Opinión | Editorial

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Acuerdo a costa de los palestinos

Mientras las petromonarquías atan lazos con EEUU e Israel frente a Irán, dejan en la nebulosa el futuro de los territorios ocupados

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acuerdo de paz emiratos arabes unidos israel / periodico

El establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) propicia <strong>un cambio radical en Oriente Próximo,</strong> consolida el muro de contención que Estados Unidos pretende levantar frente a Irán y empeora la posibilidad, cada día menos factible, de que vea la luz un Estado palestino con plenas atribuciones de soberanía. Aunque el acuerdo patrocinado por la Casa Blanca no hace más que oficializar una realidad apenas encubierta, la cooperación en materia de seguridad desde hace tiempo entre las petromonarquías e Israel, sus efectos van más allá porque nada de lo que sucede en el mundo árabe es ajeno a cuanto se cuece en el Golfo, a la pugna histórica por la hegemonía en la región.

Mientras los esfuerzos de Israel y de las monarquías del Golfo para atajar la influencia iraní en la región ya quedan abiertamente aunados, el acuerdo tiene otras implicaciones en clave de política interna para uno de los firmantes y para el promotor del acuerdo. Trump se apunta una baza como estadista, especialmente frente al electorado judío norteamericano, y un asediado Binyamin Netanyahu pasa a ser el primer dirigente israelí capaz de firmar la paz con un Estado árabe sin concesiones territoriales reales a cambio. El coste es irrisorio, aunque falta por ver su impacto en un colectivo tan importante en su base electoral como los colonos: renunciar a ejecutar la anexión de gran parte de Cisjordania que no habría sido reconocida según la legalidad internacional y que difícilmente habría llevado a cabo con la oposición de EEUU.

El precio que pagan los palestinos es en cambio enorme. En la práctica, los Emiratos renuncian a reclamar el cumplimiento de la resolución de las Naciones Unidas que obliga a Israel a retirarse de los territorios ocupados, y el acuerdo deja sin efecto práctico el plan Abdulá de 2002, que condicionaba el reconocimiento diplomático de Israel por los miembros de la Liga Árabe a la creación del Estado palestino en Gaza y Cisjordania. Y al dejar en una nebulosa el futuro palestino, las condiciones en las que Israel y los EAU normalizan sus relaciones debilitan a la Autoridad Palestina, muy desprestigiada, y alimentan la estrategia de las facciones palestinas más radicales y del yihadismo.

Desde que la monarquía saudí puso la proa al emirato de Catar por su buen entendimiento con Irán y por su influencia en el mundo en todas direcciones gracias a la cadena de televisión Al Jazira, algo empezó a tramarse entre bastidores sin mayores consideraciones acerca del daño que podía causar a la cohesión interna del mundo árabe. Desde el inicio de la presidencia de Donald Trump, que denostó el acuerdo de Barack Obama con la república de los ayatolás, se estableció un plan de actuación para sumar los señores del petróleo al cerco político y económico de Irán. Después del paso dado por los EAU, más temprano que tarde es de esperar que Kuwait, Bahrein y Arabia Saudí enfilen el mismo camino.

Hace bastante tiempo que la causa palestina dejó de ser una prioridad para los países árabes más influyentes más allá de la pura retórica. Seguramente, la comunidad palestina nunca estuvo más dejada a su suerte.