En los últimos años la Rambla ha devenido para los barceloneses una especie de trinchera, una tierra de nadie, un mal necesario que hay que atravesar (a poder ser, a paso ligero) para ir del Gòtic al Raval, o viceversa. Abandonada a su suerte tanto por el Ayuntamiento como por la ciudadanía, el mítico bulevar es hoy pasto del turismo de masas y de la impersonalidad imperante, todo hay que decirlo, en muchas otras ciudades europeas -véase Venecia- vendidas a los souvenirs a modo de panacea para combatir crisis. Hace tiempo que en la Rambla ya no hay “senyores amb paraigües que diuen 'Hola, què tal'?”, como diría Quimi Portet. En su lugar, el crucerista de turno puede encontrarse con Darth Vader, comprar sombreros mexicanos y flamencas 'Made in China' o sentarse en alguna terraza a tomarse una sangría a precio prohibitivo. No hay remozado que valga para devolver el paseo a la ciudad, mientras el modelo de esta siga basándose por entero en el turismo; por lo que dudo que en el futuro inmediato la Rambla vuelva a ser el lugar familiar y a la vez canalla que fue antaño. No es este un alegato contra los turistas; 'ans al contrari', bienvenidos sean, pero no a costa de los barceloneses.
Si quiere debatir sobre este tema, escríbanos aquí
Envía una carta del lector, opina sobre la actualidad y haznos llegar testimonios, denuncias y sugerencias para publicar en la edición impresa y en la web.
MOVILIDAD - Alessandro Malfatti (Barcelona)
SERVEIS - Enric Alfonso (Salou)
BARCELONA - José María Mateo (Santa Coloma)
ACTUALIDAD - Pablo Fuentes (Valladolid)
POLÍTICA - Antoni Tort (Barcelona)