La denominación de 'preferentes' ya es altamente engañosa: se coloca tal producto -diseñado para grandes y avezados inversores- a pequeños ahorradores, cuyos deseos son: una inversión garantizada al 100%, sin plazo perpetuo y con posibilidad de poder recuperar el capital al término del contrato o mediante la preceptiva penalización. Dado que en este mundo todo suele tener un principio y un final, resulta difícilmente entendible que una inversión tenga principio pero no final, a menos que, con total arbitrariedad, una de las partes (la más poderosa) decida ponerle fin. ¿Es esto moral y legalmente correcto? Creo que no. El ministro de Economía afirma que se tomarán medidas para que el caso no se repita en un futuro. Me parece perfecto, pero después de que a las actuales preferentes se les dé la única solución digna y correcta: transformarlas en depósitos a plazo fijo por el importe íntegro de cada título. Si no se hace así, se perpetrará un auténtico robo sin el más mínimo atenuante.
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