Tribuna
Quiero vivir en un país libre con gente libre
Me he levantado hace poco. El día antes no pude dormir mucho. Tras la emisión deEl convidatla noche fue movida. El teléfono y el ordenador parecían tener vida propia y cada vez más mala leche.Anase despertaba a menudo. Soñó que la entrevistaban en catalán y que ella respondía en castellano. Hasta que llegó una viejecita amable y luminosa y se pusieron a hablar sin idioma. El niño se ha despertado varias veces. Ayer fue su octavo aniversario. El sábado lo celebraremos con sus amigos. Vuelvo a Barcelona a media tarde. El alcalde de Girona me envía un SMS. Tenemos que cambiar la cita de la mañana. Le ha surgido una reunión imprevista a raíz del corredor mediterráneo con el presidenteMas.Me podría haber quedado en casa hasta mañana y acabar de celebrar el día. Pero aprovecho para mirar el correo y veo un alud de mensajes. Twitter también va lleno, igual que Facebook. Mucha gente dando su apoyo. Otros argumentando sus divergencias. Y más de los que querría traspasando la línea del respeto y entrando directamente en la lapidación verbal. Hasta he visto un tío apostando en Twitter que me lo he hecho con mi hijastra. Apago el ordenador y me voy a dormir. La sensación es de cierta tristeza. Hace tiempo que no creo en la especie humana, ni en los colectivos en los que las personas delegan su identidad hacia un ente invisible. Y se bestializan, desnudos de responsabilidades. Lo explica muy bienElias Canettien su libroMasa y poderyLa jauría humana,deArthur Penn,protagonizada porMarlon Brando.
Aún me estoy sacando las legañas cuando suena el móvil. Lo cojo y respondeMontse Girona,productoraEl món a RAC1deJordi Basté.Como no sé decir que no, acabo en antena al cabo de unos minutos. No creo que tenga que justificar nada. Sé cuál es el precio de no ajustarte a ninguno de los clichés de una realidad polarizada. En medio hay un mundo diverso y mestizo que vive en tierra de nadie. Y que a menudo no se siente representado en este juego de identidades enfrentadas y de lenguas que se afilan como armas, las unas contra las otras. Después de la llamada miro el correo de nuevo. Me escribe un chico de familia andaluza. Su madre es de Granada. En su casa hablan castellano. Me dice que son independentistas pero que no lo pueden decir a nadie porque nadie les entiende. También leo en las redes sociales que no hablo en catalán a mis hijos. En casa se hablan a menudo más de tres lenguas en cualquier sobremesa.
La sensación es que has abierto la puerta de tu madriguera más sagrada y que la gente entra a cagar en ella. Es extraño de explicar. Me llamaAlbert Omy también hablo conEloi Vila,el guionista del programa. Les sabe muy mal.Albertme dice que quizá lo más positivo de la historia es que se ha abierto un debate pendiente. Si este país aspira a la independencia debe tener un espíritu integrador. Si empezamos asumiendo posturas tan excluyentes quiere decir que no reconocemos el monstruo que nos mira desde el espejo. Yo quiero vivir en un país libre formado por personas libres. Quizá ya es hora de que pensemos cómo queremos ser una vez lleguemos al horizonte.
*Cantante de sopa de cabra
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