DESENLACE TRÁGICO EN LAS ANTÍPODAS

Conmoción en Nueva Zelanda por la muerte de los 29 mineros

Una segunda explosión de gas metano dejó sin opciones a los atrapados

EL PERIÓDICO
GREYMOUTH

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Nueva Zelanda quedó ayer conmocionada por la muerte de los 29 mineros que llevaban seis días atrapados a 150 metros bajo tierra, y a los que una segunda explosión de gas en la galería dejó finalmente sin ninguna opción de salir con vida.

El primer ministro, John Key, calificó el accidente de «tragedia nacional», y prometió una investigación oficial para esclarecer lo ocurrido. «Hoy todos los neozelandeses lloran por estos hombres. Somos una nación de luto», declaró Key por televisión, poco después de confirmarse que ninguno pudo haber escapado al segundo estallido de gas metano.

ENORME DEFLAGRACIÓN / «No hubo supervivientes», anunció Gary Knowles, responsable policial de los equipos de rescate, quien explicó que la «enorme» deflagración ocurrió a las 14.37 hora local (4.37 en España) y se sintió en la superficie.

Las muertes fueron comunicadas en una rueda de prensa a la que habían asistido los familiares, algunos de los cuales reaccionaron marchándose llorando de la sala, tirándose al suelo y culpando a la policía de la pérdida de sus seres queridos.

«Muchos por aquí me han contado que había gente dispuesta a bajar por ellos. Ellos sí son valientes y no sus superiores», lamentó Geoff Valle, tras perder toda esperanza de volver a abrazar a su hermano

Keith, de 62 años, a punto de jubilarse. Expertos en seguridad de minas señalaron que era muy probable que los mineros fallecieran intoxicados y no por la segunda explosión.

Los mineros quedaron atrapados el viernes al hundirse una galería por una explosión de metano en una mina de carbón de Atarau, a 50 kilómetros al norte de Greymouth, en la isla Sur de Nueva Zelanda. Dos operarios lograron salir a la superficie al producirse el estallido, pero el resto quedó encerrado e incomunicado a 150 metros de profundidad.

PRIMER DÍA DE TRABAJO / La presencia de gases mortales y el temor a más explosiones impidieron a los rescatadores entrar en el pozo. Los mineros, de entre 17 y 62 años, eran todos neozelandeses, salvo dos australianos, un surafricano y tres británicos. Uno de estos, Malcolm Campbell, iba a casarse el día 11. Para el más joven era el primer día de trabajo.