Gente corriente

Xavier López: «Hay que escuchar a los niños con el corazón»

«Hay que escuchar a los niños con el corazón»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Cuando Xavier López (Vimbodí, 1980) iba a la escuela sabía que de mayor iba a ser maestro. Lo que no imaginaba es que un día volvería a su pueblo natal al frente de una compañía de teatro formada por parte del equipo docente, del personal de administración y servicios y del ampa de una escuela de Barcelona para representar una comedia. Maduixa de coco SA, escrita, dirigida e interpretada por Xavier y otros 13 trabajadores del centro de educación infantil y primaria Octavio Paz del barrio de Navas, se estrenó en diciembre en el centro y mañana domingo se presenta en Vimbodí (Conca de Barberà).

Director motivado. Ha animado al personal de una escuela de Barcelona a salir del centro y subir al escenario.

-Si a los 30 años ya era jefe de estudios y a los 35 es director, ¿a los 40 qué será? ¿Conseller de Ensenyament?[ríe] Es una gran oportunidad personal y profesional dirigir una escuela en Barcelona con 35 años y he tenido mucha suerte. Puedes tener muy buenas ideas, pero si el equipo no responde no sirve para nada.

-Entró nuevo en la escuela este curso. ¿Qué es lo primero que hizo? Me propuse que cada persona se sintiera importante con su trabajo. La persona que limpia es tan importante como la que enseña, la que está en conserjería o la que está en administración. Es como un rompecabezas, en el que todas las piezas son necesarias para conseguir el resultado final. Uno de mis lemas es: «Todos hacemos el Octavio Paz».

-¿En qué consiste ese «resultado final»? En que el alumno aprenda a partir de sus vivencias y emociones, y la mejor metodología para conseguirlo es el trabajo en equipo. No se trata solo de enseñar a sumar y a restar. Para obtener un buen rendimiento académico hay que cuidar mucho la parte emocional y de acompañamiento del alumno. El teatro es mágico porque nos da la oportunidad de que este acompañamiento sea más vivencial, más emocional, que pase por el estómago y el corazón, y eso facilita la aproximación al alumno.

-Estamos en plena revolución pedagógica: que si las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), que si las TAC (tecnologías del aprendizaje y el conocimiento)... Pero, ¿qué es lo esencial? Escuchar a los niños. Hay que escucharles con el oído, pero sobre todo con el corazón. Quizá también hay que ser más atrevidos en cuanto a innovación y no excusarnos en la falta de recursos. Es importante no tener miedo, arriesgarse, asumir el error cuando algo no sale bien y explicarlo cuando funciona.

-Usted lio al personal para hacer teatro nada más llegar. ¿Nadie frunció el ceño? Al revés. Me encontré con un equipo de maestros muy receptivos a nuevas experiencias. Mi función es ilusionar y motivar a los profesionales del centro, pero son ellos quienes me contagian su entusiasmo.

-En la obra actúan profesores, monitores, la cocinera, la conserje...Y unas madres del ampa -que no existía cuando llegué- se ocupan del sonido y la fotografía, y el vestuario lo ha cosido todo la madre de una maestra. Vernos en movimiento, sudando y riendo fuera del contexto del aula y la sala de profesores hace que pierdas la vergüenza y te dejes ir, y eso une. Estamos muy motivados.

-La mitad de los 270 alumnos del centro son de otros países. No es un destino fácil. Esto te gusta o no te gusta, y para mí es una oportunidad. Hay que aprovechar la realidad que tenemos y sacarle lo mejor. Pese a la diversidad, los resultados educativos son muy buenos porque se trabaja mucho. La diversidad nos enriquece, nos ayuda a respetarnos, a entendernos, a ponernos en el lugar del otro. Además, como escuela tenemos un proyecto singular, que es un intercambio cultural con México. Estamos hermanados con una escuela de Xalapa, ¡y en marzo un grupo de maestros y alumnos del ciclo superior nos vamos para allá!