El Arcadi Volodos más íntimo

MANEL CEREIJO / BARCELONA

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El ciclo de conciertos Palau 100 recibió con anhelo los equilibrismos pianísticos de Arcadi Volodos, aclamado como virtuoso del teclado. Precediéndole esa corpulencia impenetrable, el pianista ruso salió al escenario, esbozó un saludo y se zambulló en un mundo más íntimo que el universo acrobático y extrovertido al que tiene acostumbrados a sus hinchas barceloneses. Reorientando su explosivo arte hacia parcelas más íntimas, Volodos tuvo que ganarse al público con otras armas, lo que le obligó a estar preocupado por la ejecución timbrada, por el sonido transparente, por un lirismo riguroso y por la pasión contenida en una ejecución que fue de menos a más.

A una sonata de Clementi de sonido cristalino, pero todavía vacua en el discurso, le siguieron esos Brahms mucho más intensos y demandantes y esa soberbia interpretación de las Waldszenen, op. 82, de Schumann, en la que brindó a cada pieza un sentido, consiguiendo pasajes de gran belleza. El turno de Liszt llegó en su faceta más introvertida, destacando un Die Trauergondel de sabor dramático. En la generosa ración de propinas Volodos se soltó las trenzas y regaló a un Palau entregado esas piruetas y triples saltos mortales con tirabuzón tan suyos.