Un innovador que buscó los límites del fútbol
Me enamoré primero de Johan como futbolista. Después me enamoré de él como persona. Lo conocí un día que vino al Bulli con su mujer Danny. Ya era entrenador del Barça y fue la primera y única persona del mundo a la que le pedí un autógrafo. Sentía por él una enorme fascinación.
Yo, de niño, quería ser Johan Cruyff. Como tantos otros niños. Me venía de mi padre, que era muy culé y Cruyff era su ídolo. Pero al conocerlo personalmente me deslumbró. He tenido y tengo la suerte de conocer a muchas personas por el mundo, pero ninguna me ha resultado tan fascinante como él.
Venía uno o dos veces al año al Bulli. Con amigos. Y yo me hice amigo de él, y de Txiki, de Pep, de Laporta… Hicimos un grupo con ellos y con Fermí Puig y Juli Soler, y cuando cenábamos juntos se convertían en las cenas más mágicas que he tenido jamás.
Me volvía loco con el tema del teléfono. No tenía móvil, pero un día te llamaba y le preguntabas si era ese su número, te decía que no… En fin. La última vez que me llamó fue para pedirme mesa en el Heart de Ibiza para su hijo Jordi y unos amigos suyos. Era una pasada lo que le quería.
Cuando hicimos el documental de L'últim partit, cumplí el sueño de jugar a fútbol con él. Fueron cinco minutitos. En el restaurante Drolma de Fermí.
Muy influyente
Pero más allá de la vinculación personal, me fascinaba su capacidad de innovación. Yo he buscado los límites de la gastronomía. Y Johan ha buscado los límites del fútbol. Era creativo, gestionaba muy bien y tenía capacidad de ver el futuro, tres características que considero muy importantes en un líder. Y encima era influyente. Diría que es la personalidad de la historia del fútbol más influyente. Quizá no soy objetivo. Pero creo que como entrenador cambió la manera de cómo vemos el fútbol.
En el Ajax de Rinus Michels ya hacía de entrenador. Es la sensación que he tenido después de hablar con Johan de estas cosas. Recomiendo a todo el mundo ver un partido del Ajax de 1970. Parecía un equipo moderno. Veías a Brasil de esa época y no parecía tan moderno. Luego, como entrenador, elevó todo eso a un nivel increíble.
Pep lo dijo el viernes: no necesita ninguna estatua. No necesita nada. Y sí, todo lo que se haga por él estará perfecto. Pero estos días todo el mundo debería ser consecuente con su relación con Cruyff de los últimos años. No se pueden cambiar las cosas. Son como son.
Nos deja un know how que le convierte en la personalidad más grande de la historia del fútbol. No creo que puede haber otro igual. Johan, te quiero.
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