Las camas de la discordia

Vecinos de distintas zonas denuncian la falta de control de algunos pisos turísticos molestos, incluso siendo legales

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ADRIÀ PALACÍN / PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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En Barcelona conviven 9.706 pisos turísticos con licencia, y una cifra indeterminada de ilegales, que además suponen ingresos sin declarar. Pero sea cual sea su condición, unos y otros pueden resultar una pesadilla para la comunidad si los alojados son molestos o incívicos y no están controlados por los propietarios o gestores. O si el ayuntamiento no responde al SOS de los vecinos. La patronal Apartur señala que la cifra de pisos problemáticos está por debajo del 1% respecto del total de la actividad y reivindica más oferta legal para alcanzar a la demanda de camas en Barcelona, contra la congelación impuesta por Colau. Incluso ha promovido la instalación de sensores de ruidos, como informó este diario. Pero los que generan problemas son inasumibles para las comunidades.

Es el caso de la finca número 54 de Gran de Gràcia, donde supuestamente hay uno ilegal y otros dos legales (estos confirmados por el consistorio). Pero el matiz de la autorización no evita que estos dos últimos hayan amargado la vida de algunos vecinos, que se quejan a este diario de ruidos, entrada y salida de gente a cualquier hora, borracheras, llamadas intempestivas a su timbre y suciedad en la escalera. 

Otra afectada vive en el barrio de la Sagrada Família. No quiere decir su nombre por miedo a represalias, y es que actualmente vive atormentada por las molestias que causan los inquilinos de un piso turístico en su finca. Además, ella y la comunidad de vecinos, explica, están amenazados por el propietario de la vivienda turística, que les acusa de intimidar a los viajeros. En un principio, en esta finca había dos pisos por días, “pero uno era ilegal”, asegura la mujer. Detalla que siempre había vivido tranquila y sin problemas pero desde hace tres años todo cambió.

Su intranquilidad empezó al ver de forma regular a gente desconocida entrando por la puerta del edificio y constatar que las llaves del portal eran utilizadas por infinidad de gente durante la estancia de los turistas. “Entran y salen en plena madrugada gritando y haciendo ruido”, se escandaliza la mujer. Según explica, la respuesta de la Guardia Urbana y el ayuntamiento siempre es tardía y no soluciona el problema de fondo.

TRES EN LA MISMA FINCA

Para Maite, convivir con tres pisos turísticos en su bloque de viviendas de la calle de la Diputació también se ha convertido en un calvario. Todo empezó cuando un hombre compró viviendas en la finca y comenzó a alquilarlas a extranjeros. La comunidad de vecinos interpuso una demanda contra el propietario, entre otras cosas porque, según la afectada, una era habitable por un máximo de seis personas pero en ella llegaban a alojarse hasta diez. Finalmente, se comprobó que era ilegal. Lo peor es que Maite y el resto de vecinos no saben a quién quejarse porque los pisos los gestiona una agencia que se desentiende de las quejas vecinales. Para ella, la culpa es de la Administración. “Nos han metido un gol con los pisos turísticos. Porque, aun pudiendo ser legales, resultan incompatibles con una comunidad de vecinos”, recalca.

En la zona de Diagonal Mar hay grandes bloques de pisos nuevos con piscina y zonas deportivas. En pocos años, el lugar se ha convertido en un atractivo para los turistas. Jesús convive desde hace más de seis años con decenas de jóvenes extranjeros que vienen, sobre todo en verano, por la celebración de festivales de música. “Denunciamos el fenómeno al ayuntamiento y solicitamos la paralización de licencias y la anulación de las siete existentes. Hace casi dos años de esto y nadie nos ha respondido”.