UN PROBLEMA CRECIENTE

"¿Es el 112? Necesito ayuda, mi hijo está descontrolado"

El personal sanitario de emergencias alerta del incremento de llamadas de padres y madres incapaces de solucionar un problema de mal comportamiento de sus vástagos

El personal sanitario de emergencias asegura que las llamadas al 112 tienen que ver con niños de entre 11 a 17 años.

El personal sanitario de emergencias asegura que las llamadas al 112 tienen que ver con niños de entre 11 a 17 años. / periodico

Olga Pereda

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Padres y madres que, desbordados ante un problema de mal comportamiento de sus hijos o hijas, llaman al 112 desesperados. Llega la ambulancia y el personal sanitario de emergencias pregunta ¿hay heridos? ¿quién está en riesgo vital? La respuesta es nadie. Solo hay un menor de edad fuera de sí porque no quiere ir al instituto o porque sus progenitores no le dejan ponerse un tatuaje o piercing o porque le han restringido el móvil. Puede que el niño o adolescente haya roto muebles u objetos. O esté encerrado en el baño o en su habitación y no quiera salir. El personal sanitario se pregunta ¿qué hacemos aquí? Ellos mismos se dan la respuesta: “Nada. No somos psicólogos. Somos médicos y enfermeros”. Lo más que pueden hacer es recomendar diálogo familiar. Y esa no es su función.

Hace unos años no había llamadas al 112 de este tipo: progenitores nerviosos y asustados que son incapaces de controlar un ataque puntual de ira o ansiedad de sus hijos. Ahora sí hay este tipo de avisos. “Todavía no son frecuentes, pero van a más”, responde el doctor Fernando Ayuso Baptista, responsable de la secretaría de Emergencias de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES). Cuando la llamada llega al personal del centro coordinador que gestiona los avisos al 112 sabe que movilizar una ambulancia o un coche policial para este tipo de casos no es lo más apropiado porque no se trata de una emergencia sanitaria ni policial. Pero no puede desatender el requerimiento (más que nada porque si no manda recursos se puede enfrentar a una reclamación) así que activa el protocolo.

Medicalizar un problema social

Este tipo de situaciones suponen un problema para el sistema sanitario, advierten los profesionales de SEMES. “Son incidentes de índole social que se están medicalizando. La solución no puede venir del ámbito médico sino del familiar, que es donde surge el problema”, explica el doctor Ayuso. Movilizar ambulancias en estos casos es “un derroche” y, además, “no es ninguna solución”. En su opinión, el centro coordinador del 112 debería indicar a los padres que lo mejor es llevar al crío a su pediatra (o, en función de su edad, al médico de cabecera) y tratar de poner solución en el centro de salud o, si fuera necesario, “derivarlo a un psicólogo o un psiquiatra”. “Enviar al niño con la participación de la familia al completo a un psicólogo se debería hacer desde los ambulatorios y no implicando a un equipo de emergencias. Hay unidades de urgencias que cuentan con la participación de psicólogos especializados, pero ellos lo que hacen es abordar situaciones muy diferentes, como amenazas de suicidio, emergencias colectivas o catástrofes”.

El responsable de SEMES insiste en la magnitud del problema y recuerda que mientras un equipo médico de soporte vital avanzado está atendiendo una situación de “índole social” puede surgir una verdadera emergencia sanitaria para la que entonces no hay recursos disponibles. El doctor pone ejemplos: un menor atragantado, un accidente de tráfico con heridos graves o una parada cardiorrespiratoria.

Móvil, tatuaje y piercing

“Nos estamos encontrando situaciones de todo tipo: chavales a los que los padres quitan el móvil y entran en pánico. O que quieren a toda costa un piercing y no les dejan. También hay críos con ataques de ansiedad por consumir drogas. Cuando llegamos al domicilio no podemos hacer nada. No hay heridos. Nadie tiene riesgo vital. Tampoco podemos realizar un traslado forzoso al hospital porque la vida de la víctima no corre peligro”, explica Esther Gorjón, enfermera con 20 años de experiencia y vocal de Enfermería de SEMES.

“Nos enfrentamos a un problema social. Creo que la disciplina con los hijos está mal vista en la sociedad actual. No quiero dar lecciones a nadie. Y mucho menos culpabilizar a los padres y las madres porque educar es una tarea muy complicada. La sociedad ha cambiado y los chavales de ahora tienen acceso a mucha información y a unas tecnologías que hace años no había. Pero no podemos medicalizar este tipo de problemas familiares con niños que, quizá, lo que les pasa es que están desatendidos o han recibido una mala educación. Aquí no hace falta una UVI móvil”, concluye Gorjón, que subraya que este tipo de situaciones se dan en todas las clases sociales con menores de entre 11 y 17 años.

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