EL LIBRO DE LA SEMANA

El milagro de la luz

Nuria Barrios se consagra en 'Ocho centímetros', una colección de relatos radicalmente original

ENRIQUE DE HÉRIZ

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Espera, lector. Vamos a decir de entrada lo que es obvio (y lo que nadie quiere oír), pero hay muchísimo más. Espera, espera. Estos relatos tienen algo que ver con el dolor. En el primero de ellos, un pastor evangelista explica un milagro a sus feligreses gitanos: una imposición de manos que permite a una niña lisiada recuperar los ocho centímetros que le faltan en una pierna. Así queda marcada para todo el libro la distancia exacta que separa el dolor de la felicidad. Dicho queda. Pero espera, lector. Nuria Barrios, valiente, ubica los primeros relatos en ambientes que están ahí, a pocos metros de nuestro cómodo sillón de lectura, pero que preferimos ignorar: extrarradio, poblados de trapicheo, rincones oscuros. Ay, nadie quiere saber de adictos y agujas y ojeras; pero espera, lector, espera. Es un mundo oscuro y hasta amenaza con ser sórdido, sí. Pero su autora consigue -sin trampas, sin vanas esperanzas, sin la menor concesión- posar la mirada en los detalles que lo hacen nuestro, compartible, reconocible y, en la misma medida, milagrosamente habitable para ese lector que ha sabido esperar. Es el milagro de la luz, que despeja la negrura a medida que nuevas vidas se entrecruzan y, aunque no consigan erradicar el dolor, le superponen su esperanza, su resignación, su tozudez, su amor, su locura si es necesario, todas las armas modestas que la vida nos da para defendernos del dolor y asistir a la insospechada salvación del mundo. Es como si viéramos inflarse un globo sin remedio, pero justo antes de romperse, se alzara victorioso en el aire. O, más milagroso aún, como si lograra las dos cosas: romperse y sin embargo volar.

¿Cuál es el secreto? Al fin y al cabo, Ocho centímetros nombra lo que no queremos saber, todo aquello en lo que con tanto esmero fingimos no reparar para que la vida cotidiana sea soportable. Bien podría definirse esta colección de relatos como un inventario de carencias, una lúcida lista de todo lo que nos falta: la cordura, la compañía, el perdón que no sabemos conceder, la adecuación del sueño a la realidad, el deseo ausente, el familiar perdido. Es un mundo oscuro, sí; pero la mirada que lo muestra es luminosa, limpia, honesta. Es como si a las personas y a las cosas, para merecer un hueco en una historia de Nuria Barrios, se les exigiera luz propia, un brillo distinto, algo que permita a la autora rescatarlas con esa manera suya tan particular de nombrar los detalles.

En esta ocasión, ha sumado a la radical originalidad de su voz y su mirada una sabiduría que solo se adquiere con la madurez y que se percibe en la capacidad para escoger bien lo que se dice y lo que no hace falta decir. Porque el secreto, digámoslo ya, es precisamente ése: el detalle, la exactitud, el acierto en la elección de lo que se señala, nombra, subraya o esconde. Y el resultado es un milagro que no consiste en la imposible extensión de ocho centímetros de pierna, sino en el sutil y necesario crecimiento de sucesivas capas de piel para que al mirar la herida veamos una cicatriz. Dicho de otro modo: para que al leer sobre el dolor descubramos con asombro que estamos hablando de la vida. Por eso la espera merecía la pena. Si la literatura no sirve para esto, no sirve para nada.

OCHO CENTÍMETROS

Nuria Barrios

Páginas de Espuma. 178 pags. 15 €