Efectos de las terapias invasivas: lo que el viento no se llevó
Hay que ver cómo evitar y subsanar las consecuencias a largo plazo de fármacos o intervenciones quirúrgicas muy invasivas, para que el presente no se coma completamente al mañana
Manel Esteller
Médico. Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras
Manel Esteller
En la magnífica película ‘Lo que el viento se llevó’, cuando Escarlata se ve ignorada por Rhett Butler en la escena final, ella dice: “Debe de haber alguna forma para hacerle volver. Ahora no puedo pensar en ello. Me volvería loca si lo hiciera. Ya lo pensaré mañana”. Pues eso, que la inmediatez de dar solución a un problema no nos dejar pensar las consecuencias a largo plazo. Es normal, primero debemos resolver lo más urgente y luego ya reflexionaremos sobre las derivadas de nuestra decisión. Imaginemos un problema de salud gravísimo como un cáncer que sin un tratamiento drástico se va a llevar la vida de la persona. Tenemos que actuar rápidos y con decisión. Y lo que suceda tiempo después ya lo afrontaremos cuando aparezca. En este campo de la oncología, sabemos que terapias agresivas que han hecho superar un tumor pueden inducir la aparición de un segundo cáncer décadas después. Tenemos que estar atentos. De igual forma, aproximaciones terapéuticas necesarias para rescatar a ese paciente pueden provocarle alteraciones de la cognición. Y muchos conocemos casos de pacientes con cáncer de mama que luego arrastran problemas de retorno de líquidos formándose el linfedema. Sin entrar en detalles de las alteraciones en la vida sexual que representa para muchas personas. Se actuó como se debía actuar, pero los afectados deben ser seguidos cuidadosamente en el tiempo y ver cómo evitar y subsanar las consecuencias de fármacos y/o intervenciones quirúrgicas muy invasivas. Que el presente no se coma completamente al mañana.
Lo mismo sucede en otros tipos de enfermedades como por ejemplo las infecciosas. Los antibióticos contra las bacterias que provocan algunas de estas patologías son imprescindibles para vencerlas, pero luego debemos repoblar la flora intestinal devastada por estos medicamentos. Y venga tomar yogurt y probióticos para volver a enriquecer ese Amazonas quemado. Y tengamos también cuidado de no haber provocado la aparición de nuevas generaciones o cepas de bacterias resistentes a los antibióticos usuales. En este último punto reside el hecho de que dichos fármacos solo puedan adquirirse bajo prescripción médica. No queremos hacer renacer a un Frankenstein bacteriano inmune al fuego. Ya tenemos bastante con nuestros propios monstruos. También para ‘nuevos’ agentes infecciosos como el virus SARS-CoV-2 responsable de la covid-19 existe la dualidad presente y futuro. Si un paciente está grave con insuficiencia respiratoria tenemos que poner todos los medios disponibles para que remonte. Pero puede ser que quede alguna secuela. Y claro, la enfermedad misma puede causar efectos que se arrastren por tiempo prolongado como las dificultades respiratorias, de movilidad o la pérdida del olfato (anosmia). Desconocemos aún muchos de los mecanismos responsables del porcentaje de casos conocido como covid-19 persistente (‘long-haul’) y el estudio de los mismos será el foco seguro de investigaciones en esta enfermedad.
Pero si nos remontamos a hechos del pasado, aún encontraremos más impactos en enfermedades de hoy en día. Tabaco consumido décadas atrás es responsable de casos de cáncer de pulmón, cabeza y cuello y vejiga urinaria. Material usado en la construcción cuando se desconocía su peligrosidad, como el asbesto, ahora años después está ligado a la aparición de un tipo de tumor de las membranas que recubren los pulmones, el mesotelioma. Lesiones sufridas durante el nacimiento, en el canal de parto por ejemplo, o durante la gestación (como la ingesta de alcohol y otras drogas) solo dan la cara tiempo después del evento desencadenante. Los trasplantados, que están vivos por haber recibido un órgano (hígado, corazón, riñón...) de un donante, tienen que acostumbrarse a vivir con un sistema inmune al límite, para controlar que sus células de defensa no rechacen ese tejido extraño y deben vigilar no sufrir ninguna infección. En el síndrome de Down, donde se ha evitado en buena parte la mortalidad debida a la afectación del corazón, ahora debemos estar atentos a un mayor riesgo de demencia que el resto de la población.
Quizás Escarlata podía pensar en todo esto mañana, pero nosotros deberíamos empezar a prevenir ahora.
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