DEUDA MULTIPLICADA

Desahuciada e indignada

PenaMaría Teresa Alsina, pensionista que afronta un desahucio, frente a su portal, ayer.

PenaMaría Teresa Alsina, pensionista que afronta un desahucio, frente a su portal, ayer.

DAVID PLACER
BADALONA

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Hace algo más de 30 años, en el ocaso del franquismo y con el aumento de las reivindicaciones sociales y vecinales, María Teresa Alsina iba tocando puerta por puerta a sus vecinos para convencerlos de que se sumaran a las manifestaciones del barrio donde vivía, en el Eixample. Hoy, viuda de 71 años y endeudada de por vida, ni siquiera ha tocado a la puerta de ningún vecino de su bloque, el número 257 la calle Marquès de Montroig, en Badalona, para que se unan a las protestas en contra de la ejecución hipotecaria de su vivienda. Sí lo ha hecho su hijo de 39 años, que ha avisado a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, entidad que logró reunir a decenas de voluntarios para impedir el pasado 6 de mayo que la echaran de su piso por una deuda contraída con el banco y que, después de la muerte de su marido y la pérdida de trabajo de su hijo, no puede asumir.

Los afectados por la hipoteca, que intentan sabotear las ejecuciones hipotecarias allí donde se producen, se volverán a enfrentar a los procuradores de Caja Sol que intentarán tomar la vivienda hoy con refuerzo policial. María Teresa sabe que se tendrá que ir tarde o temprano porque no puede afrontar la deuda que contrajo para ayudar a su hijo.«Ellos me terminarán echando, pero lo cierto es que nunca cobrarán ese dinero, porque soy viuda, estoy enferma y solo vivo de una pensión de 500 euros», explica.

Amparada por la ley actual, la entidad financiera se quedó con la vivienda por el 50% de su valor de tasación, con lo cual la pensionista perdió el piso y además tiene que hacer frente a una deuda de 160.000 euros, según explica la plataforma.

Amiga solidaria

Hace unas semanas, el caso de María Teresa conmovió a una amiga que había trabajado con ella«en la época en la que sí se conseguía trabajo». La mujer ha comprado un piso en Terrassa y se lo cederá a María Teresa para que permanezca allí por tan solo 300 euros al mes. Ya ha mudado algunas cosas. Los voluntarios de la plataforma, muchos de los cuales también han perdido sus casas, les trasladaron parte de sus muebles de forma gratuita.

María Teresa ya no necesita su casa de Sant Roc pero permanecerá allí como símbolo de resistencia por lo que, a todas luces, dice, es una ley injusta. La depresión y la fibromialgia no le han impedido acercarse varias veces a la acampada de la plaza de Catalunya. Ella también es una indignada. Hoy espera que su hijo no pierda la cabeza ni que agreda, preso de los nervios, a ningún policía. Sin poder controlar el llanto, confiesa que no le da vergüenza decir que no puede pagar su deuda.«Con 30 años, era una mujer de mochila en la espalda que se comía al mundo. Ya no me quedan fuerzas. El mundo se me ha comido a mí».