profesor que deja más agujetas de la historia”, confirma -ya tarde- Marcos, el único chico de la clase.

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Hoy hay una decena de alumnos. De 17 a 42 años. La más mayor que ha habido en la escuela tenía 50. Cada vez se apuntan más los padres que traen a sus hijos a clase.

Javi coloca las colchonetas, despliega las telas, ofrece resina. Todos rebozan las manos en una caja con polvos. “Es para que la tela no resbale”. El calentamiento continúa sobre las telas. Javi sube a 5 metros, pim pam, y pone las piernas a 90 grados. “A hacer abdominales”. Los alumnos le imitan con bastante soltura. La mayoría empezó en septiembre. “Una vez que lo consigues…”, se encoge de hombros Amaranta. 

Anais mira a sus compañeros con la boca abierta. Es su primer día. “Vamos a aprender a subir a rusa”, empieza Javi de cero con los neófitos. “Tensas la tela hacia abajo –el profesor agarra la tela con las dos manos-, subes la pierna derecha por detrás de la tela, subes la rodilla, y con la pierna libre pisas encima. Y subes”. Y sube, sí. Anais prueba…  Ups. Otra vez… Uf. “¡Esto es mejor que las máquinas!”, dice exhausta tras tres intentos. “¿Duelen los brazos?”, le pregunta Javi riendo. “Es psicológico -añade-, aquí no duele nada”. El profesor confesará luego que vienen chicos acostumbrados al gimnasio que no aguantan una hora. “Aquí trabajas con tu propio peso”. 

UNA "SECRETARIA INVERTIDA"

“La primera clase es muy frustrante”, confiesa Paula. “Y la segunda”, añade Julia. Todos te animan con ternura familiar. Pero lo que anima de verdad: ver a Paula haciendo piruetas en la tela. Es su quinta clase.

Terminas tu debut circense haciendo equilibrios sin tocar la colchoneta, y hasta una “secretaria invertida” (te subes a la tela, te sientas en el aire, cruzas las piernas a lo secretaria de ‘Mad men’ y te descuelgas boca abajo). Desde luego, nadie te podrá negar que has estado a la altura. De un metro, al menos.