Opinión | ISLAS A LA DERIVA

Olga Merino

Olga Merino

Periodista y escritora

Bestiario entomológico

La literatura está infestada de insectos, a montones. La polilla de Virginia Woolf y la mosca de Marguerite Duras aún conversan entre sí  

Las escritoras Virginia Woolf y Marguerite Duras.

Las escritoras Virginia Woolf y Marguerite Duras. / ARCHIVO

Aun cuando el insecto más glorioso ya tiene nombre y podio (Gregorio Samsa), los libros están plagados de ellos, como si en el fondo la literatura fuese un gran bestiario entomológico, quizá porque la insignificancia de esos bichejos refleja a la perfección la impronta que deja la angustia en la imaginación moderna.

Ahí están la libélula y el mosquito de Lewis Carroll tras el espejo, el escarabajo de Edgar Allan Poe, la pulga de John Donne y las mariposas amarillas que aletean en el calor sofocante de Macondo. Muchos de ellos, montones, enjambres, colonias enteras. Pero, mira por dónde, hoy se han perdido por la isla dos artrópodos que parecen surgidos de la misma larva: la polilla de Virginia Woolf y la mosca de Marguerite Duras.

Partícula de vida pura

'La muerte de la polilla y otros escritos' (Capitán Swing) se publicó en 1942, al año siguiente de que la escritora británica se ahogase en el río Ouse. Ese ensayito concreto, de apenas cuatro páginas, representa un compendio de su mirada microscópica, capaz de ensanchar un instante minúsculo e intersticial, y de su elegante flujo de conciencia.

Woolf se encuentra leyendo en su habitación una mañana de septiembre que, de tan espléndida, parece primaveral. La desconcentra el zumbido de una polilla, una polilla diurna. El bicho vuela de aquí para allá, atravesado por la enorme energía del mundo. Era como si alguien hubiese tomado "una partícula de vida pura" y la hubiera puesto a danzar y zigzaguear.

Cuando la autora de 'Una habitación propia' le acerca un lápiz con el propósito de ayudarla a enderezarse, comprende que el fracaso y la torpeza del insecto se deben a la cercanía de la muerte

Después de un rato, cansada de su baile febril, la polilla decide posarse en la ventana de la escritora, en un borde, al sol. Intenta retomar el vuelo pero no puede: boca arriba, sus patas forcejean en vano. Cuando la autora de 'Una habitación propia' le acerca un lápiz con el propósito de ayudarla a enderezarse, comprende que el fracaso y la torpeza del insecto se deben a la cercanía de la muerte.

"Así como la vida había sido extraña unos minutos atrás, la muerte era ahora igualmente extraña". Woolf se proyecta en la futilidad de la polilla, y es muy muy probable que jamás hubiese escrito un texto de esa naturaleza de no haber padecido el trastorno bipolar que la arrastró al suicidio.

La escritura contra la nada

Medio siglo después, en 1993, tres años antes de su muerte, Marguerite Duras publica 'Escribir' (Tusquets), una suerte de testamento literario. Un texto breve y fragmentario donde la escritora francesa engarza sus obsesiones: la soledad, su condición de mujer, la política, el alcohol, el dolor, los amantes, el hijo y sobre todo la escritura. "Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. La escritura nunca me ha abandonado".

Un buen día la autora de 'El amante' se sienta en el suelo para presenciar los últimos minutos en la vida de una mosca común, que agita los élitros en su agonía con "ese ruido de llamarada de leña húmeda"

El libro entero transcurre en el interior de una casa, la casa de Neauphle-le-Château, en Yvelines, a unos 40 kilómetros al oeste de París, un inmueble de 400 metros que pudo adquirir gracias a la venta de los derechos cinematográficos de 'Un dique contra el Pacífico'. Un buen día, mientras aguarda a una amiga, la autora de 'El amante' se sienta en el suelo para presenciar los últimos minutos en la vida de una mosca común, que agita los élitros en su agonía con "ese ruido de llamarada de leña húmeda".

El pasaje guarda un parecido asombroso con el texto de Woolf. ¿Lo leyó Duras?, ¿se inspiró en él? Qué más da. Aquí, la mosca, aquella reina negra y azul, alude no solo a la muerte, sino también a la locura y al poder de la escritura contra la nada. "Todo escribe a nuestro alrededor, eso es lo que hay que llegar a percibir; todo escribe […], la mosca escribió mucho a la luz de la sala, reflejada por el estanque".

Tal vez, como dijo el mexicano Mauricio Molina, escribir no sea otra cosa que aplastar insectos minuciosamente sobre las páginas en blanco.      

'La muerte de la polilla y otros escritos'

Autora: Virginia Woolf

Traducción: Luïsa Moreno

Editorial: Capitán Swing

272 páginas. 19 euros

'Escribir'

Autora: Marguerite Duras

Traducción: Ana María Moix

Editorial: Tusquets

136 páginas. 6,95 euros