a pie de call

Sin billar en la Cúpula Venus

La fachada del Teatre Principal, en el número 27 de la Rambla, cubierta por una gran lona publicitaria.

La fachada del Teatre Principal, en el número 27 de la Rambla, cubierta por una gran lona publicitaria.

CATALINA GAYÀ

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La sala ovalada que alberga la Cúpula Venus ya se quedó sin mesas de billar o de pimpón y sin esas sillas y esas mesas de plástico que ya solo hay en las verbenas de pueblo. En verano, dejó de ser el único reducto de la Rambla en el que descansar de los turistas. En el 2015, la cúpula formará parte de un hotel boutique, y esa es una insignia más de esos tiempos.

Leo en la hemeroteca que en el pasado, bajo esa cúpula se sentaron los tertulianos del café de los Guardias y, más tarde, los del café de las Delicias. Supongo que alguien se sentó a leer un libro cuando fue la sede del Ateneu Barcelonès, pero esto, es cierto, es solo una suposición. A finales de los 70 y hasta 1986, fue cabaret y por ahí pasaron Pavlovsky y Pepe Rubianes y Christa Leem.

Luego, y hasta este verano, la sala formó parte del Club de Billar Monforte, una institución que ha estado en plena Rambla durante los últimos 50 años, pero que se supo mantener ausente del paseo.

El miércoles, buscaba la memoria de ese club de billar e iba al sur de la Rambla, al número 27. Este edificio de 13.000 metros cuadrados bate récords en ser el primero en muchas cosas: albergó el primer teatro estable más antiguo de España, fundado en 1579, y también fue el primer café de Barcelona, Caponata, en 1750, y como Teatre Principal abrió en 1847. Esto se lee en una placa en la fachada del edificio.

El miércoles, las persianas del Teatre Principal estaban medio abiertas. Entraba y salía gente. Se ultima la apertura de un gran espacio cultural, de ocio, gastronómico y hotelero que se acabará en el 2016 y que se distribuirá entre el Teatre Principal, La Latina, en algún momento cine porno, y el frontón Jai Alai Palace.

Y, el miércoles, ese sur era el mismo que en los últimos 10 años: chillidos de turistas cutres; una trabajadora sexual ligando a un alemán; un camello urbano; cadenas globales de comida rápida; camisetas del Barça en tiendas que están también en todos lados, y esos suvenires que solo cambian el nombre de la ciudad.

Los ojos que miran al número 27 son los de los artistas del paseo. Fueron ellos los que, sin previo aviso, vieron salir las mesas de billar y los que un día también observaron como la lona con una modelo en ropa interior se tragaba todo el edificio.

Ivan Antic, dibujante y caricaturista, explicaba que aunque no era socio, conocía los billares perfectamente porque era donde comía o se tomaba un café. Lo recordaba como un lugar congelado en el tiempo, una rara avis del siglo XXI. Era auténtico, estaba fuera de la Barcelona de plástico, era decadente, tenía algo de portuario y congregaba a gente que no hablaba -solo jugaba a billar- y que sabía estar en silencio y concentrarse en una sola cosa, fuera del móvil y de la vida apresurada.

«Dicen que se hará un hotel y que si ponen terraza, nos quitan», decía un pintor. Entre los pintores hay un socio del Monforte, decía otro, y es cierto. Hay un artista que se emociona hablando de mesas de snooker. Se llama Musta Osmonov y es él quien me decía que los billares Monforte ahora están en La Sagrera.

Él se aficionó a jugar a billar en el edificio que mira. Es de Kirguistán, se formó en San Petersburgo y llegó a la Rambla, al sur de la Rambla, cuando los artistas recalaban en la ciudad y montaban el caballete, y solo pintaban. Era otro sur.

Pasaban unas turistas chinas y le pedían un dibujo mostrándole a una niña en un móvil. Decía que no, que no pinta desde la pantalla de un móvil. Por los ojos.