Opinión | ISLAS A LA DERIVA

Olga Merino

Olga Merino

Periodista y escritora

Josep Pla, el hombre del abrigo

La editorial Athenaica recupera un ensayo capital de Valentí Puig para comprender el legado del gran escritor ampurdanés. Un tándem imbatible 

Una joven observa el retrato que Xavier Miserachs hizo de Josep Pla, expuesto en Barcelona.

Una joven observa el retrato que Xavier Miserachs hizo de Josep Pla, expuesto en Barcelona. / Pere Duran

Los lectores de Josep Pla andamos de enhorabuena. A la definitiva y monumental biografía ‘Un cor furtiu’ / Un corazón furtivo’ (Destino, 1.500 páginas), que ha escrito Xavier Pla —no, no son parientes—, se suma ahora el feliz rescate de una obra imprescindible para comprender al autor ampurdanés. La editorial sevillana Athenaica ha restituido a la mesa de honor de las librerías, un cuarto de siglo después de su primera publicación, ‘El hombre del abrigo’, un ensayo del escritor mallorquín —y colaborador de esta santa casa— Valentí Puig, un análisis de 200 páginas que explica, escudriña y vindica el legado del gran ‘homenot’ de las letras catalanas. Un binomio inseparable. Podría decirse que Pla y Puig se parecen bastante; en la mirada escéptica y sobre todo en la concepción de la escritura como «un sentido de lealtad a la vida». 

No va descaminado Carlos Mármol cuando dice en el epílogo que Puig —poeta, novelista, corresponsal de prensa, articulista, autor bilingüe de relatos, ensayos y memorables dietarios— no solo es el legatario de Pla, sino también su secreto precursor, pues "ninguna idea pertenece a quien la enuncia por vez primera, sino que es, sobre todo, de aquel que logra expresarla con mayor acierto". Dos escritores totales.

Comienzo del enamoramiento

Si todas las cosas, incluso los enamoramientos, tienen un comienzo, la noria del deslumbramiento ‘planiano’ comenzó a girar en noviembre de 1956, cuando el niño Valentí contaba 7 años y se desplazaba en tren con sus padres de Palma a Sóller para asistir al casamiento de una prima: en ese mismo vagón también viajaba Josep Pla, invitado por el novio. Un hombre peculiar, ataviado con un abrigo oscuro lleno de lamparones, un señor curioso e inquieto que se levantaba del asiento para observar el paisaje a través de la ventanilla, las montañas ligeramente moradas de la sierra de Tramontana que se difuminaban a medida que el traqueteo se adentraba en el valle.

Puig empezó a leer al maestro de forma sistemática en la adolescencia, por indicación paterna, y luego remontó y descendió por devoción el río entero de su ingente obra

Una escena que dejó una impronta indeleble en la memoria infantil. Puig empezó a leer al maestro de forma sistemática en la adolescencia, por indicación paterna, y luego remontó y descendió por devoción el río entero de su ingente obra, una prosa fluida, incisiva y sensual que coronó las cumbres del estilo sin pretenderlo. El prestidigitador de la adjetivación, ese solitario que supo captar como nadie la "luz dulce, mate, vaga, dócil, flotante" de los ‘pubs’ ingleses (‘El nord’). En su voz habita un diapasón inconfundible. 

Esfuerzo titánico

‘El hombre del abrigo’, Pemio Josep Pla de narrativa en 1998, alaba el esfuerzo titánico del escritor de Palafrugell por hacer del catalán una lengua literaria moderna, dúctil, vital y versátil, con lectores, despojada de alambiques retóricos y juegos florales. La prosa en catalán constituía un yermo sin tradición desde Ausiàs March hasta finales del siglo XIX, un abismo, un vértigo, y para salvarlo "se necesitaban unos puentes lingüísticos monumentales, de construcción casi heroica, quemar etapas, trabajar noche y día". Pla lo hizo, y sin tocar apenas la novela (no parece que despreciara tanto el género de la fabulación imaginativa como fingía). El ensayo también pondera la profundidad intelectual del autor de ‘El quadern gris’, mucho más allá de la imagen del payés tocado con la boina empírica.

Pla trató de hacer del catalán una lengua literaria moderna, dúctil, vital y versátil, con lectores, despojada de alambiques retóricos y juegos florales

Durante décadas, a Josep Pla se le denegó un lugar en el mundo porque algunos lo consideraban un tenebroso colaboracionista del franquismo, obviando su excelsitud literaria. El escritor descreyó de idealismos y utopías, y temió que se cercenara la libertad individual en la época que le tocó vivir: "el siglo de la megamuerte", lo llama Puig. La Guerra Civil lo convirtió en un ser amargo; luego se superpusieron Auschwitz, el gulag, Hiroshima, la revolución cultural de Mao. "No soy un producto de mi tiempo —dijo—; soy un producto contra mi tiempo". Pla tampoco se acaba nunca.           

         

'El hombre del abrigo'

Autor: Valentí Puig

Editorial: Athenaica Ediciones

240 páginas. 20 euros