Dos miradas

La tentación

EMMA RIVEROLA

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Sin ruido, sin aspavientos, se ha constituido la nueva comisión del Parlament para impulsar medidas contra la corrupción. Una continuidad con la anterior, pero ahora sin guardar siquiera las apariencias. Así, la comisión que vio desfilar al clan Pujol ya no es de investigación, sino de estudio. Ya no tiene capacidad legislativa. No advertirá de responsabilidades penales a quienes no asistan o falten a la verdad. La comisión ha abandonado la gran sala para irse a una de las más pequeñas. Como esos cuadros que ocultamos a las visitas, como esos datos que disimulamos en el currículo o las respuestas que pronunciamos muy bajito, para que pasen desapercibidas, para que se las lleve el viento.

En este país complaciente, que tanto gusta de exhibirse para creerse más fuerte, más bello, más irresistible que ninguno, donde algunos políticos prometen el Paraíso y niegan no solo las piedras del camino sino el camino mismo, hay realidades que estropean la proyección del montaje. No es fácil asumir décadas de corrupción, de nepotismo y de acoso a los 'traidores'. No es fácil aceptar que el hasta hace dos días idolatrado Padre de la nación es ahora un hombre estigmatizado, una vergüenza pública. Es comprensible la tentación de ir tejiendo el silencio, de apagar los focos. Su luz nos mancha a todos. Pero disimular la mácula, sin llegar al fondo de su embrutecimiento, nos conduce a un futuro mezquino. Y a la tentación de la impunidad.