El RESTAURANTE, CON DOS ESTRELLAS MICHELIN RECIÉN CONCEDIDAS, ESTARÁ A PUNTO EL MARTES

El chef Xavier Pellicer abre el nuevo Àbac al pie del Tibidabo

Xavier Pellicer, chef del Àbac.

Xavier Pellicer, chef del Àbac.

PAU ARENÓS
BARCELONA

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VAvl fin. Un deseo postergado que el chef Xavier Pellicer cumplirá con un año de demora: abrir el restaurante Àbac en el número 1 de la avenida del Tibidabo, donde tuvo casa Madronita Andreu, la hija del doctor de las pastillas para la tos. Será el martes a mediodía. ¡Malditas obras! Cierra así Pellicer cuatro meses hostigados y bárbaros, los que median entre la concesión de la segunda estrella Michelin (noviembre), el cierre del Àbac del Born después de ocho años (enero) y la inauguración del Àbac del Tibidabo (19 de febrero). Pellicer tiene el cuerpo como si lo hubieran golpeado con un martillo pilón.

Y aún queda otro redoble de timbal y pateo de bombo: el estreno del hotel (el negocio completo se llama Àbac Restaurant Hotel), que será en un mes, según los cálculos prudentes de Pellicer, escarmentado por la tardanza. "Pero el resultado es óptimo porque hemos conseguido insonorizarlo todo. Ha sido lo difícil".

Un espacio sigiloso en el guirigay viario de la plaza de Kennedy. Quince habitaciones, jardín, un pequeño spa, la bodega fastuosa con 500 referencias bajo los arcos de una caballeriza (y que después fue la carbonera de Madronita, polvillo y tos), un lounge bar y un bistrot, donde servirán un menú cerrado a mediodía por 50 euros. Pellicer tiene dónde entretenerse como socio explotador.

LAS PELÍCULAS

La propiedad es de Josep Maria González y Lluís Geli. Son dos edificios --el nuevo, obra del arquitecto Antoni de Moragas, que acoge el restaurante-- y la vivienda de Madronita, protagonista de aquel documental de José Luis López Linares, Un instante en la vida ajena. El cineasta estrena una película gastronómica, El pollo, el pez y el cangrejo real, lo que empareja el fuego y la seda. El mundo burgués de Madronita sigue iluminado con una lámpara de lágrima que fue de su propiedad y que cuelga en el lounge bar.

Pellicer es un Patton y el orden, la disciplina y el método son los que han dominado en la construcción del espacio, donde es león y domador. "He estado una vida para diseñar esta cocina de más de 200 metros cuadrados. Hemos separado bien la zona de frío y de calor, hay una cabina para limpiar el pescado; otra para la verdura. Una brasa de verdad, y un tepanyaki. Trabajamos mucho la plancha. Y hay un gusto por los cacharros de cobre".

Algunos muebles, las maceteras para las hierbas aromáticas, las mesas que suben y bajan han sido ideados por el propio Pellicer, que tiene un alma secreta de diseñador. O es esa funcionalidad y artesanía a las que se ha acogido para crecer como chef y que a partir de ahora convivirá con cierto desmelene. "De momento aparecerá aquí el Pellicer del Born. Veremos cómo es el otro. La cocina está donde se encontraba el teatro de Madronita, el lugar festivo de la casa, donde aparecía el componente artístico".

Catorce mesas, colores tenues (marfil, crema), cortinas, gasas, copas de la casa Zwiesel, la vajilla Dédalo de Versace, los guisantitos del Maresme con tripa de bacalao, el bombón de salmonete con verduras y bloody mary... ¿Algún plato para la nueva etapa? "Empezar, que todo ruede, sentarme después a pensar...".