INVERSIÓN
El agua inunda Wall Street: ¿se abre la veda para especular?
El futuro del agua ha comenzado a cotizar en el mercado de materias primas, en el Nasdaq Veles California Water Index (NQH2O)
La demanda de agua supera con creces a la oferta. Y esto se explica por el desarrollo económico y el incremento de la población
Agustina Barbaresi
Redactora y coordinadora web del suplemento 'activos'.
Periodista financiera con experiencia en las trincheras de los medios y la comunicación. Siempre con mucho por hacer y mucho por contar.
Oro, petróleo, zumo de naranja, ganado… Esta semana, el mercado estadounidense de materias primas añadió un nuevo recurso cotizado a la lista, al dar la bienvenida a su nuevo inquilino: el agua. O, mejor dicho, los contratos de futuros sobre el Nasdaq Veles California Water Index (NQH2O), un índice que lleva dos años activo en la Bolsa de Chicago y que marca los precios de los derechos de uso del agua en California.
Para comprender el impacto de esta noticia en toda su dimensión, hay tres cuestiones a tener en cuenta: cómo se establece quién es el dueño del agua; cómo funcionan los futuros financieros y quiénes van a participar, en teoría, en este mercado.
Un futuro es un instrumento financiero derivado, “puesto que su precio en los mercados depende del precio de un activo subyacente. En el caso del futuro sobre el agua, el derecho de uso sobre el agua sería el activo subyacente. El futuro da derecho a comprar o vender en una fecha futura ese activo subyacente a un precio prefijado”, explica Javier Collado, profesor de CEF-Udima. Por tanto, permiten por ejemplo que un agricultor se prepare para posible sequía, asegurándose el suministro en una fecha y a un precio determinados.
Pero ¿en manos de quién están esos derechos? En la mayoría de países desarrollados, el agua “se considera un bien de dominio público, pudiéndose otorgar concesiones administrativas para dar derechos de uso sobre esa agua”. Por eso, en España, en cada región “solo hay una empresa que provee de agua a los domicilios y no existe una competencia real para que el consumidor pueda elegir”, señala Collado. En el caso de California, son los agricultores “los propietarios del agua que contienen los acuíferos sobre los que están sus tierras. Si los agricultores no necesitan toda su agua, pueden cambiar sus ahorros de agua por dinero en efectivo, lo cual crea un incentivo para conservar y usar solo el agua que necesitan”, explica María José Gutiérrez, catedrática de economía de la Universidad del País Vasco.
Por tanto, cabe preguntarse si es bueno o malo que se pueda invertir en el precio futuro del agua. Y lo cierto es que, como casi todo en el mundo de la inversión, puede ser ambas cosas. Actualmente, la demanda de agua supera con creces a la oferta. Y esto se explica “por el desarrollo económico y el incremento de la población. Por otro lado, la disponibilidad de agua dulce es cada vez menor”, apunta Àngels Xabadia, catedrática del Departamento de Economía de la Universitat de Girona. Así, la existencia de un mercado cotizado hace que, sobre el papel, haya “una mayor transparencia y estos costes de transacción disminuyen. Permite a organismos, municipios y agricultores cubrirse de posibles riesgos futuros.”, según esta experta.
Sin embargo, un futuro financiero puede tener dos usos opuestos: puede ayudar a los que necesitan agua a prepararse ante un imprevisto, pero también puede generar un efecto casino, atrayendo a “los famosos tiburones de Wall Street, que comprarán o venderán futuros sobre el agua con el solo motivo de especular y ganar dinero, sin llegar a adquirir en ningún momento el derecho de uso del agua”, advierte Javier Collado. Para él, es muy complicado que un regulador pueda controlar que un bien público básico cuyo derecho de uso se negocia en un mercado financiero libre no sea objeto de especuladores. “¿Quién dice por ejemplo que un magnate solo apretando el botón de su ordenador y dando una orden a su bróker no pueda arruinar a los agricultores de un área geográfica haciendo subir su precio?”, reflexiona.
En suma, hay dudas sobre la ética de invertir en un bien tan escaso, de primera necesidad y de uso público como es el agua. Y también sobre la eficiencia o no de este mercado. Dudas que se concretan en si los municipios van a participar en él, si se van a potenciar alternativas como la desalación, si afectará a los precios de productos agrícolas o si, en definitiva, llevará a un uso más racional del agua o potenciará las desigualdades, tal como enumera Hug March, profesor en los estudios de Economía y Empresa e investigador del grupo TURBA de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Según este experto, “es importante reflexionar sobre dónde quedan conceptos como el derecho humano al agua o nociones como las necesidades de caudales ambientales en los ríos, si estas lógicas de mercado se llevan al extremo”. El tiempo dirá.
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