Barça, razones de un apagón

El equipo se desploma al perder toda su luz ofensiva con la caída del tridente en dos semanas desconcertantes hasta para los jugadores

Luis Enrique lamenta una jugada en el Calderón.

Luis Enrique lamenta una jugada en el Calderón. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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No hay una sola razón que explique un apagón de tal magnitud. Hay multitud de pequeños detalles que han llevado al Barça de un exitoso y confortable viaje (seis meses sin perder, 39 partidos, 2 títulos, Supercopa de Europa y Mundial de clubs)  a una caída inimaginable. Hubo un momento en que se creía el equipo invencible. Y razones tenía entonces. Poco a poco y sin percatarse, el campeón iba abandonando pequeños detalles tácticos, alejándose además de la idea original al tiempo que se dejaba arrastrar por la inercia de un tridente que no solo le llevó a Berlín sino que le dio el triplete. A la vuelta de Argentina, se apagó Messi y en dos increíbles semanas se oscureció todo el Barça. A oscuras está.

El tridente, para bien; pero también para mal

El tridente, para bien; pero también para malLuis Enrique construyó el Barça para los tres «pepinos» como los calificó Piqué. Y no le ha ido nada mal porque suma ya cinco títulos de siete posibles en menos de dos años: perdió la Supercopa de España en verano con el Athletic y queda eliminado de la Champions en la primavera con el Atlético. Hasta ahora, Messi, Neymar y Suárez habían sido extraordinariamente fiables, sobre todo al no coincidir los tres en un mal momento. Siempre había alguien que resolvía, hasta que a la vuelta del último parón el tridente se desconectó. Edificado en torno a los tres delanteros, el equipo queda desnudo y desamparado cuando ellos se extravían y pierden desequilibrio y, además, contundencia. En la salud, el tridente desprendía felicidad; en la enfermedad, contagia melancolía.

La inesperada desaparición de Neymar

Es otro Neymar. No es el mismo jugador que sostuvo al Barça sin Messi dos meses. Su fútbol es burocrático, sin entusiasmo ni alegría. Sin regate, vive lejos del área y suma 360 minutos sin marcar un gol. Volvió de Brasil otro Neymar, mucho más pendiente de jugar la Copa América y los JJOO en verano, pese a que el Barça insiste en que no aceptará esa petición del delantero. Nada queda ahora en el segundo tramo de la temporada de ese Neymar que volaba al inicio, marcando goles, ganando partidos y asumiendo toda la responsabilidad del equipo en ausencia de Messi. Se ha vuelto apocado y tímido, demasiado intrascendente en las zonas determinantes.

Sin gobierno ni fiabilidad en las áreas

En los últimos cinco partidos, los del «bajón», como admitió Piqué, el Barça solo ha marcado cinco goles y tres de ellos nacieron en acciones a balón parado: falta de Messi, rechace y gol de Rakitic (Villarreal), penalti de Neymar (Villarreal) y cabezazo de Piqué tras un córner en el clásico (Madrid). Solo Suárez, en la ida contra el Atlético, firmó los dos únicos tantos azulgranas de jugada. Curiosamente en ambos recibió la asistencia de los laterales: Jordi Alba disparó mal y Suárez cazó el rebote y Alves le sirvió el segundo. El problema se agrava, además, porque el Barça también sangra atrás. Hace un mes (12 de marzo ante el Getafe en el Camp Nou) que no sella su portería a cero. O sea, seis partidos consecutivos encajando un gol, y por vez primera con Luis Enrique, 180 minutos sin marcar: Anoeta y Calderón.

De Berlín a un juego "contemplativo"

Era el mismo Barça que ganó la quinta Copa de Europa en junio. Idéntica alineación, pero la actitud «contemplativa», según Piqué, le colocaba en las antípodas de aquel equipo atrevido y ofensivo que arrasó a la Juventus. Luis Enrique argumentó su idea («no queríamos que fuera una locura, un ida y vuelta», dijo el técnico) , pero el Atlético se salió finalmente con la suya llevando el encuentro a su territorio. No es nada casual que el primer y único disparo del Barça en los primeros 45 minutos fuera obra de Neymar (m. 41) ya que Simeone cortocircuitó las líneas de pase al tridente, además de explotar lo que él consideraba el lado débil del Barça: la espalda de Jordi Alba.

Luis Enrique tiene ahora la palabra

En la derrota, el técnico asumió «el 100%» de la responsabilidad. Atado de pies y manos por la gestión de la plantilla –el tridente es intocable, jueguen bien, regular o mal, acaban siempre los partidos–, Luis Enrique tiene que reactivar a un grupo destrozado anímicamente («estamos jodidísimos», confesó Jordi Alba) para no caer en el precipicio dejando escapar la Liga y la Copa. El técnico, que «nunca» habla con sus jugadores tras los partidos, tuvo una pequeña reunión (apenas 10 minutos) con la plantilla antes de empezar una suave sesión. Quedan siete partidos para cerrar la temporada: seis jornadas de Liga y la final de Copa. Y un premio de dos títulos que el Barça no quiere regalar. 

Pocos recursos para cambiar situaciones

Luis Enrique no agotó los tres cambios en el Calderón. Entraron Arda (por Rakitic) y Sergi Roberto (Alves) y en el banquillo se quedaron Douglas, Bartra, Munir y Adriano, retrato de los pocos recursos que tiene el técnico para agitar partidos.