EDITORIAL PUBLICADO EL 15 DE FEBRERO DEL 2003

Nace la globalización pacifista

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El mundo vivirá hoy una jornada histórica. Todo hace pensar que se producirá la manifestación callejera simultánea --en número de países y de ciudadanos participantes-- más grande y global de la historia. Y que nadie se engañe: la inmensa mayoría de los manifestantes que hoy utilizarán su voz y su testimonio personal, además de pacifistas, desean que Irak y el mundo se liberen de Sadam Husein. Pero rechazan que el procedimiento idóneo sea un ataque militar que implique el bombardeo de las ciudades y unas hostilidades que causen la muerte de miles de hombres, mujeres y niños iraquís que son objetivamente víctimas y no cómplices del sanguinario dictador. Y tienen razón, tenemos razón.

La prepotencia y falta de argumentos con que el presidente norteamericano George Bush quiere lanzar al mundo a un conflicto han provocado esta primera gran protesta que desborda continentes y fronteras.

La maquinaria de la guerra está en marcha. Pero aún hay tiempo para expresarle a Bush y a los políticos que se creen con derecho a actuar contra el sentir mayoritario de los habitantes de este planeta que no estamos de acuerdo con ellos. Y cuando los inspectores de las Naciones Unidas reiteran que el desarme pacífico de Irak todavía es posible, hay que decirles a esos mandatarios belicistas que están solos en el ataque para controlar el petróleo de Oriente Próximo; que otras resoluciones de la ONU se incumplen sin que ellos lo castiguen; que se debe efectuar un estrecho marcaje a Irak sin aniquilar a sus habitantes; que la seguridad mundial no se conseguirá empleando aún más armas, ni dinamitando las instituciones internacionales, ni dividiendo a Europa, ni exacerbando los rencores con los países musulmanes, sino haciendo exactamente lo contrario.

La voz de la calle debe hacerse llegar a los gobernantes para que reflexionen y abran una etapa en la que no existan hipocresías como la de armar ¿incluso con materiales prohibidos¿ a asesinos como Sadam cuando éste hace un papel de amigo, cerrar los ojos cuando masacra a su propio pueblo y pasar a considerarle enemigo público número uno si nuevas estrategias le convierten en molesto. Urgen otras políticas. Por otra parte, resulta imprescindible preservar de presiones a la ONU y a los mecanismos de la justicia internacional, incluso si provienen del Gobierno del país más poderoso de la Tierra. España debería regresar inmediatamente a defender este tipo de actitud para no malgastar más el prestigio internacional conseguido en lo político y lo económico durante la transición democrática y en nuestra incorporación a la Unión Europea.

A juzgar por su última arenga militarista, Bush rechaza cualquier argumento que vaya contra su decisión, evidentemente ya tomada, de desencadenar un ataque digan lo que digan los demás países. En su mensaje reiteraba el dilema inaceptable de que o la ONU actúa en el sentido deseado por Washington o quedará convertida en un organismo irrelevante. Ante ese lenguaje explícito del poder del más fuerte, a los ciudadanos sólo nos queda el arma de la palabra y de la protesta, en paz y para la paz. Eso es lo que ejerceremos hoy en muchísimas ciudades con la convicción de tener la razón y el derecho a nuestro lado.