crítica
'Elisa K', escondido en la memoria
Elisa K, según la novela de Lolita Bosch, narra dos etapas en la vida de una persona. Elisa K, niña, es violada por el mejor amigo de su padre. Elisa K, muchacha, recuerda inesperadamente aquel hecho de la infancia que quedó archivado en su mente. El miedo la hizo olvidar. La imagen de la violación brota ahora con virulencia. Elisa K debe enfrentarse entonces a esos fantasmas que ni siquiera sabían que existían, escondidos en el lugar más recóndito de su mente.
Elisa K no es un filme desdoblado, pero precisa, necesita, de dos visiones distintas, por lo que el hecho de que sea una película realizada por dos directores, Judith Colell y Jordi Cadena, resulta muy coherente. La primera parte requiere también de una visualización íntima, algo distante. El empleo del blanco y negro y la voz que anticipa los acontecimientos nos sitúa en las antípodas del drama ortodoxo: el filme muestra una tragedia casi como una abstracción, y no hay momento más brutal que aquel en el que la voz narrativa dice que Elisa no sabe que dentro de unos minutos va a ser violada.
Cuando la protagonista, ahora con las facciones de Aina Clotet, recuerda aquella horrible experiencia, la película ya es en color, cámara en mano en algunos pasajes. El relato indaga también en otras cuestiones: el papel del padre, que quizá supo pero siempre calló.
Elisa K es una película ejemplar: acude con respeto al original literario, pasa de un estilo a otro con naturalidad y demuestra como ciertos residuos de la vanguardia (Es quan dormo que hi veig clar, de Cadena, enlaza con la primera parte del filme) pueden mezclar armoniosamente con un relato más tradicional.
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