Historias con glamur
Meca del lujo en BCN, Santa Eulalia es uno de los pocos sitios que aún confeccionan a medida
Natàlia Farré
Periodista
NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA
En una época donde impera el 'Made in China' (o cualquier otro país con mano de obra barata) aún es posible hacerse una camisa a medida en Barcelona. A medida de verdad, no de mentirijillas. Una camisa en la que uno puede escoger si quiere puño doble, sport o mixto, de dos botones, uno o ninguno, con acabado recto o curvo; cuello abierto o cerrado, con pala larga o corta; amén de la tipografía del bordado de las iniciales de la pechera y del estampado de la tela. Lo que sea. No hay nada imposible. El margen de maniobra es infinito para Manuel Manubens, el maestro del tema en Santa Eulalia, una de las pocas tiendas de la ciudad en las que las camisas se confeccionan aún manual y artesanalmente. Y se hacen. Más a menudo de lo que uno se imagina. "No es una rareza", afirma Luis Sans, propietario de la más que centenaria boutique que suma 173 años de historia y cuatro generaciones al frente.
{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Esconde una terraza\u00a0","text":"en la que tanto\u00a0sirven caf\u00e9s como copas de Louis Roederer"}}"Sí es una rareza confeccionar pijamas y ropa interior –prosigue–, pero todavía hay quien lo pide". Y también se hacen, por supuesto. Más difícil aún es encontrar a alguien encargando unos pantalones de tallaje exclusivo para esquiar o montar a caballo, pero antes de la aparición de las marcas de ropa deportiva eran un clásico en la tienda. Por algo la confección a medida es parte del ADN de la casa y de sus inicios, y aunque ahora mande el 'prêt-à-porter' de lujo, el 93% de la facturación, Santa Eulalia se mantiene fiel a sus orígenes.
Unos orígenes que se remontan a mediados del siglo XIX en el Pla de la Boqueria. En el mismo sitio donde la leyenda sitúa la crucifixión de la copatrona de la ciudad. De ahí la denominación tan barcelonesa de la tienda, un nombre que surgió de forma popular y que sus propietarios adoptaron rápidamente. Tanto que, cuando en 1901 se reconstruyó el edificio que albergaba los ya entonces Grandes Almacenes Santa Eulalia, se adornó la fachada con una figura de mármol de la joven martirizada que todavía se puede apreciar. Aunque para ello haya que levantar la vista y enfocar al tercer piso. La misma santa que fue testigo, en 1926, del primer desfile de la casa y del despegue de la alta costura en Santa Eulalia.
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Es justo en este punto donde empieza 'Somnis a mida' (Columna / Penguin Random House), la novela en la que Núria Pradas explica la historia de la boutique hasta 1944, año en que se trasladó al actual emplazamiento del paseo de Gràcia. Lo hace "desde la ficción pero partiendo de hechos reales", afirma la autora desde la cafetería de la tienda. Un espacio desconocido pero abierto a todo el mundo en el que tanto sirven cafés como copas de Louis Roederer. Y donde las servilletas aún son de hilo. Así que ciertas son la expansión económica de los años 20 y la alegría en el vestir de la adinerada burguesía del momento, que retrata el libro; como verídicos son la pérdida de la santidad del nombre durante su colectivización y el abandono de la alta costura a favor de los uniformes militares durante la guerra. Tampoco falta a la verdad Pradas cuando narra la visita de Carmen Polo, en 1944, y su incidente en el ascensor. Se estropeó con la señora del dictador dentro para horror de todos.
GLAMUR CON PARADOJA
El ascensor de ahora es el mismo de entonces. No la cabina pero sí su decoración interior. Y es que cuando en el 2011 se reconstruyó por entero el actual edificio se recuperó mobiliario de todos los locales vividos por Santa Eulalia. Ahí está su histórica escalera de madera o las letras art decó de la fachada. Una manera de aunar el lujo de hoy con el de antaño. No en vano, la alta costura dejó de jugar un papel importante en la casa cuando se impuso el prèt-à-porter de lujo, pero el glamur sigue vigente. Aunque envuelto en la paradoja: la actual sede de la tienda por excelencia de las gentes con posibles de Barcelona es propiedad de Pontegadea, la inmobiliaria de Amancio Ortega, el dueño de Inditex.
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