El otro día llevaba a mi padre al médico por las estrechas curvas del Garraf y me encontré una considerable cola de coches, de gente que tenía cosas importantes que hacer, como ir al trabajo. Todo porque a un ciclista le apetecía darse un paseo. Algunos optaron por adelantarle temerariamente, otros esperamos, a pesar de los pitidos de la gente. Que las bicicletas puedan ir por carretera es una locura: un ciclista, a pocos centímetros de los coches, está completamente indefenso. Cualquier pequeño descuido, cualquier resbalón, puede acabar en tragedia. Solo deberían tener permitido circular por caminos, carriles bici y determinadas vías urbanas; pues también molestan en las aceras y calles a los peatones. Las carreteras son para nosotros, los que vamos a la velocidad adecuada, pagamos peajes, impuestos de circulación, de matriculación y de carburantes, los que pasamos una ITV, los que tenemos carnet, seguro y matrícula identificativa.
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