NUEVA PUBLICACIÓN SOBRE LA HISTORIA DE LA CIUDAD

Un ensayo investiga la proliferación de jardines y huertos urbanos en BCN a lo largo de los siglos XVII y XVIII

La prueba cerámica  Chocolatada en un jardín del siglo XVII.

La prueba cerámica Chocolatada en un jardín del siglo XVII.

ROSARIO FONTOVA
BARCELONA

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En el siglo XVII, en mayo, Barcelona olía a eglantina y a lavanda y romero. En la ciudad amurallada florecían los jardines de conventos y casas señoriales y los huertos urbanos que daban frutas carnosas y una gran variedad de hortalizas. Había nada menos que 42 tipos de tulipanes de nombres tan evocadores como los deLa reyna de Ungria,La hermosa letja,Francesa gallardaoEl sangriento Roldán, según un antiguo manuscrito de 1703 localizado por el historiador Albert García Espuche en el Arxiu Històric.

El historiador dirige una nueva colección de libros sobre la Barcelona de 1700 que edita el Museu d'Història bajo el epígrafeLa ciutat del Borny el objetivo de estimular la investigación en torno a los restos del barrio hallados en el subsuelo del antiguo mercado. El primer título de la colección,Jardins, jardineria y botànica, se centra precisamente en los espacios verdes de la ciudad y en los científicos que se esmeraban por divulgar conocimientos sobre plantas y tubérculos. El propio García Espuche, con Montse Rivero, Josep Maria Montserrat y Neus Ibáñez, es coautor del libro, que se presenta el miércoles en el jardín de la Casa de Ignacio Puig (Boqueria, 10).

Dinamismo

La proporción de espacios verdes en Barcelona era enorme, no solo en Ciutat Vella sino también en buena parte de lo que se eliminó al construirse la Ciutadella, en el barrio de la Fussina, por ejemplo."Había jardines muy bonitos también al sur del Raval y huertas donde la gente podía pasear",dice García Espuche. Aunque no queda ya ninguno de aquellos vergeles del setecientos, se conservan algunos jardinesaéreos, que quedaban a la altura de la sala principal de la casa y no se veían desde la calle.

El historiador desmiente con firmeza la leyenda de que Barcelona estaba sumida en una profunda crisis,"en un momento de decadencia y oscuridad".Por el contrario, García Espuche señala que"la sociedad urbana era muy dinámica y estaba muy bien relacionada, con una vida cultural intensa".Por ejemplo, en la Acadèmia dels Desconfiats, Pablo Ignacio de Dalmases había reunido una biblioteca de 7.000 volúmenes en varios idiomas.

De iguales dimensiones eran algunos de los huertos urbanos. En el libro se menciona el que tenía el noble Josep de Borja Lansol en la calle Nueva, un paraíso frutal con centenares de naranjos, manzanos, higueras, perales, ciruelos y membrillos. En estos huertos se hacía también la colada y se tendía la ropa. Había fuentes para refrescar el ambiente y bancos con estampas y cenefas de cerámica para pasar el rato o conversar con las visitas. Un plafón del Museu de Ceràmica muestra un jardín con templetes y surtidores donde se celebra una elegante chocolatada.

En el libro aparecen personajes de gran envergadura como los botánicos Jaume Salvador --su botica era una especie de academia para médicos y cirujanos-- y su hijo Joan, cuyo gabinete de historia natural se exhibe en el Institut Botànic. Los Salvador poseían un jardín botánico en Sant Joan Despí que ha llegado a nuestros días y que debió de ser un campo de experimentación. Los botánicos tenían un herbario con más de 4.000 especímenes, algunos completamente extinguidos.

El manuscrito hallado por García Espuche se titulaCultura de jardins per governar perfetament las flors, arbres y plantas per la Constellació de Barcelona, y es una delicia para los amantes de lo verde. Recomienda plantar"fabas primarencas y pèsols per Sant Francesch"y"las mungetas per la Semana Santa".El autor anónimo da instrucciones para trazar caminos de arena y poner las flores según los colores. Conoce los aromas y la época de floración de los claveles, la angélica, el orégano, la menta y el boj. Y hasta ofrece recetas para curar el carbunclo a base de mezclar incienso y ceniza que se maceran en saliva masculina y hierbapenedella. Leyendo sus aromáticas recomendaciones, se despierta el olfato atrofiado por la contaminación.