El nuevo trabajo de un maestro

Clint Eastwood, de 78 años, ha dirigido cuatro películas del 2006 al 2008

El cineasta recobra en 'Gran Torino' su imagen menos complaciente con la interpretación de un racista malcarado

Americano iracundo 8 Clint Eastwood, en Gran Torino.

Americano iracundo 8 Clint Eastwood, en Gran Torino.

QUIM CASAS
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Clint Eastwood cumplirá 79 años el próximo 31 de mayo. Siempre ha tenido fama, como director, de rodar rápido, ajustarse a los planes de trabajo y no pasarse un dólar del presupuesto. Pero nunca había dirigido tanto en tan poco tiempo como ahora: cuatro películas –Banderas de nuestros padres, Cartas desde Iwo Jima, El intercambio y Gran Torino– en solo dos años, del 2006 al 2008, y una quinta que ahora mismo está en fase de producción, The human factor, adaptación del libro de John Carlin en torno a Nelson Mandela y el capitán de la selección surafricana de rugby, Jacobus François Pienaar.

En esto, Eastwood no se parece a los cineastas clásicos norteamericanos. John Ford, King Vidor, Howard Hawks y compañía se quedaron sin filmar muchos de los proyectos que tenían porque, entonces, las compañías aseguradoras de los grandes estudios no querían correr riesgos y un director con más de 65 años ya no ofrecía garantías. Hoy las cosas son distintas y el longevo Eastwood es un valor firme y puede hacer lo que quiera. Y en este caso, conGran Torino, el cineasta ha reverdecido viejas ideas crepusculares y ha removido viejas cuitas ideológicas que no deberían dejar indiferente a nadie. Si algo tiene Eastwood es que nunca se ha acomodado.

Desde que dirigió y protagonizóEl principianteen 1990, Eastwood no ha vuelto a ser un héroe prototípico del cine de acción. A diferencia de otros actores más jóvenes que él, sabe que su tiempo como figura referencial de este género hace tiempo que terminó; el físico no perdona. EnGran Torino, además, hasta ironiza con el mito: su protagonista apunta a los miembros de las pandillas del barrio con el dedo y hace el ademán de disparar.

Los personajes que ha interpretado desde entonces en películas propias o ajenas han sido pistoleros crepusculares (Sin perdón), guardaespaldas cansados (En la línea de fuego),rangersque empatizan con delincuentes (Un mundo perfecto), ladrones solitarios (Poder absoluto), fotógrafos con el corazón roto (Los puentes de Madison), periodistas alcoholizados (Ejecución inminente), astronautas retirados (Space cowboys), detectives con marcapasos (Deuda de sangre) o desencantados promotores de boxeo (Million Dollar Baby).

La última parte de la filmografía de Eastwood, coronada ahora porGran Torino, ha sido un viaje pausado, denso y coherente hacia los confines del ocaso. Y en su última película, que no sería para nada lo mismo sin su concurso como actor –aunque antes de dirigirBanderas de nuestros padresasegurara que se iba a dedicar solo a la dirección–, rescata además su imagen menos complaciente. Es la imagen dura e individualista que le granjeó tantas críticas por el inspector Harry Callahan en los 70 o, años después, por el deslenguado y machista sargento instructor deEl sargento de hierro.

Diciendo las cosas a la cara

Sobre el papel, su personaje enGran Torinoes un racista iracundo y malcarado que acaba de enviudar y no aguanta a las familias asiáticas que se han instalado en su mismo barrio, en Detroit. Pero nada es exactamente lo que parece, como va demostrando la película secuencia tras secuencia hasta dar un giro monumental que encierra uno de los finales más hermosos que el cineasta haya rodado.

Lo que para unos será un disimulado alegato racista en los coletazos del régimen Bush, para otros se convertirá en un proceso de autoafirmación del Eastwood autor e independiente que dice las cosas cara a cara, sin inmutarse, bordeando las a veces finas y complejas líneas que van de la derecha a la izquierda, acordándose, quizá, de otra soberana película sobre un personaje racista,Centauros del desierto, de John Ford, que en su momento no fue bien comprendida.