UN PORTERO INOLVIDABLE

20 años sin el querido Urruti

Fue uno de los porteros con mayor carisma en la larga trayectoria histórica del Barça y del Espanyol

Un fatídico accidente segó su vida cuando regresaba de ver la final de la Champions

Javier Urruticoechea en el equipo titular del Barça en la Copa de Europa ante el Goteborg en el Camp Nou

Javier Urruticoechea en el equipo titular del Barça en la Copa de Europa ante el Goteborg en el Camp Nou / JORDI COTRINA

Frederic Porta

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Francisco Javier González Urrutikoetxea habría cumplido 69 años el pasado mes de febrero y seguro que bromearía con la edad, el paso del tiempo y la proximidad de la setentena. Él, tan jovial y próximo, sociable y cordial. En cambio, el 24 de mayo alcanzamos dos décadas sin su presencia, la de Urruti. El inolvidable portero del 'Urruti, t'estimo' con el que Joaquim Maria Puyal eternizó la conquista de la Liga de Venables, alcanzada en Valladolid cuando el vasco le paró un penalti al gran 'Mágico' González a falta de pocos minutos para la conclusión de aquel encuentro decisivo en el campeonato 83-84. Saltó como un felino a su derecha para blocar el chut raso del salvadoreño sin concederle siquiera una segunda opción. Se levantó para recibir el abrazo del lateral Gerardo, largó el balón a la otra punta del campo y empezó a propinar cortes de manga al destino, recordándole que su intervención iba a terminar con una sequía blaugrana prolongada durante una larga década desde que Cruyff, Marcial, Asensi, Sotil y compañía 'campeonaron' en aquel curso del 0-5.

Urruti perdura en el recuerdo como personaje irrepetible, amado por igual entre periquitos y culés, devoción nada fácil de conseguir. Al fin y al cabo, defendió la portería de Sarrià y el Camp Nou de manera pareja, 120 partidos oficiales por bando, si bien sólo actuara cuatro temporadas al servicio de los blanquiazules mientras amplió hoja de servicios entre los blaugrana hasta completar ocho campañas. Criado en el Lengokoak, a Urruti no le quedó más remedio que echarle una sonrisa a la vida ante la competencia de postín que acompañó su recorrido en la Real Sociedad, donde topó contra un mito como Luis Miguel Arkonada. Traspasado al Espanyol, enamoró a los seguidores. Sus silbidos para alertar a la defensa, concentrar a los compañeros en el juego y mostrar en cada aparición un personalísimo código de cómo entender el puesto bajo los tres palos le convirtieron en guardameta único. No paraba quieto en el campo con la misma facilidad que cautivaba interlocutores en la vida civil gracias a su sencillez, humanidad y gran sentido del humor, siempre de broma. 

Hace exactamente veinte años, sin haber llegado siquiera a la cincuentena, Urruti sufrió un accidente de circulación pasadas las tres y media de la madrugada. Volvía a casa tras ver la final de Champions con unos amigos en la zona del Ordal. Al volante de su poderoso Mercedes 320 E de 218 caballos, sin llevar puesto el cinturón de seguridad, topó contra un guardarraíl en el kilómetro 3 de la Ronda de Dalt, ya en el término municipal de Esplugues de Llobregat. Tuvo la desgracia de salir despedido del coche a pesar de que el airbag se activó y falleció prácticamente en el acto a consecuencia de graves heridas. 

La noticia causó conmoción más allá del mundillo futbolístico. Los medios de comunicación publicaron, con lujo de detalles incluso excesivo, todos los pormenores del suceso y se generó un amplio debate social sobre el imprescindible uso del cinturón de seguridad para ahorrar vidas. Por desgracia, la popularidad de la víctima concienció a quienes aún dudaban de tal complemento o no acostumbraban a usarlo al volante. Su legión de amigos y admiradores sintieron la noticia como si se tratara de alguien muy cercano. La gente, así, en etéreo concepto al por mayor, le consideraba noble, extrovertido y peleado por ADN con cualquier atisbo de negatividad. 

Arkonada y Zubizarreta

Cuando el Barcelona decidió reforzarse con Andoni Zubizarreta bajo el argumento de que el joven cancerbero del Athletic aseguraba una década de continuidad, Urruti asumió la suplencia sin un mal gesto, encajando el golpe mucho mejor que la mayoría de aficionados barcelonistas, nada dispuestos a bajarle del pedestal. Javier era un portero de garantías que hubiera obtenido muchísima mayor proyección de no haber coincidido con Arkonada, del que fue sempiterno suplente en la selección española. Con La Roja apenas alcanzó cinco titularidades, número mucho menor al pertinente para su categoría. 

Urruti fue uno de los porteros con mayor carisma en la larga trayectoria histórica del FC Barcelona y del RCD Espanyol, digno integrante de un hipotético y selecto club en el que apenas tendrían hueco Ricardo Zamora, Ferenc Plattkó, Antoni Ramallets o Tommy N'Kono. Prueba inequívoca de su gran categoría, humana y futbolística, es que continuemos recordándole con afecto de manera prácticamente unánime dos décadas después de su prematuro y trágico adiós.

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