Opinión | ISLAS A LA DERIVA

Olga Merino

Olga Merino

Periodista y escritora

Sola en una casa propia

Una rutina bien construida apuntala la escritura y el aislamiento de May Sarton en las memorias ‘Anhelo de raíces’

La poeta, novelista y memorialista May Sarton.

La poeta, novelista y memorialista May Sarton. / ARCHIVO

Una hamaca, algo de brisa, una sombra propicia para leer y tal vez el ‘Adagio para cuerdas y órgano en sol menor’, que no compuso Tomaso Albinoni, mira por dónde, sino el musicólogo italiano Remo Giazotto poco después del bombardeo de Dresde. En cualquier caso, a ‘Anhelo de raíces’ (‘Plant dreaming deep’, 1968) le conviene una pieza muy barroca, la clave de registro que prefería May Sarton para sentarse a escribir, pues le confería claridad, estructura y contrapunto.

La editorial Gallo Nero lo publicó por primera vez en España en plena pandemia, pero este libro de memorias se ha demorado lo suyo en llegar a casa; será que lo que sucede conviene, pues la obra pide ser leída en una tarde de verano, a ser posible campestre, en ‘chaise longue’ junto a un jardín inglés, revuelto de jacintos y dedaleras. A las malas, sillón orejero y persianas a media asta.  

Nueva vida en Nelson

Eleanore Marie Sarton (Wondelgem, Bélgica, 1912–York, Estados Unidos, 1995), hija de madre inglesa y padre belga–norteamericano, se compró una casa de campo, la primera de su propiedad, en el estado de Nuevo Hampshire en 1958. Recién fallecidos sus padres, les heredó una serie de muebles de época muy amados —el escritorio de su madre, un aparador, una mesa española, un par de cómodas— que habían sobrevivido tanto a la guerra de 1914 como a la travesía oceánica, y clamaban acomodo.

La iglesia de Nelson, el pueblo donde decidió instalarse May Sarton, en una postal de 1910.

La iglesia de Nelson, el pueblo donde decidió instalarse May Sarton, en una postal de 1910. / EPC

Además, la poeta se aproximaba al meridiano de los 50, esa edad que invita a reducir la vida al meollo esencial, rumiar lo que se acumuló en el petate —logros, fracasos, equivocaciones— y exprimir lo que de tiempo quede sin desperdiciar ni una gota. Así que reformó ese caserón destartalado del siglo XVIII, con los establos a punto de venirse abajo, para instalarse a estrenar una nueva vida en Nelson, un pueblo duro y provinciano en contraste con el bagaje intelectual y el ‘ethos’ que la autora traía de Europa.

El ‘memoir’ reconstruye una década de existencia en la vivienda y cómo logró transformarla en un hogar, en un apéndice de sí misma

El ‘memoir’ reconstruye una década de existencia en la vivienda y cómo logró transformarla en un hogar, en un apéndice de sí misma, en un santuario para la contemplación y la escritura. En el fondo, como dice la autora, la reforma de una casa y la construcción de una novela se parecen bastante: un proceso largo, de conciliar equilibrios, que suele complicarse más de lo ponderado en un principio.

Al ritmo de las estaciones

Sarton interioriza el ritmo de las estaciones. Escucha la llegada de la primavera en el croar de las ranas. Se deja las manos en levantar el jardín. Pelea contra las moscas negras y las marmotas roedoras. Se embebe en la vida lenta: "La luz de la tarde reflejada en el mármol de un muro blanco puede adquirir cualidad de revelación". Aunque autosuficiente, aprende también a depender, a pedir ayuda. A un vecino del pueblo, a quien al final contrata para que le eche una mano, le saca parecido con el varón del cuadro ‘American gothic’, de Grant Wood; el rostro anguloso, la obstinación de la barbilla.

‘American gothic’, de Grant Wood.

‘American gothic’, de Grant Wood. / ARCHIVO

‘Anhelo de raíces’ no es tanto la historia de una casa como el relato de una mujer que decide vivir realmente sola en ella —la habitación propia, pero sin compañía alguna— y tiene que aprender no solo a exorcizar los viejos demonios, sino también a convivir con las dudas, el sentido de culpa, el trabajo duro, la ansiedad. Una soledad querida pero que obliga a estar siempre alerta como un animal "a cada cambio de humor de los cielos o a cada sonido".

Tiene que aprender no solo a exorcizar los viejos demonios, sino también a convivir con las dudas, el sentido de culpa, el trabajo duro, la ansiedad

Un aislamiento apuntalado mediante dos pilares: la rutina diaria —«el tiempo medido tiene un espacio inconmensurable dentro de él»— y los pequeños ritos, que vienen a ser parte de lo mismo. Cada noche pone la mesa con esmero, «como por el mejor sirviente», con flores y una botella de vino, para cenar consigo misma. Luz en el desorden y la confusión; igual que en la escritura.  

'Anhelo de raíces'

Autora: May Sarton

Traducción: Mercedes Fernández

Editorial: Gallo Nero

200 páginas. 18,50 euros