Andà p'allá, bobo

Este equipo tiene alma, fuerza, hambre y fe, mucha fe

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas / ·

Emilio Pérez de Rozas

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Esa parte de la ‘gent blaugrana’ a la que le trae sin cuidado la ruina del club, el estilo de gobernanza tan vergonzoso que dirige Joan Laporta, la necesidad de que alguien se lesione de gravedad para poder inscribir a los nuevos fichajes (ya ocurrió el año pasado igual), la huida de todos (o casi) los ejecutivos del club, la escasísima, perdón, nula, transparencia prometida e, incluso, las mentiras contadas sobre el fichaje de Nico Williams o la continuidad de los Joao, están felices porque ellos lo único que quieren es ganar, es estar por delante del Real Madrid y que Lamine Yamal luzca, se sienta, se vea mucho mejor que Kylian Mbappé.

Lo que anoche ocurrió en Vallecas, un campo tremendamente exigente y una afición portentosa en cuanto al empuje que le proporciona a su equipo, es la viva demostración de que la Ciudad Deportiva ‘Joan Gamper’ no tiene nada que ver con las oficinas del Spotify Camp Nou, pues el ejército que comanda Hansi Flick sí se comporta como un auténtico grupo de profesionales, muy distantes de lo que ocurre en los despachos, en los que se mueven, por cierto, los ejecutivos de la auditora Grant Thornton, de quien les escribí el otro día y que seguirá siendo, ya verán, tema recurrente en las próximas jornadas.

Ganar, ganar y volver a ganar

El vestuario no tiene nada que ver con el palco. Flick no tiene nada que ver con Laporta. Estos chicos, todos, desde el ‘mister’ alemán hasta el último refuerzo en el cuadro de fisios, se han comprometido a dejarse la vida, perdón, el físico, para sacar esto adelante. Si algo tiene este equipo es fuerza. Si algo le sobra a este conjunto es alma. Si algo hará este conjunto es pelear hasta el minuto 100, como anoche, para ganar los partidos.

Dani Olmo celebra el segundo gol durante el partido de fútbol entre Rayo Vallecano y Barcelona.

Dani Olmo celebra el segundo gol durante el partido de fútbol entre Rayo Vallecano y Barcelona. / JAVI FERRNADIZ

Jugarán más o menos bello, pero como para muchos la mayor belleza es ganar, este Barça gana, de tres en tres, de nueve en nueve. Y por eso es líder solitario. Pero este equipo, estos chicos, no solo tienen eso, tienen grandes futbolistas. Ese Olmo (lo siento Christensen, pero era necesario que este rubio prodigioso jugase cuanto antes), ese Yamal fantástico y, desde que llegaron los de la fuerza, ese equipo que lo tiene todo medido en el gimnasio, Pedri está para jugar 90 minutos cada dos días e, incluso, para levantarse en cuanto le pegan una patada.

La serenidad de Flick

Pero este equipo, además de la fuerza, el despliegue, el sacrificio y, por encima de todo, la fe, la confianza en los niños, pongan al que pongan, tiene un entrenador que no se inquieta, que no se pone nervioso, que no grita, que no salta, al que no amonestan, que confía ciegamente en los suyos, incluso cuando el árbitro, o el VAR, o vaya usted a saber quién, le anula el gol del triunfo. Volveremos a meterla, pensó.

¿Por qué?, porque Flick no quiere excusa, porque Flick sabe que los suyos van a seguir insistiendo, van a continuar corriendo, tienen cuerda para rato y, sobre todo, insisto, fe, alma, deseo, hambre, ilusión. No está bien, no, comparar este teatro, este escenario, esta obra con la del año pasado, pero salta a la vista que este equipo ha enganchando a la ‘culerada’, incluso cuando sufre el susto que se llevó, anoche, en el minuto 100, cuando alguien allá arriba evitó el gol del empate del Rayo.

Nadie dijo que sería fácil ganar. Y menos tal y como está el club.

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