a pie de calle
El viejo 'jukebox' de los marineros
Edwin Winkels
Periodista
EDWIN WINKELS
El jukebox escondido al fondo del establecimiento, una Sinfonola 2000, pide una moneda de un duro para ofrecer una canción. Por cinco duros, da siete números de un tirón. Pero ya no suele sonar. Puedes apretar las teclas K y 1, pero Earl & his Hoedowners, del Tejas de los años 50, ya no cantan Up the Creek. ¿Cuántas veces debieron escoger los marineros norteamericanos este nostálgico vinilo en sus visitas al bar? ¿O esta otra: A man alone, de Frank Sinatra, de 1969? Un hombre solo, título que refleja cómo se debían sentir esos marineros, lejos de casa, en una ciudad extraña, al principio amable, luego más hostil, donde sus únicas compañías fueron el alcohol, el tabaco y las prostitutas.
Fue aquí, en el local de los jukebox (hay dos modelos), en el singular bar Kentucky en la parte más baja del Raval, donde Xavier Theros se fijó una noche en las fotos ennegrecidas de fragatas y portaviones detrás de la larga barra. Y al lado, igual de oscuras, las insignias procedentes de gorras y uniformes de los marines: USS Harwood, USS Newport, USS Rushmore. Y billetes de un dólar, aún más sucios, impregnados del humo de muchas noches de juerga. Los tiempos han cambiado, desde 1987 ya no de-
sembarcan marineros estadounidenses en el puerto de Barcelona. En lugar de portaviones ahora hay cruceros. Pero el Kentucky de Manolo Pellicer y su hija Eva sigue abierto, aunque solo sea de jueves a sábado.
Y ahí, entre los jukeboxes, las placas de matrícula de EEUU, la maltrecha funda de un disco de Tom Jones (I'm coming home) pegada a una pared no menos gastada y la veteranía y bastones de prohombres del periodismo barcelonés, presenta Theros el libro que ideó al ver las fotos en el Kentucky. La Sisena Flota a Barcelona (La Campana) le ha valido el premio que lleva el nombre de Josep Maria Huertas Claveria, razón por la que le acompañan esos veteranos colegas del periodista fallecido, reunidos en La Lamentable Penya de Casa Leopoldo para recordar viejas batallas, tal vez con algunos de esos marines.
Casualidad, cuenta Theros, que el bar se llamara Kentucky. «Se llamaba La Flor y le cambiaron el nombre poco antes de que, el 9 de enero de 1951, llegara la primera flota norteamericana». Y cuando los marineros pusieron pie en tierra en Barcelona, lo primero que encontraron fue aquel bar con nombre americano en el estrecho Arc del Teatre, o el Tequila en la calle de Escudellers. Nombres históricos, aún existentes, que aparecen junto a otros ya desaparecidos en un libro voluminoso que, de la mano de los marines (hay incluso cartas de ellos a sus chicas en Barcelona) y de mucha gente de la ciudad retrata sobre todo el Barrio Chino durante más de tres décadas.
Alud de anécdotas
3 «Extraordinario», le elogia Juan Marsé. «Salen todos los locales del Chino, de La Maña al Jardín. En el libro hay material para una docena de novelas». Hay un alud de anécdotas, y Theros, poeta y antropólogo, se lo pasa bien recordándolas en voz alta, deleitando a los Espinàs, Martí Gómez, Madueño, De Segarra, Wilkinson, Sansuan, Arias y a las Aymerich e Ibáñez porque siempre hay cosas que los más viejos del patio tampoco conocían.
Como que Barcelona fue tan barata para los marines que dejaban que los camareros les cobraran los dólares que les dieran la gana, por lo que un camarero del Jamboree logró jubilarse medio rico tras solo dos años engañándoles.
- Esta fruta no la come casi nadie, siempre está en los supermercados y está llena de proteína y antioxidantes
- El apellido de origen gitano que tienen más de tres millones de españoles
- Crisis en una escuela compleja de Badalona: pierde a 20 profesores de un plumazo tras el proceso de estabilización docente
- ¿No sabes qué hacer con tanto calabacín? Tres recetas para aprovecharlos
- Vecinos de Sants piden al Ayuntamiento de Barcelona que compre su bloque para no quedarse sin alquiler
- Un brote de salmonelosis en un bar de Barcelona deja al menos 22 afectados tras comer tortilla de patatas
- La nueva multa de la DGT a quien no lleve esto en el coche a partir de agosto
- La inauguración de los Juegos vive un gran final tras el despropósito