El Barça, un tratado de geometría

Luis Enrique ha inyectado veneno y verticalidad dando nuevos matices al estilo de Cruyff que sublimó Guardiola


El estilo del Barça, basado en disposición en triángulos+rondo+posesión del balón+presión

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Juega a lo mismo. Pero todo es distinto. Es el viejo 4-3-3 que trajo Cruyff un día, allá por 1988, sublimado a la perfección por Guardiola después de que Van Gaal le diera método escribiéndolo en una libreta y Rijkaard hallara la inspiración y libertad necesaria. Con Luis Enrique, el autor de la renovación, todo es más salvaje. Juega a lo mismo con Messi como hilo argumental en la última década, pero, en realidad, no tiene nada que ver. Es un Barça poliédrico, que se sostiene, como todos, sobre una pulcra sucesión de triángulos invisibles que explican el gran secreto. 

Una pócima nunca escrita que se pasó de generación en generación hasta convertir las visitas a Japón en algo rutinario: dos viajes a Yokohama en los cuatro últimos años (2011 y 2015), dos coronas mundiales desnudando a símbolos de Brasil (Santos) y Argentina (River) dejando, además, exhibiciones históricas como ese 7-0 al Valencia en la Copa y rachas impresionantes (27 partidos sin perder). El secreto anida en conquistar el balón. Y en la posición.

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Por cada triángulo hay tres jugadores del Barça, empezando siempre con el portero (Bravo o Ter Stegen), tan importantes con los pies como su habilidad con las manos. Tres jugadores contra dos para generar, en todo momento, superioridad númerica. Con el rondo como símbolo. Triángulos+rondo+posesión del balón+presión=estilo del Barça. No es una ecuación, pero lo parece.

MESSI, SISTEMA EN SÍ MISMO

Luis Enrique, tras seis meses de pruebas, halló, al fin, el dibujo casi perfecto. Nada queda de aquel Barça embrionario de los laterales largos, con los delanteros por dentro, que impulsó al inicio. Todo marcado, como siempre, por la posición de Messi. Entonces, ejercía aún de falso nueve. Ahora, Leo vive feliz en la banda derecha, retornando curiosamente a sus inicios con Rijkaard.  Allí era un brillante joven que regateaba y miraba el fútbol con una visión casi unipersonal. Ahora, sin embargo, Leo es, en sí mismo, un verdadero sistema de juego.

Desde esa atalaya, el 10 ejerce de todo. Juega en el centro del campo tal si fuera Xavi, asusta con su vieja conexión con Alves y disfruta del sosiego táctico que le proporciona el disciplinado y sobrio Rakitic. Instalado junto a la cal, Messi tiene todo el panorama visual del partido encarnando así la gran evolución táctica del Barça de Luis Enrique. Un equipo convencional, juega con un nueve puro (Suárez), algo nunca visto en el último lustro, aunque no es nada convencional. Messi idea el relato, Iniesta sostiene la esencia, <strong>Busquets</strong> se disfraza de <strong>Xavi</strong>, reparte pases y dibuja los triángulos para que todo llegue aseado al tridente, punto y final de un increíble Barça.

Luis Enrique reordena al Barça durante la semifinal copera con el Valencia en el Camp Nou.

Luis Enrique reordena al Barça durante la semifinal copera con el Valencia en el Camp Nou. / periodico

El equipo parece clásico, pero es revolucionario, engrasado como está desde Anoeta, origen de la reconstrucción. No solo fue emocional, el vestuario miraba con recelo al técnico y este también desconfiaba de los jugadores, sino también tuvo un matiz futbolístico. Tras una derrota, el Barça construyó un imperio al que no se adivina ahora mismo fin. 

EL ALMA DE ‘LUCHO’

Juega igual, pero diferente. Ya no es el Barça tan horizontal ni pausado. Tampoco lo necesita. Luis Enrique ha inyectado veneno a un equipo pacífico. Veneno y verticalidad para explotar tres delanteros universales.  No llevan ni 16 meses juntos y suman 202 goles.Tres delanteros que por sí solos serían capaces de ser la referencia de un gigantesco equipo. Y que en el Camp Nou disfruta cada semana. Con Messi se podría ir al fin del mundo. Y se ha llegado. Suárez, por ejemplo, sería monarca absoluto en cualquier club. Con Neymar, el príncipe que ha evolucionado en su juego hasta hacerlo más coral, todos levantarían un monumento. El United haría una locura; el nuevo City de Guardiola, también. ¿Florentino? Lo daría todo. Luis Enrique, en otro de sus grandes éxitos, quiso tener a los tres juntos. Y los conectó a los tres. El Barça, como una foto del alma de Lucho es ambiciosamente fiero, con tantos y tan diversos recursos, que resulta complicado desactivarlo. No es infalible, pero si lo esperas mueres aplastado. <strong>Neville </strong>es la prueba. Si le presionas, crees que sobrevives, pero Valverde y Simeone salieron derrotados porque los «tres pepinos», como los calificó <strong>Piqué</strong>, te destrozan en un santiamén. El Barça evolucionó respetando con devoción su idea, a la que ha dotado de matices nuevos ya explotados en su día –goles del 2-6 del Barça de Guardiola en el Bernabéu llegaron así–, aunque ahora tiene un patrimonio realmente único: el tridente.