Gente corriente

Arantxa Moraga: «Ir al estanco va a ser una experiencia muy dura»

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GEMMA TRAMULLAS

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A las cinco de la tarde varios clientes esperan a que Arantxa suba la persiana de su estanco en el centro histórico del distrito de Sant Andreu. El mismo gesto que ella repite desde hace 20 años lo hizo antes su madre y antes que ella, su abuela. Desde 1926, tres generaciones de mujeres han pasado largas jornadas tras el mostrador de un negocio que anda de capa caída. Pese al bajón de las ventas de tabaco, según la Associació d'Estanquers de Barcelona aún existen 1.085 estancos en activo en la provincia y 370 en la ciudad. La pequeña expendeduría de Arantxa, que conserva el mobiliario de madera que construyó su abuelo a mano, es la número 132.

Estanquera de tercera generación. Tras 10 años de la ley antitabaco, su emblemático negocio afronta un futuro incierto.

-Se cumplen diez años de la ley que erradicó el tabaco de escuelas, oficinas, aviones...¡Y pensar que antes algunos profesores de la facultad me pedían tabaco dentro del aula...! Ibas al trabajo, a la peluquería, al médico y al cine fumando. ¡Y menuda humareda! Nos hemos adaptado muy rápido a grandes cambios y creo que los fumadores lo hemos superado con nota. Ahora tendemos a apartarnos incluso estando al aire libre.

-Lo bueno para la salud es malo para su negocio. ¿Lo vive como una contradicción? No, nunca me he sentido mal por vender tabaco. Es un producto nocivo pero está consentido y aprobado por ley y se nos explica muy bien que no es bueno.

-Aun así, vender un producto que en su envoltorio dice que mata... Y vienen más cambios. A partir de mayo las personas que entren en un estanco verán esto [muestra una cajetilla en la que toda la parte delantera está ocupada por una foto repulsiva de una boca destrozada por el tabaco]. Ir al estanco y encontrarte este panorama va a ser una experiencia muy dura. Es como una película de terror.

-¿No le dan ganas de dejar de fumar? No. A veces lo hablamos con los clientes. Hace poco una chica me dijo que iba a intentar dejarlo con hipnosis y desde entonces no la he vuelto a ver. Supongo que lo habrá dejado y me alegro por ella.

-Pero es un cliente menos. Puede ser cliente de otra cosa. Hay quien deja de fumar pero sigue viniendo a comprar chicles o lotería de la Generalitat.

-Inicialmente los estancos solo vendían timbre y tabaco. Somos una concesión administrativa del Estado y el timbre es muy importantes pero ha caído mucho. Aún vendemos letras de cambio -yo tengo desde seis céntimos a 400 euros- y certificados médicos oficiales, pero han desaparecido documentos como el de antecedentes penales y el de últimas voluntades. Me preocupa que nos quedemos solo con el tabaco.

-Un clásico era ir a buscar papel y sobres al estanco. Ahora casi nadie escribe cartas. Durante muchos años mi madre atendió a los soldados de los cuarteles de Torres i Bages, ya cerrados, que venían a comprar papel, sobre y sellos para escribir a sus familias. También se vendían muchas cerillas, que ahora es un producto obsoleto. Y abríamos los domingos porque todos los señores que iban a misa pasaban por aquí.

-Ahora pueden vender casi de todo. Ante la caída de la venta del tabaco, se permite la venta de complementos. Con el timbre y el tabaco tenemos el 2% y el 8,5 % de beneficio, respectivamente, y su venta supone recoger dinero para el Estado. Con los productos complementarios nuestro margen es mayor.

-¿Cómo ve el futuro? Cuando hace 10 años se aprobó la ley antitabaco los estanqueros nos pusimos las manos en la cabeza. Pero la vida es muy cambiante y en mi caso no se reduce a ser estanquera. No sé qué pasará. Si un día esto se acaba, pues se habrá acabado, y tendré que buscarme otro medio de vida.