teatro
Risas en el cementerio
Pol López y Oriol Pla brillan en La Villarroel como protagonistas de 'La calavera de Connemara', violento retrato de la Irlanda rural
César López Rosell
Periodista
César López Rosell
A caballo entre el más cínico humor negro y el 'thriller', 'La calavera de Connemara', obra del laureado dramaturgo y cineasta británico de raíces irlandesas Martin McDonagh (Londres, 1970), sacude La Villarroel. La mirada innovadora que ofrece el montaje de Iván Morales, acreditado creador con piezas como 'Sé de un lugar', 'Jo mai' y 'Cleopatra', conecta con la violencia y aire grotesco de unos personajes solitarios, cafres y torpes pero necesitados de amor y comprensión que viven en la Irlanda rural, aunque la traducción y adaptación de Pau Gener, con un catalán con acentos rockeros, aproxima la segunda obra de la 'Trilogía Leenane' a la Catalunya profunda.
Un dúo estelar formado por Pol López y Oriol Pla encabeza el sólido reparto, muy bien complementado por Marta Millà y Xavi Sáez, de esta peripecia dramática extrema que gira en torno a los problemas de un desenterrador de cadáveres. Cada otoño Mick Dowd (López) debe enfrentarse a la exhumación de los restos de los fallecidos que llevan más de siete años sepultados en el pequeño cementerio de Connemara para dejar espacio a los futuros inquilinos de las tumbas.
EXHUMACIÓN DE SU ESPOSA
La anodina existencia del melancólico y misterioso Mick, que no ha podido superar la pérdida de su esposa Oona en un accidente, solo es alterada por su abusivo consumo del 'poiteen' (bebida de alta graduación) y la visita de su vecina Marijohnny (Millà), católica fundamentalista, manipuladora, alcohólica y ludópata. También recibe a Thomas (Sáez), patético policía local enganchado al 'ventolin' que sueña con ser un detective como su admirado Colombo.
El desenterrador debe enfrentarse esta vez a la exhumación de su esposa, en medio del impacto psicológico de los incesantes rumores que le acusan de ser el culpable de su muerte. Para ello contará con la calamitosa ayuda del descerebrado joven Martin (Pla), bala perdida del pueblo que oculta sus cartas. Su aparición, que coincide con las más chocantes escenas en el camposanto, dispara el histrionismo de la función y desata entre ambos una delirante verborrea propiciada por un incremento del consumo del alcohol que se expresa en ingeniosos diálogos.
ENREDO FINAL
Las sepulturas se abren para extraer calaveras y otros huesos que son reiteradamente machacados y las sorpresas se suceden en un rifirrafe de macabras secuencias que dan mucho juego, entre ellas la que da pie a la interpretación de un tema de Sinéad O'Connor con la osamenta sobre una mesa. El caricaturesco Thomas, con su peculiares 'investigaciones', y la vecina cotilla contribuyen al enredo final.
Una escenografía simbolista, con césped en el suelo y en las paredes y las consiguientes cruces y lápidas, crea la atmósfera idónea para esta "comedia negra de amor y huesos", como la define Morales. Lo disparatado de algunas acciones que provocan la risa no impide que fluya toda la emoción y humanidad de unos personajes que sobreviven en un hostil microcosmos. Irlanda profunda en vena en un recomendable montaje.
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