Una de las claves de los preparativos del clásico

Del Cirque du soleil al Camp Nou

EN LA RETINAEstas imágenes recogen algunos de los momentos más intensos del clásico del Camp Nou, un partido convertido ya en materia de culto al ser considerado en todo el mundo como uno de los mejores encuentros jamás disputado por un Barça de

EN LA RETINAEstas imágenes recogen algunos de los momentos más intensos del clásico del Camp Nou, un partido convertido ya en materia de culto al ser considerado en todo el mundo como uno de los mejores encuentros jamás disputado por un Barça de

EMILIO PÉREZ DE ROZAS
BARCELONA

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Un triunfo tan rotundo no se logra así como así. Puede que el éxito del Barça de Pep Guardiola tenga mucho, algo, bastante, de rutinario, pero cada partido tiene una meticulosa preparación. Nadie puede ganar el 74% de los encuentros, 8 de las 10 competiciones en las que ha participado, sin mimar todos y cada uno de los detalles.

Este último Barça-Madrid, esa manita prodigiosa al Special one, 2, 3, 4, 5, que jamás, en 464 partidos, había perdido por tres goles, empezó a gestarse hace algunos días cuando buena parte de la plantilla azulgrana (Messi, Puyol, Xavi, Mascherano, Bojan y muchos más) asistieron, en distintas noches, a ver el Cirque du Soleil. Para Guardiola, el espectáculo Varekai, cuyo eslogan (en un bosque de ensueño, la energía se hace belleza) parece escrito pensando en el juego azulgrana, refleja todo lo que representa su proyecto: entrenamiento, esfuerzo y sacrificio, igual a éxito.

De aquella función salieron todos maravillados. Era una forma de reforzar sus creencias futbolisticas. Y ya entonces, antes de viajar a Almería y Atenas, empezaban a darle vueltas al clásico aunque no lo reconociesen. Por ejemplo, se avisó a los futbolistas y a sus representantes (alguno se rebotó) de que, en la semana previa al Barça-Madrid, no podía haber acto promocional alguno.

Mimar todos los detalles

Guardiola, Tito Vilanova y Manel Estiarte decidieron otras muchas cosas. Por ejemplo, que Sergio Busquets iba a ser el hombre a mimar durante esas semanas. «Vimos que no llegaba tan sobrado a la última media hora de los partidos. Le faltaba frescura», reconoce uno de los técnicos. Así que, visto que Javier Mascherano crecía como la espuma, decidieron, sin riesgo alguno, que los duelos de Almeria y Atenas serían enteritos para el Jefecito.

Decidieron también que el acercamiento sería sereno. Así que descartaron crear escenografías de impacto, tipo vídeo, música o speech alguno. «Pep comentó -cuenta uno de sus íntimos colaboradores- que había que trasladar normalidad al vestuario. El equipo estaba en su punto y había que mantenerlo en ese estado hasta el lunes». Ningún enfrentamiento, nada de provocaciones y réplicas. Pep no quería, no necesitaba, no buscaba sobreexcitar a sus futbolistas. «Cuando en esos días mirabas a los jugadores a la cara, adivinabas en sus ojos que tenían el partido metido en las entrañas», relata otro de los ayudantes de Guardiola.

A Xavi, por ejemplo, le había dolido oír decir a su amigo Iker Casillas que «el Barça es una moda y, como tal, pasará». Tanto que no había dudado en recriminárselo en un acto de la selección. Iniesta, que pelea por ser Balón de Oro, consideraba que el clásico era el momento idóneo para aumentar aún más su caché (la foto que colgó en Twitter en calzoncillos en el vestuario tras el partido así lo demuestra). Y ya no digamos Villa, cuyo padre tiene aún clavada la espina del rechazo del Madrid, que descartó el fichaje de su hijo «por no ser galáctico». Ya ni les cuento cuando oyó a Mou decir que no le metía un gol ni al arco iris.

Ese grupo humano recibió durante los días previos al clásico mimos, serenidad, complicidad, buen rollo y, sobre todo, charlas técnicas, tácticas y estratégicas. Nada más. El resto ya estaba hecho. «¿Cuál fue el detalle que nos mantuvo convencidos de la victoria?», se pregunta una de las manos derechas del míster. «Que los jugadores sonreían, que estaban a gusto. No tenían cara de preocupación, sus ojos reflejaban serenidad, paz interior, se les notaba con ganas, no con ansias, de competir. Estaban frescos y preparados».

Algunas preocupaciones

Había preocupaciones, claro que las había. Por ejemplo, que en el camino, en su paso por Almería y Atenas, se lesionase alguno de los titulares. Otra inquietud era que Mourinho fuese el Mourinho del Inter, es decir, que mudase de camiseta y cambiase a Özil por Lass. «Cosa que pareció insinuar el diario oficial», dice otro técnico, en clara alusión a Marca. Guardiola imploraba, casi rezaba, para que Special One se atreviese a sacar su once de gala. «Necesitamos ganarles con los mejores, Tito», le repetía a Vilanova. Y la última preocupación era la expresada, el jueves pasado, por Mascheranno en la sala de prensa de la ciudad deportiva Joan Gamper: «Solo debemos de preocuparnos de una cosa: descansar bien y, el próximo lunes, levantarnos con el pie derecho y hacer lo que sabemos hacer». Tan solo eso.

Era evidente que a esa paz interior de la plantilla, a esa aproximación serena al clásico, hubo que añadir el siempre meticuloso y riguroso planteamiento táctico. La semana internacional permitió a Guardiola y Vilanova visionar varios vídeos del Madrid, especialmente sus enfrentamientos con el Atlético y Athletic, minuciosamente preparados por Domènec Torrent y Carles Planchart. En esas sesiones de vídeo hubo un detalle, una jugada, que se convirtió en el pilar para la preparación del clásico. Ocurrió en el minuto 29 y 16 segundos del Madrid-Athletic. Un córner, horriblemente sacado por los rojiblancos, fue repelido por Sergio Ramos en el primer poste, su rechace lo recogió Xabi Alonso, que abrió a Higuaín. Este corrió como una flecha como extremo derecho, cedió al centro a Özil, quien, de volea, prolongó a Ronaldo, que penetró en el área y marcó el 2-0, fulminando a Iraizoz en su salida.

Moverla hasta agotarlos

«Esa jugada era la única que no nos podían hacer en el Camp Nou. Es, junto a un córner o una falta de Ronaldo, la única posibilidad de gol del Madrid», juzga otro de los estrategas azulgranas que vive junto a Guardiola. Por eso, en los ensayos del sábado y domingo, Guardiola trabajó más con su defensa que con su ataque. Había que evitar las contras. ¿Cómo? Sencillo: había que tener el balón y moverlo con criterio, rápidez y paciencia. Había que hacer posesiones largas para que los madridistas se agotasen persiguiendo el balón. Había que lograr que, en caso de que lo recuperasen, no estuviesen frescos para, en tres pases y dos zancadas, crear peligro. Por eso había que fatigarlos antes y que sacasen la lengua hasta recuperar el esférico.

Para ello, para vigilar los contragolpes, para evitarlos, para abortarlos, el Barça necesitaba al mejor Busquets. De ahí su descanso. Es más, el viernes, día de fiesta para todos, Sergio, junto al infatigable Xavi, se fueron a correr por las montañas de Terrassa en compañía de Milito. Era una de esas acciones con truco. Le llaman terapia de grupo. Xavi y Busquets acuden en ayuda de Milito para que no se sienta solo y viva alegre su recuperación. Ese viernes festivo, Busquets estuvo encantado de ayudar a Xavi y Milito, pues él debía de recuperar su mejor estado para ejercer de vigía el lunes y evitar que Ronaldo y compañía pillasen a los defensas azulgranas perdidos, descolgados o flotando.

No lo cuentan pero lo piensan. Este Barça, este nuevo Barça que ya parece viejo, ha crecido gracias a los éxitos de la selección española. Los jugadores se sienten más fuertes, más queridos, más respetados, mejores. Son campeones del mundo. Y saben, mejor que nadie, cómo han de jugar cada partido y, dentro de cada encuentro, cómo han de medir los tiempos. «Era evidente que teníamos que evitar que el partido, al igual que podía ocurrir con los días previos, fuese ruidoso, excitado, nervioso, de ida y vuelta. Ahí el Madrid se siente cómodo, fuerte y te gana», admite otro colaborador habitual de Guardiola.

Ante todo, solidaridad

Es por ello, por expreso deseo de Guardiola y, también, sí, también, por la sabiduría, temple y experiencia de Xavi, Iniesta y Busquets, que había que tener paciencia, masticar el partido, rumiarlo y saber que los goles llegarían a través del juego. Como casi siempre. Así fue, así ocurrió. Porque lo más hermoso que sucedió en el Camp Nou ese lunes glorioso fue que todos jugaron para todos. «Cuando un equipo es tan superior como lo fuimos nosotros el lunes ante el poderosísimo Madrid -dice otro técnico del campeón- corres el peligro de que cada estrella quiera lucirse y meter su golito. Y, sin embargo, incluso en eso los nuestros fueron magníficos, magnánimos. Y, de nuevo, el mejor ejemplo fue Messi, que enterró su ego en beneficio del equipo. Leo, que llevaba diez partidos consecutivos marcando, decidió darle los goles a Villa».

Esa misma madrugada, en El Prat, la expedición del Madrid era despedida por algo más de un centenar de seguidores merengues al grito de «¡mercenarios!». Era la versión mala del Cirque du Soleil.