tú y yo somos tres
El jeque feminista
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Ha conseguido esta vez la posturistaSamanta Villar(Conexión Samanta, Cuatro) un meditable instante televisivo en Catar. Se desplazó a este emirato para degustar y palpar in situ la pasión que allí se vive por el Gran Premio de motociclismo. Se entrevistó con el jequeNasser Kalifa al Attiyay le preguntó, maravillada, por qué patrocina y financia aElena Rosell,la única mujer piloto de este Gran Premio. Contestó el jeque catarí:«Siempre decimos que tenemos que apoyar a la mujer, pero la mujer siempre acaba llevando el paraguas, la sombrilla, al lado del piloto de la moto. Yo he decidido que en mi equipo sea la mujer la que lleve la moto, y el hombre la sombrilla». ¡Ahhh! Admirable decisión. Y sorprendente viniendo de un jeque árabe. Lo tremendo vino después, cuandoSamantafue al lujoso centro comercial Villaggio de Catar en compañía deÁngel Nietoy su hijoPablo. Allí vimos que ambos pilotos se detenían en una tienda de ropa femenina, y compraban falditas, la mínima expresión,«para las azafatas, a las que llamamos paragüeras, que van a estar en la parrilla, aguantando la sombrilla». Y pedían a las dependientas:«Faldas cortitas, muy cortitas, falditas cachondas, que es lo que se lleva». Hombre, el contraste que consiguióSamantafue interesantísimo. El jeque árabe resultó ser un virtuoso feminista, empeñado en liberar a la mujer del papel de florero que aguanta una sombrilla, y los dos grandes pilotos españoles unos machistas preocupados solamente por encontrar minifaldas para que las chicas enseñen los muslos.
VOLVER DEL MÁS ALLÁ .- Fértil sesión, aunque inquietante, la que planteó esta semanaRamon Colomen su programaMil.lenium(El 33). Se preguntaba si aquellos que dicen que han regresado de la muerte estaban realmente muertos. Fue interesante el apunte de la doctoraAlba Payás. Advirtió que todos los testimonios coinciden. Todos dicen lo mismo: el túnel, la luz, la paz... O sea, es científicamente significativo que personas de todo el mundo, desconocidas entre sí, describan exactamente la misma experiencia. Hombre, el tema es sobrecogedor. Al final, quizá para que no acabásemos sumidos en una tremenda congoja,Ramonnos dio un dato pintoresco que no conocíamos. Dijo:« Samaranch dedicó los últimos tres días de su vida a organizar sus propias exequias». ¡Ah! Eso es ser escrupuloso y detallista hasta el fin, sí señor.
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