Los lofts de la vergüenza

calle escocia

calle escocia / periodico

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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El 'éxitazo' de los lofts de la calle de Escòcia (a un paso de la Meridiana) no radica en su amplitud, ni sus vistas, ni su interiorismo. Ni siquiera en el precio del metro cuadrado, a más de 25 euros, o sea tarifas de Sarrià-Sant Gervasi aplicadas a Nou Barris. Pero los lofts (según el anuncio original por internet) encandenan un inquilino tras otro. Son una mina de oro con un único argumento de ventas: no se requieren fianzas de varios meses, ni nóminas o avales. Bastan 200 euros de fianza y un mes de alquiler (entre 300 y 450 euros) para conseguir las llaves. Y su tamaño es tan macarrónico que el precio total es tristemente asequible para los que aterrizan como última opción. "Era eso o la calle", resume Roberto M. 

Los últimos años de la pareja que forma con Maria José A. son de película. No ya porque él se quedara en paro y la empresa de ella, BB Serveis, se fuera al traste en el marco de una presunta gran estafa de sus responsables. Corría el año 2011 cuando fueron desahuciados de su hogar en Castelldefels. Tras cinco días a la deriva, tropezaron con aquel anuncio, a 450 euros que luego fueron 400. El suyo tenía 17 metros cuadrados, una única estancia. Dicen que firmaron un contrato de un año, que consideraron prorrogado a cuatro más, hasta que cuando llevaban un año y medio tuvieron el primer encontronazo con el propietario.

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La finca es teóricamente unifamiliar, pero el titular, A. S. J., levantó varios habitáculos de unos 15 metros cuadrados (y menores), que el ayuntamiento califica de "infraviviendas ilegales", por las que impondrá una sanción de hasta 900.000 euros, y para las que tramita expediente que prohíba dicho uso, como avanzó el diario 'Ara'. Un apagón fue el origen del conflicto con la propiedad, y desde entonces se enzarzaron en una batalla legal sobre el contrato, que según ellos fue falsificado para echarlos. Tras más de tres años de burocracia y un juicio, les han condonado los últimos seis meses sin pagar a cambio de irse del gallinero de la azotea (donde hay otros dos), al cumplirse cinco años de aquel contrato.

MUDANZA FINAL

Un pequeño tabique de pavés separa (a un palmo de distancia) la taza del váter de la cocina. Mientras hacen la mudanza, Maria José cuenta con amargura que llegaron a celebrar un cumpleaños siendo ocho personas en el 'piso'. Cuando uno tenía que hacer sus necesidades todos salían fuera. Tampoco la ducha tiene puerta. Una nevera, una placa para cocinar, un microondas, un colchón... componen el interiorismo original. Ellos llegaron a forrar de estanterías las paredes para dar cabida a sus pertenencias. "Como un tetris, pero no había opción". En los peores momentos, plagas de cucarachas fueron compañeras de desventura. 

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En esa sórdida situación y con trabajos eventuales para ambos (él en el sector de los eventos y el ocio, ella en asistencia a ancianos), Roberto culminó su cruzada para desenmascarar a los responsables de BB Serveis, lo que le llevó a aparecer en la prensa. Esa notoriedad ha sido definitiva para lograr que les den un piso de emergencia social.

Sus vecinos, casi todos inmigrantes de África y Suramérica, guardan silencio. Tienen miedo a perder esa última carta. Al menos uno de ellos vive con un niño y su pareja en una habitación con váter en lo que fue el piso original, ahora dividido en cuatro estancias. Otros tres estudios tabicados ocupan la planta baja y el patio clandestinamente.