Los Ángeles, la ciudad que me ha liberado del sujetador (y amigas, fantasía)

Adiós, querido, se libre tú también.

Carmen Raya con bocadillo Cuore en la pared rosa de Paul Smith
Carmen Raya con bocadillo Cuore en la pared rosa de Paul Smith / INSTAGRAM

'Long story short' (bilingüismo que os ha pillado a desmano nada más empezar el artículo y que significa 'resumiendo'): ya no llevo sujetador. Sí, queridos lectores de esta, vuestra columna semanal favorita (y si no lo es tampoco tenéis manera de hacérmelo saber, así que dejadme vivir en mi burbuja de felicidad).

Por si estabais sin poder dormir dándole vueltas a si vuestra 'influencer' en prácticas favorita (de nuevo, dejadme soñar) va 'indocumentada' por las casi inexistentes aceras de Los Ángeles, os diré que sí, culpable de todos los cargos y, para más inri, feliz cual perdiz (happy as a partridge).

¿Y por qué este cambio repentino (repenting change) si hasta que puse un pie en Los Ángeles el sujetador (the sujetator) era parte fundamental de mi día a día y ni se me había pasado por la cabeza jamás el alejarlo de mi vida? Comencemos por el principio.

Eeeeeh, señora, no por ese principio, aunque yo nací en 1984, así que me vale. Resulta que tras venir al mundo en dicho año y pasada la infancia, yo, como mujer que soy (y también humana, como Chenoa) experimenté ese incómodo, pero inevitable momento, en el que te crecen los pechos y, ¡sorpresa!, tu madre te lleva a El Corte Inglés (un patrocinio por aquí, por favor) para comprar tu... ¡primer sujetador!

Y allí, en la sección de lencería, se produjo el momento más raro (no digo diferente, digo raro) que he experimentado en relación a mis pechos. Reproduzco la conversación porque la recuerdo como si fuese ayer (yesterday, gran día, mejor canción).

- Mi madre (besos mamá, te echo de menos y te quiero): "Hola, queríamos comprar un sujetador para mi hija", dice mientras con su dedo me señala de arriba a abajo como queriendo decirle a la dependiente "tú ya sabes de lo que te estoy hablando".

- Dependienta: Realiza contacto visual con mi madre dejando claro en un nanosegundo que ella también sabe de lo que se está hablando y tras dedicarle una mirada cómplice a mi progenitora, se vuelve hacia mí y sin mediar palabra me mira los pechos directamente tal que así.

Nota para cualquier chica adolescente que me esté leyendo: "Tranquila, ya sé que no entiendes por qué la dependienta y tu madre hablan en clave como si estuviesen traficando con droga, pero lo hacen porque creen que así será menos incómodo el hecho de que una desconocida mire tus pechos para adivinar la talla de tu primer sujetador".

The case (el caso, bilingüismo a la inversa) que te hacen pasar al probador (passing to the probator) pensando que al haberte crecido los pechos has segregado una hormona por la que sabes cerrarte el sujetador y entonces tú comienzas a sudar a chorros porque no solo es que no sabes cómo funciona el cierre diabólico de las narices, es que, además, también te tienes que ajustar las tiras.

Total, que empiezas a darle la vuelta, a cerrarlo y a intentar ponértelo como una camiseta, pero nada, que no... Y tú ya te lo estás viendo venir... TIENES QUE PEDIR AYUDA.

Y ahí que llega tu madre con esa mirada de "ay mi niña ya es una mujer" mientras tú solo puedes pensar en "¿y esto es para toda la vida?" y mientras tanto la dependienta llamando a la puerta para ver si está todo bien.

Pues mira amiga, no, no lo estaba porque había otra maravillosa opción de la que NADIE me informó. Resulta que hay una cosita (qué cosita es) que se llama "no lleves sujetador si no quieres".

Lo sé, Sofía, yo también me quedé así cuando me enteré. Resulta que tras años y años siendo un miembro activo del club de la búsqueda del santo sostén (hay mujeres que dicen haber encontrado el sujetador perfecto, pero yo creo que es una leyenda urbana), puse un pie en Los Ángeles y comencé a detectar un patrón entre el público femenino: todas iban 'indocumentadas'.

¿Cómo podía ser? ¿Acaso no es incomodísimo andar con las 'lolas' al aire? Total, que un día, y mientras estaba de compras con una de mis compañeras de piso, esta me dijo: "Este top te quedaría ideal". Y mira, la verdad es que era monísimo. Con la espalda al descubierto y escote en pico me lo probé y cuando salí le dije: "Bueno, el problema es que a ver con qué sujetador me lo pongo". Y ella me miró como si yo acabase de decir la mayor tontería del mundo. O sea, así:

"Free the nipple, girl. You live in LA now (libera el pezón, amiga. Ahora vives en LA)", me dijo. Y mira (and look), no sé por qué, pero le hice caso. Fui a casa, me puse dicho top, unos vaqueros y puse un pie en la calle. Y mirad, amigas, solo puedo deciros una cosa: vi la luz.

No podría explicar muy bien con palabras lo que sentí en ese momento (y sé que muchas de vosotras creeréis que estoy exagerando), pero ese NO NOTAR NADA es... es... mira, es como... es como... es como cuando ves a los perros asomar la cabeza por la ventanilla del coche. Tal cual. Felicidad en estado puro.

Y bueno, ya sé lo que muchas estaréis pensado: ¿y no te miran más por la calle? Nop. ¿Y no es incómodo cuando subes y bajas escaleras? Nop. ¿Y cuando vas a una cita no te miran más? Nop. ¿Y si corres un maratón te pones sujetador? Sí, queridas, ahí ya sí.

En fin (in end), que yo quería deciros todo esto porque no quiero sorpresas cuando vuelva a España y me pidáis un autógrafo (que lo haréis) yo os lo firme (faltaría más), me haga una foto con vosotros y os dé un abrazo (poscoronavida, claro) y entonces os deis cuenta de que no hay nadie al escote (que no al volante).

Y es que ahora entiendo a Jessica Day, la protagonista de 'New Girl', cuando no quería encontrar trabajo para poder estar todo el día sin sujetador. Bendita liberación 'made in USA' la mía, os lo digo.

De nada, Melania. Por cierto, que se me olvidaba deciros que además de columnista para Cuore, voy a comenzar un 'late night show' en mi cuenta de Instagram porque dado que mi carrera de 'influencer' está un poco parada con esto de la 'coronavida', he decidido centrarme en la de periodista de entretenimiento (que es lo que a mí me gusta).

Así pues, tengo el placer de informaros de que, a partir del jueves 27 de agosto, podréis también disfrutar de mis 'locuras' en formato audiovisual en el 'The Latte Show con Carmen Raya". Os espero.

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