ENCUENTRO EN BCN DE DOS 'CRACKS' DE LA DANZA

Dos mundos, un proyecto

El coreógrafo y bailarín inglés Akram Khan e Israel Galván, en un ensayo esta semana en la fábrica de creación del Graner.

El coreógrafo y bailarín inglés Akram Khan e Israel Galván, en un ensayo esta semana en la fábrica de creación del Graner. / CARLOS MONTAÑÉS

MARTA CERVERA / BARCELONA

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Atentos el uno al otro, Israel Galván (Sevilla, 1973) y Akram Khan (Londres, 1974) intentan fijar la estructura de un espectáculo conjunto, Torobaka, que se estrenará en Grenoble el 7 de junio. El rompedor bailaor flamenco y el aclamado coreógrafo formado en kathak -la danza clásica india-, cuyo estilo bebe tanto de lo aprendido con Peter Brook como de la danza contemporánea, han empezado a trabajar este mes en el Graner (la fábrica de creación municipal ubicada en Sants-Montjuïc), una tierra fértil en la que germinan muchos espectáculos que después llegan al Mercat de les Flors. «Necesitaba abrir ventanas nuevas», explica Galván, metido de lleno en su primera colaboración con un artista internacional. Khan ya lleva varios montajes tejiendo complicidades con otros cracks, como la bailarina clásica Sylvie Guillem (Sacred monsters), y Sidi Larbi (Zero degrees).

La percusión es la base sobre la que se cimenta Torobaka. El ritmo, que en el ensayo marcan Bobote (fiel escudero de Galván) y el batería austríaco Bernhard Taalis, ayuda a los bailarines a visualizar su danza y a entenderse. Todos escuchan atentamente el compás silábico de Shiva, una melodía que canta Khan y que graban con el móvil. Lo mismo hacen con unas sevillanas corraleras que siguen en un iPad gracias a Youtube. Flamenco y kathak están en la base del montaje camuflados con sonidos arcaicos de diversas culturas. Mientras exploran músicas, Khan y Galván bailan con su mente, se miran para estar seguros de entender lo mismo y seguir avanzando. Para dos artistas que han crecido percutiendo sus pies contra el suelo, comunicarse al compás del cuerpo es lo más natural.

Conexión musical

«A diferencia de los bailarines de contemporánea, los de flamenco y kathak son músicos. El ritmo forma parte de nuestras tradiciones. Por eso puedo hallar mi propia manera de bailar flamenco», explica Khan. Les cuesta más entenderse cuando han de hablar, pese a que José Agudo, director de ensayos de Khan, es de Granada y ejerce de traductor en una sesión donde les acompañan músicos de diferentes culturas: una violinista multiinstrumentista, dos percusionistas y dos cantantes.

Khan y Galván tienen claro qué les une y qué les separa. «Cuando yo bailo intento matar al público, hincarle los dientes. Los flamencos bailamos enfadados», afirma. «Pero el kathak es una ofrenda, algo más respetuoso y sagrado». Para Khan, «su danza es abstracta, la mía narrativa». Y añade: «Fundamentalmente, él crea sobre su cuerpo. Yo estoy más acostumbrado a trabajar con otros», dice el coreógrafo que trabajó en la ceremonia de los JJOO de Londres.

Sobre el linóleo, ambos genios ejecutan movimientos muy rápidos, marcadísimos, similares pero distintos, con una precisión brutal. «Cuando se estrene, el público tendrá que venir dos veces: una para verme bailar a mí y otra a él», bromea Galván. «Lo nuestro no es una pelea, ni una fusión. Es una conversación. Utilizamos los mismos pasos pero el cuerpo se mueve de forma distinta», apunta. Y desvela que fue Khan quien propuso trabajar a dúo. «Yo soy más tímido y no me hubiera atrevido a pedírselo».

«Lo bonito de vernos bailar juntos es comprobar que un mismo paso se puede ejecutarse de forma totalmente distinta», indica el sevillano. «A veces yo le presto pasos a él, otras es al revés», añade. «Intentamos contaminarnos el uno al otro», dice Khan. Aunque quedan muchos ensayos por delante, ambos parecen satisfechos del camino andado. «Es apasionante buscar un espacio común», coinciden. Lo encontrarán.